Como un caprichoso espejo invertido, Cristina Fernández protagonizó en su primer año de gobierno un proceso inverso al liderado por su antecesor y marido, Néstor Kirchner, en cuanto a los niveles de popularidad y a la situación económica del país.
Él vio aumentar el apoyo de la población de la mano de la consolidación del crecimiento económico de la Argentina y el alejamiento de la virulenta crisis del 2001.
Ella presenció, en cambio, la dilución repentina del capital político del oficialismo y observó con pesar cómo la situación financiera se ensombrecía progresivamente.
Ambas caras de la era K guardan, en realidad, una conexión profunda, ya que Cristina Fernández cargó desde un principio con el desgaste que había heredado de cuatro años de gestión kirchnerista frente a una sociedad que rápidamente intuyó que su administración expresaba más continuidad que cambio.
El enfrentamiento con el sector agropecuario aceleró la erosión y eyectó del gobierno a la incorporación más novedosa de su gabinete: el ministro de Economía Martín Lousteau. Además, se produjo un quiebre con el vicepresidente Julio Cobos, quien desde entonces se transformó en un referente opositor.
El vigoroso crecimiento, con tasas del ocho por ciento, sufrió primero las consecuencias del conflicto con el campo y luego, las perspectivas de la crisis internacional y la consecuente caída de los precios de las materias primas.
La pelea con el campo, punto de inflexión
Hasta el desenlace de la crisis agropecuaria, Néstor Kirchner tuvo un papel protagónico desde la jefatura del PJ y luego se replegó detrás de escena. Paralelamente, el debilitamiento de los sondeos empujó a un repliegue defensivo hacia la ortodoxia justicialista, que hizo crujir la alianza con los sectores llegados desde el progresismo.
La recuperación de la confianza en las clases medias urbanas parece una causa perdida. El oficialismo espera las elecciones del año próximo con la esperanza de resistir en el piso histórico del PJ, en torno del 30%.
En el anochecer del primer año, el poder gubernamental se asienta en un puñado de socios y aliados del mundo económico, la CGT, el PJ y los vínculos fluctuantes con los gobernadores.
En sus primeros doce meses, las buenas noticias fueron escasas para la presidenta. La crisis financiera obligó a postergar el pago del Club de París y el nuevo acuerdo con los bonistas que habían quedado fuera del canje de la deuda.
Problemas de Miami
El juicio abierto en Miami a partir de las confesiones de Guido Antonini Wilson, quien intentó ingresar al país una valija con 800.000 dólares, volvió a ensombrecer las relaciones con Estados Unidos. Así, su intención de mejorar la política exterior enfrentó más obstáculos que espaldarazos.
La incorporación de Sergio Massa a la Jefatura de Gabinete como reemplazante de Alberto Fernández, el inconfundible articulador de la gestión kirchnerista, marcó el mayor rasgo de renovación de la última etapa de administración de Cristina Fernández. Pero la voluntad de Massa chocó repetidas veces con límites internos y externos.
Los homenajes a Raúl Alfonsín por los 25 años de la recuperación democrática y por el 30º aniversario del acuerdo que evitó el conflicto con Chile por el Beagle mostraron una faz positiva que entregó una mirada de mayor amplitud del proceso político.
Este 10 de diciembre, Cristina Fernández de Kirchner cumplió apenas el primer año de gobierno de un mandato de cuatro.
Por delante el tiempo todavía es generoso para revertir los tropiezos, consolidar los aciertos y mejorar la marcha.
Gran parte de la apuesta, de todas formas, se juega en la efectividad de las medidas para proteger al país de los huracanes financieros que bajan furiosos desde el Norte.
Damián Nabot
DyN