ESTRASBURGO / BRUSELAS.- "Alle Menschen werden Brüder" (todos los hombres serán hermanos). La evocadora letra de la "Oda a la Alegría" del poeta alemán Friedrich Schiller (1759-1805), que forma parte del himno oficial de la Unión Europea (UE), con música de Ludwig van Beethoven (1770-1827), no parece pasar por su mejor momento.
Las últimas expulsiones de ciudadanos de etnia gitana de Francia y el incremento del racismo y la xenofobia en la Unión Europea (UE), alentados por la crisis, ponen en peligro la imagen del Viejo Continente como patria de la libertad y los derechos civiles.
Precisamente, el Parlamento Europeo realizó el martes pasado un debate en su sede de Estrasburgo sobre este problema social que preocupa a los gobiernos.
En ese sentido, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, subrayó que en Europa no hay cabida para la intolerancia.
"En Europa todos deben respetar la ley y los gobiernos deben respetar los derechos humanos, incluyendo los de las minorías (...) el racismo y la xenofobia no tienen cabida en Europa", señaló.
Por otra parte la comisaria de Justicia de la UE, Viviane Reding, lamentó que una parte (17.500 millones de euros) de los recursos totales del Fondo Social Europeo (FSE) destinados a mejorar la integración de los gitanos en la UE no se haya aprovechado de manera adecuada. Por ello Bruselas reforzará el control del fondo, aseguró.
La comisaria luxemburguesa comentó, por otro lado, que Bruselas todavía no ha llegado a una conclusión definitiva sobre si las expulsiones de ciudadanos gitanos de Francia fueron o no legales.
"El gobierno francés tiene todavía que responder a varias preguntas concretas", afirmó.
"La racaille", la "basura" de la periferia de París. La definición que daba Sarkozy hace cuatro años del colectivo de jóvenes de origen árabe que supuestamente propiciaba la quema de coches y otros actos vandálicos en las afueras de la ciudad-luz fue, quizás, el primer punto de inflexión de lo que vendría después: la cuna de las libertades se convertiría en el país que con mayor dureza está tratando a los inmigrantes.
A pesar de la reacción negativa del Parlamento Europeo a las primeras expulsiones de ciudadanos de etnia gitana de Francia este verano (boreal), alegando problemas de seguridad nacional, y de que la Comisión Europea aseguró que "vigila de cerca" esa política de mano dura, el presidente galo no ha dado marcha atrás.
Sarkozy anunció que endurecerá el proyecto de ley de inmigración y seguirá expulsando gitanos. Además, quitará la nacionalidad a los ciudadanos de origen extranjero que atenten contra la autoridad y provoquen altercados de seguridad.
Pero la inflexibilidad e inusual dureza francesa con la inmigración ilegal no es un fenómeno aislado y exclusivo de la (de momento) "patria de la libertades".
Según una encuesta publicada hoy por el rotativo "Financial Times", en materia de inmigración existe un panorama desolador para Europa, especialmente para Reino Unido y España.
De acuerdo con ese estudio, cerca del 50% de la población de algunos de los mayores Estados miembros de la UE creen que los inmigrantes están "perjudicando su calidad de vida".
Así, el 64% de británicos considera que el actual nivel de inmigración ha hecho de su país "un peor lugar para vivir".
Para los españoles las cifras son igualmente preocupantes: España es el segundo país de la UE, tras el Reino Unido, donde peor se valora a los inmigrantes.
Debido a la grave crisis económica que sufre España y al elevado nivel de desempleo (20%), la población suele identificar la presencia de inmigrantes como "potenciales rivales" a la hora de competir por un puesto de trabajo.
El análisis demoscópico del rotativo muestra que el 67% de los españoles cree que la inmigración supone un obstáculo para encontrar trabajo, mientras que un 32% piensa que cobra un sueldo más bajo debido a la elevada cifra de inmigrantes en el país.
En Francia, la encuesta revela que un 48% de los ciudadanos cree que la inmigración tiene consecuencias negativas para la economía y sólo un 26% cree que es algo positivo.
Todos esos guarismos resultan difíciles de aceptar, especialmente en Europa, cuna de la democracia y sede, entre otras instituciones, del Tribunal Europeo de Derechos Humanos o del Parlamento Europeo, una institución que cada año concede el Premio Sajarov a quienes se han destacado en la lucha por las libertades y la tolerancia.
En ese sentido, el líder del grupo Liberal, la tercera fuerza en el Parlamento Europeo tras los conservadores y los socialistas, Guy Verhofstadt, fue muy claro al asegurar que "la crisis en Europa ha disparado el populismo, la xenofobia y el racismo".
El político belga consideró que "los valores fundamentales de Europa están amenazados" por esa nueva ola de racismo, cuyo origen, explicó, "es la grave crisis económica que sufre Europa".
"Espero que no volvamos a los tiempos más oscuros de nuestra historia", concluyó el líder de los liberales en referencia al Holocausto judío de la Segunda Guerra Mundial a manos de los nazis.
FERNANDO HELLER
DPA