LA MADRUGA, Cuba.- Un antepasado de James DeWolf Perry VI usó esclavos para cultivar café en esta localidad montañosa próxima a La Habana. Las pequeñas plantaciones de azúcar y las malezas llenas de espinas le parecen algo fantasmagórico.
"¿Sientes el fantasma de James DeWolf aquí?", pregunta Katrina Browne, una prima lejana que acompañó a Perry en una visita a un cruel pasado familiar. "Sí", responde Perry, incómodo.
Los dos son descendientes de los DeWolf de Bristol, Rhode Island, la familia que más esclavos trajo al Nuevo Mundo en la historia de Estados Unidos, unos 11.000 africanos entre 1769 y 1820. Los dos dedicaron su vida a denunciar el mal que hizo su antepasado, que llegó a ser el segundo hombre más rico del país.
Ambos vinieron a Cuba en una réplica de la goleta "Amistad" del siglo XIX, que acaba de concluir un recorrido de la ruta de esclavos.
Entre 1790 y 1821 más de 240.000 cautivos africanos fueron traídos a La Habana, según datos de la aduana, incluidos los 53 que se rebelaron en el "Amistad" original en 1839, tomando el barco y navegando a lo largo de la costa estadounidense.
La Corte Suprema estadounidense finalmente los declaró libres y puso fin a un capítulo amargo de una historia compartida por Estados Unidos y Cuba.
Perry y Browne visitaron el pueblo rural de La Madruga, 48 kilómetros (30 millas) al sudeste de la capital, con la esperanza de encontrar vestigios de lo que alguna vez fue una plantación familiar llamada "Mount Hope" (Monte Esperanza).
"Recorrer estas colinas, estos campos que alguna vez fueron suyos, es otra forma de establecer una conexión tangible", expresó Perry, quien trabaja en un doctorado de la Universidad de Harvard en temas del comercio de esclavos de Rhode Island. "No hay forma de disimular la realidad cuando uno ve la tierra".
Browne, quien hizo un documental sobre el intercambio de ron por esclavos que hacían sus antepasados, observó que las palmas que se mecían al compás del viento se parecían mucho a unas dibujadas en el diario de uno de los capataces de la hacienda.
"Es algo diabólico", comentó.
Parte de los terrenos de la hacienda es controlada hoy por las fuerzas armadas cubanas. Pero hay un camino polvoriento recorrido por tractores y carros tirados por caballos que lleva a los terrenos descriptos en los relatos familiares. No hay mucho allí hoy, al margen de los espantapájaros que protegen plantaciones de caña de azúcar y de bananos, junto a los cuales hay algunas vacas. Un poblado vecino se llama Esperanza, pero no se sabe si eso tiene algo que ver con el nombre de la vieja hacienda.
James DeWolf fue dueño de Mount Hope hasta su muerte en 1837. Fue representante de Rhode Island en el Senado nacional. Por más que su estado haya prohibido el comercio de esclavos en 1787, él se benefició enormemente de esa actividad.
La mayoría de los esclavos de DeWolf fue vendida en remates en Carolina del Sur o en La Habana. Si los precios en Estados Unidos bajaban, los hacía trabajar en cinco plantaciones de café cubanas a la espera de que subieran de nuevo. Perry dijo que las haciendas de Cuba generaban muchos ingresos pero que eran una actividad secundaria para DeWolf comparada con el comercio de esclavos.
Estados Unidos prohibió el comercio de esclavos en 1808, pero la correspondencia de la familia Browne indica que los DeWolf siguieron comerciando hasta la década de 1840, a través de Cuba.
Browne escribió y fue codirectora y coproductora de "Traces of the Trade´´ (Rastros del negocio), un documental del 2008 sobre cómo la familia producía ron en una destilería de Bristol y lo canjeaba por esclavos africanos. Descubrió el pasado familiar hace 14 años, cuando su abuela, de 88 años, se interesó en esa historia y ella comenzó a investigar. Descubrió que de niña tuvo ya un roce con el secreto de la familia: una canción que gustaba mucho en su casa, "Adjua y Pauledore", aludía a dos niños esclavos que DeWolf le había regalado a su esposa para Navidad. "Cada cosa que descubría era peor. Contradecía la imagen que tenía de la familia, de gente del norte buena y sensible", manifestó.
Para su documental, Browne contactó a 200 descendientes de DeWolf. Dijo que sólo 60 respondieron. Muchos expresaron temor de que se les pidieran reparaciones. Ella, Perry y otros ocho primos viajaron en el 2001 de Rhode Island a la costa de Ghana y luego a Cuba cubriendo el "Triángulo de esclavos". En Cuba, a fuerza de machete abrieron un camino y llegaron a construcciones de la vieja plantación cubiertas por la maleza. En esa ocasión Browne contrató a un productor cubano y a un equipo de filmación, sacó los permisos necesarios y buscó lugares donde filmar.
Esta vez el gobierno cubano fue más cooperativo, como ocurre toda vez que hay un proyecto que puede hacer quedar mal a Estados Unidos. Las autoridades les dieron a Browne y a Perry permisos especiales para revisar archivos y ambos aparecieron en la televisión local.
Perry y Browne, ambos de 42 años, dicen que no heredaron nada de la fortuna gestada con el comercio de esclavos. Los herederos de DeWolfe dilapidaron la fortuna en apenas dos generaciones. "Por suerte. No hubiera querido descubrir que soy rico por eso", dijo Perry.