Los iraníes gritaban "independencia, libertad, República Islámica" durante la revolución que derrocó al régimen imperial hace 30 años, pero la búsqueda de la libertad y la democracia no ha alcanzado su objetivo. Los veteranos de esa época destacan el cambio luego del "despótico" reinado del Sha, que terminó el 10 de febrero de 1979. Están orgullosos de la verdadera independencia que logró su país.
Para numerosos conservadores, Irán es un Estado ideal donde el pueblo elige a sus representantes e incluso, en forma indirecta, a su guía supremo, el ayatollah Ali Khamenei. Pero los moderados y reformistas lamentan la excesiva influencia que según ellos ejerce el Consejo de los Guardianes de la Constitución, que tiene el poder de "filtrar" a los candidatos a las elecciones y de impedir que una ley sea aprobada. "Nosotros tenemos elecciones, pero hay intervenciones que afectan el carácter republicano del sistema", dijo el religioso reformista y ex presidente del Parlamento Mehdi Karubi. Según este dignatario, el consejo "extendió considerablemente su control" en este sentido.
El organismo de 12 miembros depende del guía supremo, quien designa a seis religiosos y aprueba a seis expertos jurídicos. Estos últimos son presentados por el jefe del poder judicial, nombrado directamente por el ayatollah Khamenei. Por ejemplo, esta instancia descalificó a miles de candidatos reformistas para las elecciones legislativas del 2004 y rechazó numerosas leyes aprobadas por el parlamento reformista entre el 2000 y el 2004. Los conservadores aprecian ese papel, pues "las personas incompetentes y los laicos no deberían llegar al poder", declaró Asadolá Badamshian, vicepresidente del Partido de la Coalición Islámica, una organización conservadora. También rechazó las críticas sobre la falta de libertad, comparándola con la época del Sha, quien lo hizo encarcelar por disidente.
Sin embargo, en los hechos numerosos partidos no islámicos, marxistas o liberales están prohibidos. Incluso candidatos de partidos que desempeñaron un papel clave en la revolución son rechazados sistemáticamente. La prensa sufre numerosos ataques. Hay periódicos suspendidos y periodistas juzgados, acusados de perjudicar la seguridad nacional, de insultar a la religión o el sistema. Regularmente, estudiantes y defensores de los derechos humanos o de minorías étnicas son objeto de acusaciones similares. La televisión es un monopolio del Estado. "Nosotros no tenemos la libertad que queríamos -se lamenta el disidente Ebrahim Yazdi-. Las libertades fundamentales inscriptas en la declaración de derechos humanos, las convenciones de la ONU y nuestra propia Constitución no son respetadas", declaró.