Alemania reunificada celebra el domingo sus 20 años, tiempo durante el cual la primera economía europea volvió a ganar su lugar de gran potencia política, a pesar de no haber logrado superar las disparidades económicas entre el Este y el Oeste. Los festejos encuentran al país en un buen momento después de la crisis económica, con un crecimiento inesperadamente fuerte, baja del desempleo, baja inflación y un nuevo "boom" exportador. (Ver aparte)
"Hemos logrado muchas cosas, pero no se cambia en una noche 40 años de comunismo. Sabemos que el camino será largo", explicó hace poco Hans-Dietrich Genscher, ex ministro de Exteriores de Helmut Kohl, ex canciller y padre de la reunificación.
El 3 de octubre de 1990, once meses después de la caída del Muro, entraba en vigencia el tratado que reunía la República Federal y la ex República Democrática. "Es más difícil de lo imaginado en 1990", según el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble. Sin embargo, veinte años y 1,4 billones de euros más tarde, Alemania y sus 82 millones de habitantes "pueden estar orgullosos", dice el sociólogo Klaus Schroeder, experto en reunificación.
Al mando de un país políticamente muy estable (tres cancilleres en veinte años), se encuentra una mujer originaria del Este, Angela Merkel: "Una buena noticia", según el ministro del Interior Thomas de Maizière, en circunstancias que el establishment del Oeste controla casi todos los órganos del poder.
En la escena diplomática, liberada de su pasado nazi y comunista, Alemania asume sin complejos su potencia, participa en misiones militares en el extranjero y reivindica un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU.
En el plano económico, después de haber rápidamente superado la crisis, el país sigue siendo el motor de Europa con sus vigorosas exportaciones. A pesar de enormes dificultades financieras, la RFA absorbió la RDA a marcha forzada, pagando el precio por la paridad entre marcos del oeste y el este y desmantelando o adaptando las estructuras de producción de Alemania del Este. No obstante, hay resabios que persisten. Ni un grupo del índice DAX de la bolsa de Frankfurt tiene su sede en el Este desindustrializado, donde salarios y pensiones son inferiores y se ve afectado gravemente por el desempleo.
El Oeste ya entregó más de 1,4 billones de euros para ayudar al Este, según explicó a la AFP el jefe del instituto de coyuntura IFO, Hans-Werner Sinn. Y el "Pacto de solidaridad" un impuesto adicional, sigue vigente hasta el 2019.Sin embargo, si bien el nivel de vida de los Ossis (orientales) aumentó notablemente en veinte años, sigue siendo inferior al de los Wessis (occidentales). "Falta una identidad común", estima Klaus Schroeder: "una amplia mayoría de alemanes ve más diferencias que afinidades entre el Oeste y el Este" y la mayoría piensa que se vivía mejor antes de la reunificación.
"Los prejuicios subsisten (...) muchos Wessis piensan que los Ossis son ingratos y llorones". "En cuanto a los Ossis que en un 69% consideran arrogantes a los del oeste, viven mejor que hace veinte años pero quieren más", estimó el sociólogo.
"En el Oeste se sueña en libertad. Pero en el Este, el sueño de igualdad y seguridad sigue dominando", según Schroeder, aún cuando los "ostálgicos" (nostálgicos de la RDA) sólo son entre un 10 y un 20%.
Un problema del Este es la migracion y el envejecimiento de su población. Mucha gente de la extinta Alemania comunista trabaja de lunes a viernes en las grandes ciudades del oeste, durmiendo en cuartos alquilados, y regresan a pasar el fin de semana con sus familias a la miríada de pequeñas ciudades del este donde han desaparecido prácticamente las industrias. Otra parte simplemente emigró para radicarse en Munich y otras ciudades del próspero sur del país.
En el lapso de 20 años, la población en el antiguo territorio comunista cayó de 16 a 13 millones, sin contar Berlín. La Oficina Federal de Estadísticas calcula que la tendencia seguirá en aumento y pronostica que en 2030, en el este vivirán once millones de personas y en 2060 serán sólo 8,2 millones.
Un dato alarma a los expertos demográficos: el número de personas entre 20 y 65 años, en edad laboral, se reducirá de forma dramática, hasta 2030, un 30% y caerá a la mitad, unos cuatro millones en 2060 respecto al 2008.
Quien visite las ciudades y los pueblos de muchas regiones del este notará los efectos visibles del éxodo: muchos ancianos, casas abandonadas. Hasta los lobos han vuelto a aullar en las regiones más despobladas, para delicia de los protectores de animales.
Para contrarrestar esta tendencia que persiste pese a la caída del desempleo, los estados federados del este lanzaron programas para capacitar a todo aquel que termine el colegio, así como dotar de nuevas herramientas de trabajo a personas mayores, captar más estudiantes para sus universidades y contratar a mano de obra calificada.
Sin embargo, algunas ciudades del este se han convertido en verdaderos polos de atracción. La ciudad portuaria de Rostock, a orillas del Mar Báltico, ha visto aumentar su población el año pasado y polos como Dresde, Leipzig y Jena desafían el decrecimiento poblacional. En Leipzig, en cuya universidad estudian unos 28.000 jóvenes, ha aumentado el número de habitantes entre 25 y 30 años, en especial en mujeres, un 40% en la última década, señala el Instituto de Investigación Económica (DIW).
AUDREY KAUFFMANN
JEAN-BAPTISTE PIGGIN
(AFP/DPA)