Al igual que el nazi Adolf Hitler, Josef Stalin es una figura excluyente a la hora de reflexionar sobre la proyección adquirida durante el siglo XX -el siglo corto a juzgar de Eric Hobswan- por los regímenes totalitarios. Los que siguen son algunos de los juicios que se extraen de la lupa de la historia posada en ellos.
* "Stalin fue una figura trágicamente contradictoria. De una parte, era un hombre de gran inteligencia, un líder con la firme decisión del revolucionario, capaz, también, de entenderse con nuestros aliados de guerra. De otra, era un hombre violento para quien la vida humana no valía nada con tal de conseguir sus propósitos y que creó un aparato estatal monstruosamente arbitrario que envió a la muerte a una multitud de soviéticos inocentes". (Andrei Gromiko, canciller de la URSS durante 37 años de la Guerra Fría, en "Memorias"; Edt. El País-Aguilar, Madrid, 1989, pág. 130)
* "Stalin es un jefe y dictador en el sentido fascista contemporáneo de la palabra. (...) El estalinismo, es decir, el comunismo del período de la construcción, está siendo transformado imperceptiblemente en un tipo peculiar de fascismo ruso. Allí aparecen todas las características propias del fascismo: el Estado totalitario, el capitalismo de Estado, el nacionalismo, el ´liderismo´ y una juventud militarizada...". (Nikolái Berdiáiev, filósofo, en "Los orígenes del comunismo en Rusia"; Edt. Grijalbo, 1972, pág. 140)
* "El terror de la Revolución Francesa estaba dirigido contra los miembros del antiguo régimen, y más tarde contra todos los moderados. Hitler trató de destruir la mayor cantidad posible de judíos y otros ´enemigos raciales´, pero en el caso de Stalin los arrestos y las ejecuciones fueron mucho más arbitrarias y casuales. Las únicas conspiraciones contra el régimen estalinista (como factores que legitimaban el terror) fueron las imaginadas por Stalin: ni siquiera existía una oposición potencial contra Stalin. Muchos, probablemente la mayoría de las víctimas, eran partidarios del propio Stalin. Casi no hubo resistencia contra su máquina de terror, ni la Vendée (N. de la R.: región rural de Francia que se sublevó contra decisiones de la Revolución Francesa) ni conspiración como la que organizaron altos oficiales alemanes contra Hitler en 1943/1944. El terror estalinista tuvo diferencias esenciales con la práctica terrorista del fascismo. Los partidarios del Mussolini ciertamente aplicaron medios violentos antes de la marcha sobre Roma. Pero una vez que Il Duce asumió el poder se ejecutó por razones políticas sólo a un puñado de personas en 20 años, y la cantidad de exiliados se elevó a centenares". (Walter Laqueur en "Stalin. Revelaciones"; Edt. Vergara, Buenos Aires, 1991; págs. 79, 80 y 83)