-Le gusta la Argentina, ¿no?
-Siempre estoy algo enamorado de ella. Sí, la quiero. Mi esposa es argentina, mis hijos también y en alguna medida es un querer que viene de muy lejos? de mi padre, que era oficial de comunicaciones en buques de una empresa naviera que llegaba a Buenos Aires. Mi padre vino varias veces a Buenos Aires y le gustó mucho, incluso intentó convencer a mi madre de venirse a vivir a aquí. Y fue él quien me entusiasmó con Argentina, y un buen día leí en el "World Press News" que el "Buenos Aires Herald" estaba ofreciendo trabajo? y me largué rumbo a Argentina. Llegué el 4 de abril del 59, con Arturo Frondizi como presidente.
-Desde lo político, ¿qué impresiones comienza a construir sobre aquel país?
-Que había mucho movimiento de ideas y era palpable que se quería ir hacia la democracia. Muchas esperanzas en que el país saliera adelante, una sociedad muy politizada. Y yo llegaba a un diario que estaba fuertemente comprometido en favor de sacar al país a adelante... Me gustaba ese desafío.
-¿Qué imagen se forma usted del diario al que se incorpora ni bien llega en 1959?
-La que lo ha distinguido en momentos duros de la historia de este país: decir en inglés lo que otros diarios tapan en castellano. Cómo en la última dictadura. Pero fue durante el primer peronismo que el "Herald" comenzó a forjar ese prestigio, con su resistencia a ese régimen que tenía mucho de dictadura? y en el 68 fui designado director del diario.
-¿Usted cree, en ese 59 en el que llega, que Argentina marcha hacia una democracia plena?
-Había entusiasmo dirigido en ese sentido, pero también había un tema no resuelto o resuelto en términos poco favorables para consolidar la democracia: el peronismo estaba proscripto, incluso estaba prohibido por ley nombrar a Perón.
-"¿Qué hacer con el peronismo?", se preguntaba con desesperación Victoria Ocampo en ese tiempo; "El peronismo es el hecho maldito del país burgués", respondía Willian Cooke. ¿Cómo se va conformando en usted la idea de la significación del peronismo?
-Recibo voces, opiniones muy contradictorias. Tenga en cuenta, además, que al momento de llegar yo al país el peronismo está en la resistencia... Mire, tengo una imagen que grafica como lo voy asumiendo al peronismo: amplias zonas del Gran Buenos Aires, donde está su fuerte en materia de inserción social. Yo había leído por ese entonces una nota en "The Economist" donde describían esas áreas como grises, con poca luz; las identificaban con Berlín Este, el de la Guerra Fría. Y claro, a esto yo le sumaban las bombas de la resistencia peronista?
-Los caños, en la jerga popular.
-Claro. Pero, como le dije, recibía datos muy contradictorios sobre lo que había sido ese primer peronismo. En un viaje en tren a Mendoza conversé con muchos pasajeros y ellos me decían que el peronismo había dignificado a amplios sectores de la sociedad, les había dado una entidad social. Pero por otra parte, la señora que me alquilaba el departamento en la avenida Libertador, en el que vivía, me decía que durante el peronismo no podía salir a la calle con sombrero porque pasaban los peronistas y se lo sacaban, porque usar sombrero? no sé, era?
-¿Oligarquía?
-Sí, algo de eso? y yo escuchaba esto, aquello y me iba enganchando con la Argentina
-En el libro "En honor a la verdad", de su hijo David, usted reflexiona en línea con algo que ya había notado Ortega y Gasset 60 años antes: que los argentinos siempre estamos por delante de nuestras realidades objetivas, siempre estamos en ser y ser sin saber si podes ser. Hábleme de eso.
-Sí, sí? Es un tema apasionante y aclaro que llevo 30 años fuera del país y no sé cuanto cambió, si cambió, en relación a ciertas características que yo detecté en aquellos primeros 20 años aquí. Por ejemplo, en aquella Argentina el futuro era algo que nunca llegaba y el pasado nunca era pasado. Creo que sigue siendo una país -lo digo es ese libro- que siempre se genera expectativas muy grandes, tan grandes que no las puede cumplir y entonces se derrumba la expectativa y todo se deshace. En este país cuesta mucho establecer un estándar, un rango compartido por una gran mayoría, sobre una cuestión. Noto, por ejemplo, que hoy no hay un consenso promedio, vamos a llamarle, sobre lo que es la democracia y lo que se puede esperar de ella. No faltan ideas ni seres con ideales, pero muchas veces su pensamiento está tan al margen de la realidad que se neutralizan en sí mismos? como -y vuelvo a ese libro- digo de quienes pensaron en un país maravilloso que convertiría el Sheraton Hotel en un hospital de niños. Fascina esta contradicción entre sueños y realidades. Atrapa. Y siempre todo se dirime en términos muy intensos, muy agitados. Siempre tengo presente a un colega del (diario estadounidense) "The New York Times", que conociendo esta características de la Argentina logró que lo enviaran de corresponsal a Buenos Aires. Un día me dijo: "Mira, Bob, Argentina es un hotel de cinco estrellas donde todos su huéspedes están reclamando y protestando por la baja calidad del servicio de habitaciones".
-En el libro usted señala que el "sueño americano" es, en todo caso y en relación a los americanos, un sueño que cada uno interpreta a su manera?
-Es así, sí.
-Pero usted acota que esos sueños que hacen a un único sueño están protegidos, en tanto factor de estímulo, por la legitimidad de la ley. ¿Qué cree que condiciona o impide que Argentina se reúna alrededor de un sueño común aun en la diferencias?
-¡Ah, qué tema! Yo tengo la impresión de que lo que frustra aquí la construcción de un algo común a todos es que lo que podríamos llamar la conspiración de lo menos importante. Es decir: por las razones que sean, siempre hay quienes en un proceso de decisiones, de manejo de ideas amplias, generosas, siempre potencian lo más insignificante para dañar el todo. En realidad, mirada desde su historia, Argentina ha tenido más pesadillas que sueños. Recuerdo a Mariano Grondona, durante la dictadura, diciendo: "¡Qué bien se vive en Argentina!". Y yo me decía: "¡Qué manera de pensar! ¿Cómo es posible que piense así cuando el terrorismo de Estado asesina a miles de personas o cuando son destruidos miles de puestos de trabajo?". Con esas expresiones, Grondona privilegiaba una cuestión individual, material, si se quiere, por encima de algo de mayor grandeza, como la idea de un país más generoso para todos, más compartido por el conjunto de la población?
-¿Recuerda a Federico Pinedo?
-Sí, claro, poco tiempo después de que llegué al país él estuvo en Economía.
-Sostuvo siempre, especialmente luego de que en el 39/40 le bloquearan su modelo de desarrollo que hacía de EE. UU. el socio esencial para el país, que Argentina tenía un problema estructural de naturaleza sociológica, si se quiere: su burguesía no se animaba a asumirse como clase, lo cual la llevaba siempre a andar mendigando al poder político. ¿Está de acuerdo?
-En parte sí, creo que hay mucho de verdad en eso. Sin embargo creo que hasta Perón hubo mayor independencia de esos sectores y que tuvieron proyectos propios para modernizar el país. Pero Perón, que fue un dictador, aplicó desde la posibilidad que le dio el manejo del aparato de Estado un disciplinamiento de la sociedad que condicionó en mucho el crecimiento de lo que Pinedo llamaba burguesía, que se hizo muy dependiente del Estado. Pero para mí lo más grave a la hora de reflexionar sobre la conducta, el estilo de ejercer el poder por parte de los sectores hegemónicos en la economía argentina, es que se trata de gente muy soberbia, jactanciosa, insensible, arrogante y vanidosa, para los cuales el resto no vale nada? lo desprecian. La economía de este país ha estado en manos de gente muy insensible, gente que ignoraba el país real, que es donde está la gente. Hombres como Martínez de Hoz, Alemann, Krieger Vasena, fueron una expresión muy clara de mucha de esa insensibilidad? No les preocupaba para nada la gente, lo social, ignorando que depende de la gente que un plan económico prospere o se derrumbe. Gobernaron asumiéndose como fervientes liberales, pero eran muy conservadores, sólo podían llegar al poder con las dictaduras?
-A partir de su experiencia y conocimiento de la Argentina, ¿hay algún político en el que reconoce talento en materia de ideas, pensamiento?
-Político no. Pero está Borges, claro. Un genio. Cuando yo llegué, cosechaba más odios que reconocimiento. Quienes no lo querían no lo juzgaban por su literatura sino por sus ideas políticas, que irritaban a todos los populistas de izquierda y derecha?
-Siempre hay algún trasnochado que lo cuestiona porque se fue a morir a su amada Suiza?
-Fue un gran argentino, muy muy argentino? Ésa es otra de las cosas que me apasionan de los argentinos: la pasión que le ponen al mirarse a sí mismos, al relacionarse con lo que les gusta o no les gusta. Mire, le voy a decir algo que me pone muy contento cuando vengo a este país: sentir que es un pueblo muy cariñoso?
-¿Cariñoso?
-¡Sí, sí! Hay mucho afecto siempre dando vueltas entre ustedes. Las mujeres se encuentran en la calle, se besan, hablan, hablan, se cuentan cosas? Lo mismo que los hombres. Se abrazan, se besan, se saludan a los gritos. Éste es un pueblo lindo, muy lindo.
-Con algunos recovecos, decía Martínez Estrada?
-Todos tenemos historia
-Y en nuestro presente está Néstor Kirchner. ¿Qué opina de él?
-Muy autoritario, lo mismo que George Bush, con quien Kirchner parece compartir la idea de hacer del gobierno un ejercicio dinástico del poder? Y los dos, además, han hecho del periodismo, un enemigo. No puedo entender por qué Kirchner se enoja con la prensa o, mejor dicho, lo entiendo desde la concepción autoritaria que tiene del ejercicio del poder.
- ¿Implica la posibilidad de que tenga un problema de inseguridad?
-Es posible. Lo notable es que, desde el poder, el kirchnerismo también tiene acumulados muchos éxitos. Sin embargo, parecen no tranquilizarlo? no sé? Y, ya que estamos en el final, un saludo al "Río Negro", que fue una de las expresiones valientes durante la dictadura, allá solos en la Patagonia...
CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com