Aunque a veces se confunden, la pobreza y la desigualdad no son fenómenos equivalentes. Un país donde todos o casi todos viven con un dólar es muy igualitario pero muy pobre. Esa descripción se aplica muy bien a la mayor parte de los países de África, que es la región más pobre del mundo. En cambio, un país en el que el 10% de la población se lleva el 90% de los recursos puede tener un buen ingreso per cápita promedio pero al mismo tiempo ser muy desigual.
Nadie tiene en la práctica ese ingreso promedio porque una gran mayoría está por debajo y una minoría está muy por arriba. Así es América Latina, la región más desigual del mundo. Para medir la desigualdad, en el mundo (también en la Argentina) se ha generalizado el uso de un coeficiente denominado Gini. Es un número entre 0 y 1; el 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y el 1 se corresponde con la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás, ninguno). Para darnos una idea de la situación argentina, en el 2007 el índice Gini nos colocó como el vigésimo noveno país más desigual del mundo de un total de 122, con un índice Gini de 0,483. El país más desigual del mundo fue Namibia, con un índice de 0,707 y el más igualitario, Suecia, con un índice de 0,230. En América Latina el más desigual fue Bolivia (0,592) y el más igualitario, Uruguay (0,452).