El americano Tex Harris (*) lo define como un gentleman "en el sentido esencial de la palabra: fuerte, pero con sensibilidad".
Y acota que "sobresale en la pequeña compañía de honor" que integran los pocos periodistas que no se callaron cuando en Argentina la guerrilla y el terrorismo de Estado hicieron de la vida una banalidad.
María Consuelo Castaño Blanco fue la única española entre detenidos y desaparecidos de esa nacionalidad que sobrevivió a la dictadura militar última. Dice que "la primera vez que vi a mi padre en la cárcel de Villa Devoto fue a través de un vidrio que nos separaba. Recuerdo como si fuera hoy que repetía una y otra vez: ´¡Si no fuera por ese hombre! ¡Qué hombre!´". Luego, el padre de esta española le hablaría del "perfil del director del ´Buenos Aires Herald´ y la forma en que le había pedido las fotos de mis tres hijas, que después publicaría en la primera plana del diario diciendo que la familia entera había desaparecido".
Robert Cox sonríe cuando este diario recuerda la definición de Tex Harris y le afecto que le tiene María Consuelo.
Tiene 76 años. También esa sencillez de gestos y estilos que en sus memorias un compatriota suyo -el inglés Anthony Eden- dice que tienen los británicos que hacen historia. Sencillez que se transforma en firmeza terminante cuando se trata de defender causas que hacen a la libertad, a la dignidad del ser humano.
Y Robert Cox, este inglés alto y encorvado, de mirada cálida, rostro alargado y vestir desprolijo, en eso de defender la vida está probado en combate. Combate frontal contra el terrorismo, el de Estado y el otro, que asolaron la Argentina en los 70.
No hay épica cuando su verbo discurre sobre aquellos días. Tampoco solemnidad ni primeras personas excluyentes a la hora de los recuerdos. Tam- bién ausencia de culpas únicas al momento de reflexionar sobre las causales de tanta tragedia. Y siempre -inexorablemente siempre- toda aquella historia reclama una síntesis personal.
Robert Cox sentencia:
-Estuvimos donde teníamos que estar.
O como dijo otro inglés al rememorar su lucha contra los nazis:
-Hicimos lo que teníamos que hacer: pelear.
Se llamaba Winston Churchill.
(*) Tex Harris fue diplomático de los Estados Unidos durante gran parte de la dictadura militar última. En el marco de la administración Carter, comprometida fuertemente en la defensa de los derechos humanos, cumplió con honor ese cometido. Amigo personal de Robert Cox, cuando éste se exilió debido a las amenazas del régimen militar tejió con Harris, que seguía en Buenos Aires, un intenso intercambio de correspondencia, casi un tratado de sociología sobre miserias y grandezas de la sociedad y clase dirigente de este país. Este intercambio de cartas está compilado en el libro "En honor a la verdad", de David Cox, hijo de Robert, trabajo editado por Colihue en el 2002.