Por P. Mgt. ALBERTO G. BOCHATEY, OSA (*)
Desde la publicación del "Material de formación de formadores en educación sexual y prevención del HIV/sida" por parte del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología y del Ministerio de Salud, ambos de la Presidencia de la Nación, se han suscitado algunos debates a raíz de los contenidos del mismo.
Es bueno recordar que debatir sobre el contenido de un manual no es poner en tela de juicio ni la ley 26150 de Educación Sexual Integral (ESI) ni los lineamientos curriculares respectivos del 29 de mayo de 2008. Simplemente es ejercer el derecho de todo ciudadano de pensar críticamente las intervenciones del Estado, especialmente en el ámbito de la educación y más aún en el tema de la sexualidad.
La educación de la sexualidad integral debe tender a la realización del hombre, varón y mujer, a través del desarrollo de todo su ser y de los dones de naturaleza y gracia con que ha sido enriquecido por Dios. Es por ello que cuando de educación se habla, se lo hace apuntando a la integridad de la persona. La educación atañe en primer lugar a la familia. Son los padres quienes tienen el derecho y el deber de orientar sexualmente a sus hijos conforme a su concepción de vida. La escuela deberá insistir y completar la obra de los padres.
"De este modo la Iglesia reafirma la ley de subsidiariedad que la escuela tiene que observar cuando coopera en la educación sexual, situándose en el espíritu mismo que anima a los padres". (1)
Cuando se habla de educación sexual, no puede estar sino referida a una educación integral, y como ésta debe partir de la concepción misma del ser humano como persona.
"Es absurdo, contraproducente y antieducativo identificar la educación sexual con los meros aspectos técnicos y científicos, sin integrarlos y subordinarlos a los aspectos antropológicos más profundos, como son el papel de la sexualidad en la madurez e integración personal del yo, la apertura al tú y al encuentro interpersonal". (2)
Es deseable que las autoridades del gobierno mantengan el pluralismo propio de las familias de nuestro país y que envían confiadamente sus hijos a la escuela tanto de gestión pública como privada. Hablar de "promover nuevas visiones (?) que ayuden a desnaturalizar lo que aparece como obvio" (pág. 13), de "construcciones simbólicas de sexualidades" (pág. 25), de "dimorfismo sexual (?) sobre la que se construyen las producciones culturales y políticas de lo masculino y lo femenino" (pág. 85) y de muchos otros conceptos provenientes de la ideología de género sin mediaciones y debates parece, al menos, muy descontextualizado y sorprendente.
Cuando luego estudiamos los "Lineamientos" encontramos que para los 12 años de escolaridad de nuestros niños nunca se mencionan las palabras "matrimonio" y "amor" ni se relaciona la palabra "vida" con la actividad sexual, una sola vez la palabra "madre", ninguna vez la palabra "padre", 72 veces la palabra "derechos" y ninguna la palabra "deberes", 17 veces la palabra "diversidad", 56 veces la palabra "construcción/desconstrucción", etcétera.
Todo esto nos lleva a participar en el diálogo ciudadano con propuestas positivas y proactivas, ayudando al gobierno a que cumpla su rol subsidiario y plural, con el aporte de nuestra visión de la sexualidad como verdadera educación para el amor. Es un derecho y una obligación.
(*) Licenciado en Teología Moral (especialidad en Bioética) y máster en Bioética por la Pontificia Universidad Lateranense, Roma, Italia. Vicepresidente del Instituto para el Matrimonio y la Familia y directivo del Instituto de Bioética de la Universidad Católica Argentina (UCA)
(1) Familiaris Consortio Nº 37
(2) "Educación y proyecto de vida" Nº 48