"El cadáver de Evita es el primer desaparecido de la historia argentina. Durante 15 años nadie supo en dónde estaba. El drama fue tan grande que su madre (Juana Ibarguren) clamaba de despacho en despacho pidiendo que se lo devolvieran. Y murió en 1970 sin poder averiguar nada. No sabía -nadie o casi nadie lo sabía- si la habían incinerado, si lo habían fondeado en el fondo del Río de la Plata. Si la habían enterrado en Europa... A diferencia de los cadáveres desaparecidos durante la última dictadura, que ruegan por ser enterrados, el cadáver de Evita pide ser ofrecido a la veneración. De algún modo, en ´Santa Evita´ hay una especie de conversión del cuerpo muerto en un cuerpo político".
"Me tomé un año sabático para escribirla (´Santa Evita´). Mi mujer me mantenía con sus clases, lo llamó ´la beca Santa Evita´. Estábamos llenos de deudas, debíamos 10.000 dólares al editor de Seix Barral y, cuando terminé, dijimos: ´Si al menos nos alcanzara para pagar...´. No sabía... Escribes en definitiva para ti mismo, no para el lector, para encontrarte contigo mismo, como un modo de reconocerte en lo que desconoces. La escritura es un juego en el que apuestas por el descubrimiento de la vida que hay en ti y no sabes que está ahí".