Al final, el general Stanley McChrystal debió abandonar la Casa Blanca. McChrystal ya no tiene permitido el ingreso al "situation room", la sala asegurada contra escuchas donde el equipo de seguridad del presidente estadounidense, Barack Obama, discute sobre la guerra en Afganistán. Perdió su trabajo como el máximo comandante de las tropas estadounidenses en el Hindukush.
En una conversación de media hora, Obama le informó rotundamente a su antiguo general modelo que él y su equipo habían sobrepasado claramente los límites con sus declaraciones despectivas en contra del gobierno en la revista "Rolling Stone".
En medio de una fase delicada de la guerra, Obama tuvo que cambiar a uno de sus principales generales en la dura lucha antiterrorista. Un fuerte golpe para la estrategia en Afganistán del presidente, que de todos modos ya era criticada. Tampoco ayudó que Obama utilizara palabras amigables. Según dijo, la dimisión de McChrystal no tuvo que ver con una ofensa personal.
Sin embargo, no sólo en Washington circuló rápidamente la versión de que, en realidad, Obama está furioso y decepcionado por las expresiones difamatorias de su general, que van mucho más allá de un problema de relaciones públicas.
Hasta el martes McChrystal era considerado un hombre disciplinado y exitoso. Exactamente el hombre que Obama necesitaba en la fase más dura de la guerra, comentó el diario "The New York Times".
El presidente quería establecer en estas semanas los fundamentos para el prometido retiro de tropas en el verano (boreal) del próximo año: desplazar a los talibanes de Kandahar, preparar el gobierno del presidente Hamid Karzai para los tiempos posteriores a la guerra, combatir la corrupción.
Todo con una alianza internacional que se va desmigajando. Obama confiaba en la capacidad de liderazgo de su general, que también era comandante en jefe de las tropas internacionales (Isaf).
Algunas declaraciones poco felices sobre el gobierno y diplomáticos de alto rango que McChrystal y sus allegados manifestaron deliberadamente (o no) a un periodista pusieron de repente a Obama frente a un nuevo comandante en jefe: David Petraeus. Para el presidente representa un dilema, ya que armó toda su estrategia en Afganistán en base a las recomendaciones de McChrystal.
A fines del año pasado, Obama discutió más de diez veces con su equipo nacional de seguridad en la "situation room" acerca de los próximos pasos en el Hindukush. Luego de largas vacilaciones, finalmente decidió hacerle caso a McChrystal y aumentó en 30.000 soldados las tropas.
La condición era que el general lograra para julio del 2011 la retirada de las tropas. Algunos militares estadounidenses de alto rango consideraron irreal este cronograma, también altos funcionarios se mostraron escépticos. Pero McChrystal aseguró hasta último momento que era posible.
McChrystal cambió profundamente la estrategia de las fuerzas internacionales que dirigía en Afganistán. Para Stephen Biddle, un analista de Nueva York, es muy pronto para juzgar si la estrategia impulsada por McChrystal fue un éxito.
"Las pérdidas de los enemigos aumentan, las pérdidas de nuestras fuerzas también, así como las pérdidas civiles, la destrucción general aumenta. Pero si lo logramos, ganaremos el control político de la población y la violencia disminuirá", estima Biddle.
En Kandahar, feudo y símbolo de la insurrección talibana, se opina sin embargo que la nueva estrategia ha sido contraproducente. "Desde su llegada, los combates aumentaron. El gobierno casi no controla nada en Kandahar, hay incluso pocos lugares en donde el gobierno controla algo", estimó Abdul Jalil, un ex funcionario de la municipalidad de la capital homónima de esa provincia.
Tras el escándalo surgen grandes dudas sobre si podrá ser realmente posible. "No hay dudas, éste es un desvío que no necesitábamos en absoluto", citó el "Washington Post" a un empleado de alto rango del Pentágono. La estrategia en Afganistán es todavía correcta, pero ahora es más difícil convencer al respecto al pueblo estadounidense, agregó.
De hecho, los ciudadanos se muestran cada vez más escépticos frente a los esfuerzos en el Hindukush. Entretanto, la guerra en Afganistán ya es más larga que la intervención en Vietnam y el número de soldados muertos acaba de superar los 1.000, una marca psicológicamente importante.
La principal tarea de Obama ahora es volver a organizar su grupo de trabajo para Afganistán, conformado por ministros, jefes de Seguridad y altos diplomáticos. "Esta crisis demuestra nuevamente que el equipo no tira para un mismo lado sino que se insultan entre ellos", opinó Bruce Riedel del Brookings Institute.
Obama pidió a los encargados de Seguridad Nacional que entren en razones. "Es hora de que los implicados pongan fin a sus diferencias de opinión, dejen de lado sus egos y se ocupen de sus trabajos", dijo Roberts Gibbs, portavoz de la Casa Blanca. "No aceptaré una separación interna en un equipo que se ocupa de la guerra", añadió Obama.
Sin embargo, Obama también podría usar este escándalo como una oportunidad. Según los analistas, éste puede ser un buen momento para volver a explicarle al pueblo estadounidense, ya bastante desconfiado, la estrategia para Afganistán.
También podría volver a probar su capacidad de liderazgo, en fuerte entredicho tras la catástrofe petrolera en el golfo de México. Al menos Obama está hablando de continuidad: la estrategia para Afganistán no cambiará bajo Petraeus.