El Parlamento de Cataluña prohibió las corridas de toros a partir del 2012 en su territorio y con entusiasmo Elena Escoda, representante del Movimiento "Basta" que impulsó el rechazo, manifestó: "Hoy se acaban cinco siglos de crueldad y a partir de hoy las cuestiones éticas habrán de regular las tradiciones culturales".
Más allá de compartir la prohibición, el entusiasmo de la señora Escoda parece históricamente incorrecto y programáticamente excesivo. El juego con los toros, desde saltarlos, lancearlos y enfrentarlos con otros animales salvajes hasta eludirlos como hacen los toreros, está registrado documentalmente en la cultura minoica, unos 3.000 años antes de Cristo. Además, difícilmente la ética regulará otras tradiciones culturales catalanas y compartidas con la humanidad.
Al final del Paseo de las Ramblas en Barcelona, capital de Cataluña, se halla el llamado Barrio Chino, situado alrededor de la calle de intranquilizante nombre: Conde del Asalto, que auguraba violencia y cachiporras. Hoy ha recibido un nombre más desinfectado: "Nueva Rambla".
En la década del 60, cuando lo conocí, allí se toreaban señoritas, siempre dispuestas al juego de varas, que a sus clientes más habituales les mostraban las fotos de sus hijos y charlaban sobre ellos. Había una comisaría a cargo del inspector Méndez, encargado de recibir el estipendio de la zona. Sus policías temían ingresar a la comisaría por temor a ser robados o golpeados en las escaleras.
Desde la Edad Media fue famoso el Barrio Chino con el que sólo competía el Bajo de Marsella. En el Barrio Chino se negociaba la reventa de la Plaza de Toros. Todo esto era público y abierto. Parte de la cultura popular de "cinco siglos" de crueldad que ahora serán cambiados, según la señora Escoda.
En el puerto que está al lado, en los muelles se asfixian diariamente decenas de miles de pescados que luego de la agonía y muerte abastecen las mesas catalanas. Pulpos, mejillones, almejas, langosta, etcétera, pasan directamente del mar al agua hirviente donde son cocinados. Y la historia de los frigoríficos, las pollerías y los gansos embuchados continúa con sus torturas a los animales sin la preocupación de "Basta".
Acabemos con la lidia de los toros, de la que nunca fue muy entusiasta Cataluña y no recuerdo en mi gastada memoria el nombre de ningún torero catalán, oficio regenteado por andaluces y castellanos.
Al parecer la prohibición es absoluta, pero en Francia y en Portugal se juega con toros, aunque sin llegar a matarlos ni hacerlos sufrir violencia. Uno de los espectáculos de mayor plasticidad que se pueden contemplar es el rejoneo portugués en las plazas de toros de ese país, donde la bestia es desafiada por un jinete que burla permanentemente los embistes del toro sin aplicar el rejón de muerte.
Los caballos portugueses de rejoneo están entre los más bellos y elegantes del mundo. "Y dejas mi deseo en una espada, como el toro, burlado, como el toro".
Francisco Franco no fue muy taurino. El toro es un bicho poderoso. Prefería cazar palomas, codornices y perdices y en un día mataba 200 ó 300 de ellas, contaban los diarios, cuando iba de montería con sus amigos. Pero todos los años asistía, religiosamente, al menos a una corrida especial que se hacía en Madrid. Él al toro lo hubiera matado con un obús.
Aplaudamos el fin de la muerte en el ruedo, generalmente del toro, muchas veces del torero, esa mariposa multicolor que flirtea con el animal.
Un toro de lidia no es un pacífico animal sino un animal salvaje, de estirpe africana, que despanzurra un león en un solo golpe. Los he visto levantar 600 kilos de caballo y jinete para arrojarlos por encima de la barrera del coso.
Basta de corridas, pero sin sumarnos al complicadísimo y delicado problema de las disputas políticas de Castilla y Cataluña que han motorizado esta decisión del Parlamento, como lo reconoce la prensa española. Es que Cataluña es Europa y Castilla, el reducto aún ibérico y bronco de la península española.
Hugo Martínez Viademonte
hugomv@gmail.com