Hansi Krauss nació el 29 de abril de 1963. Nació en una de las dos Alemanias de la Guerra Fría.
Creció sacudido por relatos y recuerdos de un país cargado de herencias guerreras. Y desde muy pequeño se interesó por la fotografía. Miraba diarios y revistas. Recortaba y pegaba. Juntaba y juntaba hojas y hojas.
Un día tuvo una Leica. Cámara vetusta con leyenda larga: Guerra Civil Española, Segunda Guerra Mundial, Corea y vigente hasta muy avanzada la hemorragia de Vietnam.
La cámara de Robert Capa.
Quizá por influencia de un padre dedicado a la ciencia, al poner proa rumbo a la adolescencia Hansi Krauss se enamoró de la medicina. Y creyó que la medicina era su destino. Pero a los 18 años, a poco de andar por los claustros cursando anatomía, se replegó hacia su otro amor: la Leica.
Leica que ya era también una Cannon y una Nikon.
Y se largó a trotar por Europa primero. Luego, por donde lo llevaran los vientos que agitaba su inquieto espíritu. Su sed de aventura. La adrenalina de sus cámaras. Su febril ir e ir.
En 1989 crujió Europa. Y él estuvo en el ojo del crujido, en su simiente: Berlín. Ahí, en la noche del muro perforado por la libertad. Ahí, a caballito de un muro que se desplomaba a mazazos de éste y aquel lado. Mazazos de unos y otros alemanes.
-Esa noche me topé con la historia? saqué cientos de fotos. Donde apuntaba había una historia particular dentro de la inmensa historia que se estaba construyendo -comentaría tiempo después Hansi Krauss.
Para aquellas jornadas ya estaba en la agencia berlinesa de Associated Press, donde ha dejado un recuerdo muy intenso. Por su estilo de trabajo. Por la amistad que generaba. Por su gorra con visera en la nuca.
Y Hansi Krauss fue a cubrir el salvaje desmembramiento de los Balcanes. También violentos días del siempre caliente Medio Oriente. Y a mediados del ´93 estuvo en Somalia.
Allí lo mató un balazo de AK-47. Fue el 12 de julio de aquel año.