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  Domingo 01 de Marzo de 2009  
 
 
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  ENTREVISTA: CARLOS VILAS
  “No hay que buscar muy lejos la causa de los linchamientos”
Recrudece en América Latina una forma brutal de buscar justicia por mano propia ante la falta de legitimidad del Estado entre los sectores más humildes. Carlos Vilas, que lleva más de 30 años investigando el tema, desmenuza la naturaleza de este proceso.
 
 
 
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–En noviembre del 2007 estaba en Bolivia listo para volver a la Argentina desde La Paz. En el viaje en taxi que me llevaba al aeropuerto vi a mucha gente en un descampado. Gente humilde. El taxista me explicó que horas antes ahí habían linchado a cuatro ladrones, algunos de ellos peruanos. Los habían quemado dentro de un auto. Por su celular, el taxista me hizo hablar con Pedro Tinto, un colega suyo al que habían asaltado los linchados. “Y –me dijo Tinto–, la gente se defiende así. Qué quiere que le diga... son unos muertos más muertos así”. Luego me enteré de que en el 2007, sólo en La Paz y alrededores, hubo 34 linchamientos. Fue investigando estas cuestiones que me encontré con sus trabajos sobre linchamientos y descubrí que en América Latina el linchamiento no es una cultura cuyas raíces se hundan en el pasado más profundo como generalmente se cree. Ahora usted…–Yo sostengo, luego de trabajar durante muchos años en el tema, que es cuestionable; incluso califico de pretendida la fundamentación del linchamiento en un supuesto derecho tradicional, algo que viene del fondo del pasado, lo cual no excluye que los pueblos originarios no tuvieran formas de castigo, aunque no letales. Los casos de linchamientos y muertes no forman parte de esas culturas, aunque haya habido linchamientos. En mi consideración, la recurrencia de los linchamientos en los últimos 30 años en México, Guatemala, Bolivia, Perú y algunas otras regiones del continente, siempre destinados a sancionar faltas, para mí son expresiones de ira relacionadas con situaciones de crisis y rupturas. Por supuesto que los linchamientos son expresiones multicausales, pero cuando uno investiga en función de explicarse qué pasa en estas comunidades que linchan, muchas de ellas indígenas, presentadas siempre como comunidades paz, resignadas, etcétera, que de golpe estallan y matan... mi respuesta es que son comunidades tremendamente afectadas por los cambios macroeconómicos y macrosociales de los que han sido blanco, cambios que las degradaron. A esto se suma que desde la propia dialéctica histórica se las llevó a aprender que la violencia se tornó habitual como método para buscar la resolución de problemas… la guerrilla de los ’60/’70, más acá, y en Perú, Sendero Luminoso, la violencia de las dictaduras. En todos esos países hay dos generaciones largas que vieron y sufrieron ese método. Son pueblos a los que la historia o, mejor, el Estado, ha situado en condición de indefensión ante todo: la pobreza, el delito, la impunidad del poder político o no. De ahí mucho de la espontaneidad con que reaccionan y van al linchamiento.–Espontaneidad. ¿Ése es el caso del linchamiento y la muerte de Altamirano, el alcalde de Ayo Ayo, en Bolivia?–De ése y de muchos linchamientos. En el caso que usted menciona, la espontaneidad vino mezclada con instigación y se encontró bien abrevada por el disgusto, el hartazgo a que había llegado esa población de no más de 6.000 habitantes ante la imposibilidad de lo que en uno de mis trabajos defino como “frustración ante la aparente imposibilidad legal de liberarse de un mal alcalde”. La instigación vino desde opositores políticos a Altamirano, funcionarios de la alcaidía a los cuales él había denunciado, propietarios de tierras y otros factores de poder local. Pero la instigación pudo darse por el estilo de ejercicio del poder por parte de Altamirano: mal manejo de fondos, arbitrariedad en el manejo de dineros nacionales, no rendir cuentas sobre la ejecución del presupuesto... un estilo que había sido denunciado y en virtud del cual en marzo del 2003 el Consejo Municipal lo había destituido. Pero el gobierno nacional lo respaldó, era un plano del poder donde él gozaba de cierta protección, especialmente de planos del Senado vinculados con la asignación de fondos nacionales a los municipios.–En realidad, quien sigue el caso de Ayo Ayo bien puede llegar a la conclusión de que el linchamiento de Altamirano bien vale el título de “Crónica de una muerte anunciada”.–En alguna medida sí, porque en marzo del 2002 la gente le incendió la casa e intentó lincharlo, pero huyó a La Paz, desde donde siguió gobernando el municipio. Un año después fueron a buscarlo y lo llevaron a Ayo Ayo. Lo torturaron y golpearon durante más de 10 horas, lo ataron a un poste en la plaza central y lo quemaron. Lo interesante de este caso es que Ayo Ayo quedó vaciado de presencia del aparato del Estado nacional durante varios días. La policía nacional huyó y también los funcionarios de otras agencias nacionales. Ayo Ayo quedó así en manos de la gente.–Cuando el linchamiento obedece a causas políticas, como en Llave, Perú, donde también asesinaron al alcalde…–...un mes antes del caso de Ayo Ayo. En ese comienzo de siglo, tanto en Perú como Bolivia hubo varios casos de linchamiento, o intentos, contra alcaldes.–Entonces, desde el imaginario de los que linchan, desde lo figurativo, ¿a lo que linchan es al Estado?–Un Estado deslegitimado para quienes linchan. Éste es un tema central a la hora de reflexionar sobre estos procesos porque, desde su mirada, el Estado es el que aparece siempre, por aquí o por allá, con mañas o sin mañas, protegiendo lo peor, lo que los afecta: funcionarios corruptos, ladrones, asesinos, etcétera, etcétera. En el trabajo incluido en el ensayo que publiqué en “Desarrollo Económico” digo que, de cara a los linchadores, el Estado representa a quien “retarda o deniega la administración de justicia, abusa de la gente honesta, ampara a los infractores y deja sin atención ni protección a los necesitados y los honestos”. De ahí que para esa gente el Estado esté deslegitimado. “Si no me protege, si está siempre lejos de mí, bueno, yo voy por las mías y mato a quien me roba, me engaña...”.–Pero no es un razonamiento individual…–Puede ser individual pero ante determinado hecho, una violación, por caso, ese razonamiento es asumido por cientos. Pasa a ser una decisión del conjunto. De ahí que el linchamiento siempre sea una acción colectiva en el marco de un Estado deslegitimado.–Tenemos en claro lo que implica un Estado deslegitimado. Por deducción puede aventurarse que la acción de linchar podría ser neutralizada por un Estado legitimado. ¿Cuál es la condición que definiría esa legitimación? O el término, en todo caso.–En mis investigaciones trabajo el tema desde la idea de equilibrio, el Estado visto como el factor que equilibra entre lo que la sociedad entrega a lo que podemos llamar el “conjunto social” y lo que el Estado entrega. O sea, es una relación que hace a la justicia y la reciprocidad... el Estado deslegitimado genera vacío institucional; un Estado legitimado, no. La acción de linchar puede así ser encuadrada como una respuesta de naturaleza sustitutiva de las funciones del Estado que por su deslegitimación genera vacío institucional.–¿Usted habló en alguna oportunidad con gente que haya participado en linchamientos?–Sí, fundamentalmente en el curso de mis investigaciones en México y con la discreción debida, claro. Gente de pueblos en los que se había linchado o intentado linchar a alguien por ésta o aquella razón.–¿Cómo se referencian con lo que hicieron? Especialmente cuando se cumplió en muerte...–En México, del centenar de linchamientos que yo investigué, un 53% terminó en muerte mientras que un 43% fue interrumpido, en general por intervención de alguna autoridad policial o de otra naturaleza. Estos índices hablan a las claras de la decisión, por parte de quienes linchan, de actuar con extrema severidad.–En medio de la dialéctica furiosa que implica el linchamiento, ¿nunca surge la racionalidad que implica el paso atrás, desistir? –Muy poco. Siempre tomando los casos mexicanos con los que estudié, sólo encontré dos casos de desistimiento, o sea, una posibilidad muy residual.–Vayamos a lo hablado en México…–Son diálogos complicados, muchas medias palabras…–...como“Lituma de los Andes”, de Vargas Llosa: miradas esquivas, palabras entrecortadas, silencios…

–Claro. Lo que yo detectaba rápidamente era que nadie de los que habían participado en linchamientos en forma más o menos activa reconocía que el objetivo era matar; se trataba de asustarlo, de castigarlo hasta determinado punto. Pero cuando me puse a deconstruir la operatoria de los hechos saltó claramente que los métodos que aplican son tan drásticos que la muerte está ahí. Es incluso un juego muy perverso... a la víctima le ponen la soga, la suben, cuando comienza a patalear la bajan, le siguen pegando, la suben de nuevo y entre sube y baja de repente se les murió hasta por un paro cardíaco. Está claro que hay métodos más terminantes: quemarlos, por ejemplo. Pero más habituales son los golpes. En el 54% de los casos mexicanos de linchamiento, la muerte llegó por golpes y sólo en el 13% por armas de fuego.

 

El elegidoCarlos María Vilas es abogado egresado de la Universidad Nacional de La Plata y doctor en Derecho por la UBA. Ha desarrollado una dilatada carrera docente en varias de las más prestigiosas universidades de América Latina, Europa y Estados Unidos (entre ellas, la Universidad de Buenos Aires, Complutense de Madrid, Autónoma de Barcelona, Nacional Autónoma de México, Autónoma de Santo Domingo, Autónoma de Honduras, Columbia University, Duke University, Lund Universitet, Florida University y Universidad Centroamericana). Impartió seminarios y conferencias como profesor invitado en Cambridge, Yale, Massachusetts Institute of Technology, Stanford, New York University, University of the Philippines, Universidad Central de Venezuela, El Colegio de México y la Universidad de Costa Rica. Debido a sus investigaciones en el campo del Derecho ganó el Tinker Research Fellowship (Pittsburgh University, 1977-78), el Fullbright Scholar in Residence Award (University of Florida at Gainesville, 1987), el Research Fellowship (Duke University, 1988), el Edward Larocque Tinker Professorship (Columbia University, 1993) y el Distinguished Professor in InterAmerican Studies (University of South Florida 2004). Desde 1990 hasta 1997 fue investigador titular en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es autor y coautor de 22 libros publicados en castellano, inglés, turco y portugués y de más de 250 artículos en revistas académicas y profesionales de Argentina, América Latina, EE. UU., Europa, Asia y Canadá.

Es el único autor latinoamericano incluido en la antología sobre revoluciones y cambio político de la International Library of Comparative Politics and Government (1996) y en la Encyclopedia of Political Revolutions del Congressional Quarterly (Washington DC 1998). En diciembre del 2004 la revista francesa “Le Nouvel Observateur” lo incluyó entre los “25 grandes pensadores del mundo”. Es vicepresidente de la Asociación Americana de Juristas (Rama Argentina).

Entrevista: carlos vilas

 –¿No resulta extraño que siendo México un país con mucha cultura de armas de fuego en el linchamiento se mate más por palizas, por golpes?–Esto tiene en parte su explicación en que en la paliza participan muchos, lo cual implica tornar más indiferenciados a los autores. De los diálogos que mantuve en México siempre surgía que nadie se sentía responsable de la muerte: “Yo le pegué una trompada”... se mata por efecto agregado, con lo cual nadie se siente responsable directo del hecho.–¿Fuenteovejuna?–Algo de eso. Permítame leer uno de mis trabajos donde digo que la golpiza, al hacer más indiferenciado al autor, “refuerza una dimensión colectiva que favorece en el imaginario de los linchadores la idea de que es la ‘comunidad’, ‘la gente’, ‘el pueblo’ el que comete el linchamiento, al mismo tiempo que opaca el involucramiento individual”. Mire, después de los linchamientos sucedidos en Zapotitlán, uno de los detenidos por el hecho declaró: “Nosotros no hicimos nada, los culpables son los pueblos”. Otro señaló: “Los pueblos hicieron bien en atacar a los asaltantes, pero nosotros estamos aquí encerrados”.–Los términos en que usted comienza la descripción de lo sucedido en ese pueblo mexicano tiene mucho de literatura: “Extraños frutos colgaban de los árboles esa mañana de domingo en Zapotitlán, estado de Guerrero. El revoloteo de los zopilotes, el mosquero zumbante, el amontonamiento de la gente”… orillando el realismo mágico.–¡Gracias!, pero con más de realismo que de mágico, porque de los árboles colgaban cinco cadáveres, tres ladrones y dos parientes de ellos que habían ido a retirar los cuerpos y también resultaron linchados.–Cuando la responsabilidad de los linchamientos se esfuma en el conjunto…–...conjunto que pueden ser miles. Ése fue el caso del linchamiento de Robles, el alcalde de Llave, Perú, en el 2004. Ahí participaron no menos de 3.000 personas. No todas le habrán pegado, pero fueron partícipes del hecho.–¿Cómo puede operar el Derecho Penal ante esa indiferenciación de los autores?–Se hace muy difícil enjuiciarlos porque el Derecho Penal es un derecho individualizado, salvo que apele a la asociación ilícita. Pero como en los linchamientos hay mucho de participación espontánea, la aplicación de esa figura también es compleja.–Tengo la impresión de que a medida que se explora la acción de linchar se abre un universo antropológico, etnográfico, sociológico. Usted, en uno de sus ensayos, dice que en general el linchamiento es violencia de pobres contra pobres…–Bueno, sí, sí, desde lo social no hay diferencias sustanciales. También he llegado a la conclusión de que la única diferencia radica en dónde están situados unos y otros, es decir, ser victimario o ser víctima; en otros términos: generar violencia o sufrirla. Esto diferencia más que la inserción social, ocupacional, etcétera. El linchamiento es...• Acción colectiva. Involucra como sujeto activo a una pluralidad de individuos en la que se subsumen sus identidades particulares. Es en este sentido específico, más cualitativo que meramente cuantitativo, que el linchamiento es ejecutado por una muchedumbre. El grupo borra las identidades particulares de sus integrantes. El linchamiento puede apoyarse en una organización previa permanente (aldea, comunidad) pero como modalidad específica de acción implica una organización puntual de baja organicidad orientada al hecho específico del linchamiento y usualmente desaparece tras él. • Acción de carácter privado e ilegal. Es ejecutada por individuos que no cuentan con una autorización o delegación de autoridad institucional formal: implica por lo tanto una violación de la legalidad sancionada por el Estado. Esto diferencia el linchamiento de acciones ejecutadas por vigilantes u otros grupos de personas a quienes las instancias institucionales delegan facultades punitivas o represivas.• Consumada o no en la muerte de la víctima. El acto del linchamiento puede verse interrumpido por razones variadas (por ejemplo, intervención policial o de familiares de la víctima o fuga de ésta), pero siempre implica, por lo menos, un severo castigo físico.• En respuesta a acciones de la víctima o imputadas a ella. El linchamiento se presenta usualmente como una reacción directa a una ofensa de la que los linchadores se agravian. Esto implica que el lapso que media entre la ofensa y la reparación es usualmente breve; sugiere asimismo la ausencia de la figura de la premeditación del derecho penal y enfatiza en cambio los ingredientes de espontaneidad.

• Inferioridad numérica de la víctima. Otorga a los linchadores impunidad y diferencia al linchamiento de

otras formas de violencia privada en esos mismos escenarios sociales; por ejemplo, enfrentamientos entre comunidades. Llamar la atención sobre la inferioridad numérica de la víctima evita incurrir en discusiones poco relevantes respecto de cuán multitudinaria debe ser la muchedumbre que lincha.  

(Carlos María Vilas en “¡(In) justicia por mano propia: linchamientos en el México contemporáneo”, Revista Mexicana de Sociología, enero-marzo del 2001)

   
CARLOS TORRENGOcarlostorrengo@rionegro.com.ar
   
 
 
 
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