"No, ésta no era la pesadilla. Era la realidad. Adán Góngora ha sido encargado de la deteriorada seguridad pública y ha hecho sentir sus métodos inmediatamente.
-Todos somos cadáveres por venir -ha sido su primera y macabra declaración a la prensa.
¡Quién lo viera! Góngora es un hombrecito gordo y chaparro con cara de jamón cocido y peinado de prestado cubriéndole la calva. La gorra lo hace ascender un par de centímetros. Se niega, en cambio, a usar tacón cubano. Se ufana de que con estatura tan baja tenga poder tan alto. Ha sido nombrado para imponer una semblanza de orden en el creciente caos de la República.
Hace declaraciones contundentes:
-Todos sabemos que la seguridad nacional es insegura. Las fuerzas del orden se alían fácilmente con las fuerzas del desorden. Los policías ganan sueldos de miseria. Los criminales les multiplican el sueldo. De tres mil pesos mensuales a trescientos mil, ¿qué tal? El Ejército nacional hace labores impropias de la fuerza armada. Es un Ejército. Es un Ejército dedicado a labores de policía y derrotado por los criminales, mejor armados que ellos, ¿qué tal?
Y aquí viene la solución de Góngora:
-Yo haré una limpia de las fuerzas del orden. Menos policías y mejor pagados. A ver si así... ¿Qué tal?
A ver: ´Todos somos los cadáveres por venir. ¿Qué tal?´.
Su puesto le permite a Góngora entrar en sociedad. Recibe invitaciones. Las hace. Todos quieren que Góngora los proteja. Hasta mi suegro el Rey del Bizcocho le ofrece una cena al diminuto policía.
-Póngale cojines en la silla para que alcance la sopa -le sugiero a mi suegro, quien no desconoce mi mala opinión de Gón-gora.
-Ah qué este Adancito tan guasón -guasea el Rey del Bizcocho".
(Tramo de "Adán en Edén", de Carlos Fuentes. Ed. Alfaguara, Bs. As., noviembre del 2009, págs. 83-84)