Hace algo más de una década se publicó en Francia un ensayo que generó interesantes polémicas: "Elogio de la traición. El arte de gobernar por medio de la negación", de Denis Jeambar e Yves Roucaute.
Editado en la Argentina por Gedisa, el ensayo defiende la convicción que, en el campo de la política, la "traición" suele revelar un saludable pragmatismo ante las mutaciones del juego propio de la historia.
"No traicionar -señalan Jeambar y Roucaute- es perecer: es desconocer el tiempo, los espasmos de la sociedad, las mutaciones de la historia. La traición, expresión superior del pragmatismo, se aloja en el centro mismo de nuestros modernos mecanismos republicanos. La traición es la expresión política - en el marco de las normas que se dan en la democracia- de la flexibilidad, la adaptabilidad, el antidogmatismo; su objetivo es mantener los cimientos de la sociedad, en tanto el de la cobardía criminal es disgregarlos. En este universo ultramoderno en el que se impone lo efímero, la política debe hacer gala de una gran elasticidad para conservar las relaciones necesarias entre los individuos, átomos inquietos del cuerpo social, e intervenir en los conflictos de intereses sin cometer excesos. Todos los factores concurren para hacer del hombre en el poder un ludión inasequible, capaz de encarnar las múltiples contradicciones de los gobernados. En un universo de complejidades crecientes, la rigidez provoca grietas, mientras que el pragmatismo permite enfrentar los obstáculos, sortear las dificultades, superar los bloqueos.
Frente a una ciudadanía cuyo nivel de formación e información aumenta sin cesar, la autoridad no proviene del ´diktat´ sino de la intuición de las transformaciones en curso, las reivindicaciones que se levantan, las fuerzas nuevas que surgen...".