Por GABRIEL RAFART
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Hace un año el politólogo Edgardo Mocca señalaba la particular realidad del vicepresidente Julio Cobos: "Es el potencial líder de un radicalismo sin liderazgos; expresa el consenso de una sociedad fatigada por la extraordinaria conflictividad de los últimos meses; es la principal espina en los zapatos del gobierno".
Cada uno de esos rasgos fue amplificado por la oposición mediática y política abonando un sentido común político: la Argentina dispone de un líder de reemplazo no sólo para ese radicalismo en reconstrucción, también para las lides electorales del año 2011 y, finalmente para el caso en que anticipadamente le llegara la hora del ocaso al gobierno de Cristina Fernández.
Paradójicamente la fuente de legitimidad de ese liderazgo está limitada a un acto de deslealtad institucional. Lo mismo en sus actos recurrentes de contrariedad al gobierno del que forma parte.
Pero el sentido común de la política dice que hay un líder que espera su oportunidad. Y como todo liderazgo supone la presencia de un carisma. Ciertamente, un carisma extraño para un hombre político que llegó tarde a la misma actividad política, prestigiado por su rectorado universitario.
Que su elección como jefe de gobierno de Mendoza surgió en un contexto de fuertes disputas al interior de la UCR mendocina. Beneficiado a su vez por los inicios de esa fallida estrategia de la transversalidad montada por el primer Kirchner del 2003.
Hablamos de un liderazgo que fue doblemente desleal, a su partido madre y a la institución presidencial. Que por si fuera poco nada nos dice de efectiva transgresión programática. Tampoco de una voz poderosa con propuestas.
En todo caso estamos frente a un líder sin partido, con estrategias propias de los dirigentes de aquellos partidos que se conocen como "atrapatodo". Es que su voz sólo repite lo que cree querer el hombre común con pocas inclinaciones por lo público.
En Cobos hay una voz que procura sólo la diferencia en sus "invitaciones" a su despacho del Senado. Antes de las elecciones no hubo figura en lucha con el gobierno que no aceptara sus convites. Sólo Elisa Carrió evitó compartir una foto común. Se construyeron imágenes de quien parece conocer del arte de la persuasión. De allí que su repertorio político parece contar con una sola palabra: "consenso".
Es curiosa la construcción del Cobos líder, porque por fuera de aquella palabra repetida hasta el cansancio opera la levedad de las indefiniciones. Como tal, su carisma es de situación.
Un carisma que, como bien refiere el italiano Angelo Panebianco, hace a la emergencia de una personalidad y poco nos dice de la producción simbólica siquiera de una nueva identidad cultural, social y política sino que se expone como la alternativa, en gran medida excluyente, para una realidad que es preciso dejar atrás.
El carisma de situación de Julio Cobos está llevado por fuerza de las circunstancias que han producido "otros".
Ese "otro" sigue siendo el gobierno del que él es su vice. Seguramente sin este gobierno los caminos abiertos para el vicepresidente estarán cargados de mayor levedad.