-Cada vez que el sistema capitalista es jaqueado por una crisis económica, se vuelve a los años ´30 a modo de referencia, de anclaje para la reflexión. Y al analizarse cómo repercutió aquella crisis en la Argentina, se llega a la conclusión de que nuestro país la superó rápidamente. ¿Usted lo comparte?
-Sí. Hay consenso sobre ese punto, así como en relación con el instrumental que se adoptó para superar aquella situación y que se sintetiza en la decidida participación del Estado en la organización de la salida en la dirección correcta: política crediticia y regulaciones. Es un actor esencial en el tema. No olvidemos que crea las juntas de Carnes y de Cereales para accionar directamente sobre la producción y su comercialización. Por lo demás, crea el Banco Central, todo lo cual no es contradictorio con la existencia y expansión de problemas sociales muy graves. Desde esta perspectiva, la década del ´30 sigue siendo un escenario interesante para la investigación porque estuvo signada por una fuerte degradación en el ejercicio del poder político.
-En los últimos años, no tanto desde la investigación de la historia sino desde ámbitos políticos, se ha intentado instalar que la llamada "Década Infame" poco o nada tuvo de infame ya que, entre otras razones, fue un tiempo de crecimiento económico. ¿Cuál es su opinión al respecto?
-Lo de Década "Infame" me parece acertado, ajustado a la cruda realidad que padecieron millones de argentinos en el campo social y político, el plano de las libertades. Es una calificación muy acertada, con independencia de otras consideraciones que se puedan hacer sobre ese tiempo. Pero ¿qué se puede decir de años en que el régimen instaurado con el golpe de setiembre del ´30 persiguió toda disidencia en el campo político, instauró el fraude patriótico y encarceló a miles de opositores políticos y gremiales? ¿Qué se puede decir de un sistema de ejercicio de poder que hace de la tortura una de sus herramientas predilectas para condicionar toda discrepancia? ¿Desde qué plano ético-moral dejar de lado a la hora de hacer historia sobre esos años la aplicación sistemática de la picana eléctrica, aplastar manos, sacar la lengua de los detenidos mediante tenazas? Se fusiló a anarquistas y se aplicó la Ley de Residencia, que permitía la expulsión del país de todo extranjero vinculado con una actividad cuestionadora del poder. Existe el convencimiento de que lo más duro de esa década en materia represiva se dio durante el mandato del general José Félix Uriburu, líder del golpe de setiembre del ´30, y con la presidencia del general Agustín Justo la mano aflojó. Pero no se puede ignorar que éste gobernó de la mano del Estado de sitio y mantuvo la deportación como instrumento sobre la oposición. ¿Cómo no llamarla "Década Infame"? Y esto, sin meternos a hurgar en el fraude patriótico como práctica para mantenerse en el poder.
-En la última década se ha explorado la personalidad del general Agustín P. Justo desde una perspectiva menos restringida que la de situarlo como expresión de un régimen dictatorial. Trabajos como los de Rosendo Fraga y Vicente Massot se engarzan en esa línea hasta llegar a decir, éste último, que Justo es, dado su carácter de hacedor, el último eslabón de la Generación del ´80.
-Son años de diversificación de la actividad económica y surgen políticas de empleo y de modernización del aparato de Estado, pero en lo esencial nada se modifica en cuanto a, por ejemplo, la distribución de la riqueza. Años en que desde lo político se ratifica la legitimidad forzada que, vía el fraude y la persecución de lo distinto, sostiene el régimen. Mire, desde lo político, Justo es uno de los poderes que abren el camino a lo que luego será el peronismo, él es un actor esencial en desmalezar ese trayecto. Hay un hilo conductor entre lo que sucede políticamente en los años ´30 y la razón que motiva el surgimiento del peronismo.
-¿Cómo es eso?
-La Década Infame, desde lo político y de cara al futuro, sólo generó vacío. Une un poder duro, dictatorial, que no se preocupó mucho más que por reproducir las condiciones para mantenerse en el poder, pero nada construyó para, siempre en términos de futuro, ampliar la participación política mediante la creación de un sistema político moderno, representativo. En los hechos, en lo tangible, al régimen sólo le importó su presente.
-Bueno, cuando asume Ortiz la presidencia, interviene la provincia de Buenos Aires, lo echa a Manuel Fresco, líder del fraude patriótico, y procura desde ahí inyectar salud al sistema?
-Es cierto, pero ya nada está sólido en la política argentina desde las perspectivas de la oferta política. Tome usted los inicios de los ´40, pase revista a los partidos y verá lo que tiene.
-Dispersión, atomización, ausencia de liderazgos cohesionadores. "Y así va llegando lo que conoceremos como peronismo", sostiene el mayor estudioso de ese proceso: Juan Carlos Torres. ¿Usted adhiere a este punto de vista?
-Sí, claro. El peronismo no es producto de la generación espontánea. Su emergencia se explica vía lo sucedido y acumulado a lo largo de los años ´30 y comienzos de los ´40 en el campo político y social. Ese lapso fue su caldo de cultivo. Había una sociedad que emergía, amplios bolsones de cientos de miles de personas que hacían su aparición en la vida del trabajo, en la cotidianidad, y la política no se hacía cargo de ellas. Se hizo cargo Perón, guste o no.
-Creo que es el politólogo español Juan Linz quien afirma que en política hay procesos hegemónicos "con desapego más allá de todo lo que no sea inmediato". Pareciera que el régimen de los ´30 se inscribe en esta categoría.
-Por lo pronto, es un régimen que, entre desgaste de la clase dirigente y su arbitrariedad en el manejo del poder, se consume a sí mismo sin generarse alternativa... va a la deriva cuando se lo vincula con el futuro.
-En el marco de un proceso hegemonizado por un conservadurismo rancio, con sustentos ideológicos tradicionalistas, dogmáticos, inspirados en el pensamiento de la Legión Cívica y el ideario excluyente de Leopoldo Lugones, hay hombres del régimen que perciben el deterioro social de amplios sectores de la Argentina y muestran sensibilidad. Es el caso de Ramón J. Cárcamo, cuando dirige el Consejo Nacional de Educación. ¿Qué son estos hombres en aquel marco?
-Son hombres que advierten, incluso desde el temor, lo que puede implicar la miseria en el futuro, lo que puede implicar desde la política. En "La ´mishiadura´ y la ´mala vida´", el artículo que en alguna medida provoca este reportaje, yo digo que eran años en que la "sensación generalizada era de desasosiego frente al derrumbe de un orden social". La depresión y la desesperanza ganaban espacio en amplios sectores de la sociedad. Yo hablo de una "suerte de congelamiento histórico" que parecía conducir a una "rutina infecunda" las prácticas sociales, fundamentalmente en los primeros años de la década.
-Allí, la mirada de un personaje de Enrique González Tuñón es impecable...
-Claro, hace a esa tendencia a la rutina. "La miseria permanente: he aquí la horrible tragedia. El aburrimiento de la miseria permanente. La monotonía del hambre. Levantarse con la seguridad de que no ocurrirá nada imprevisto". Y había miedo, que anidaba en quienes trabajaban en el Estado y se prolongaba hasta los pequeños propietarios, miedo a perder lo que se tenía. En ese marco, Ramón J. Cárcamo realiza un estudio sobre la situación de las escuelas de Capital. Y encuentra niños de "mal color, flacos y pálidos". Algunos de ellos le confiesan que hace días que no comen. Los maestros, "que hay miles de chicos en esa situación". Y bueno, Cárcamo reacciona desde ese panorama: en el año ´32 propuso crear los comedores escolares.
-¿Es la primera iniciativa en esa materia que se da en la historia argentina?
-Hasta donde sé, sí, al menos desde el campo oficial. Y bueno, Cárcamo se encuentra con que el Consejo no tiene presupuesto para esa iniciativa y entonces apela a "la población acaudalada de Buenos Aires. Ella extenderá una mesa opípara apenas sepa que sus niños indigentes asisten a la escuela extenuados por la miseria".
-Pero la "población acaudalada" le dijo "minga"?
-Efectivamente... sólo dos señoras hicieron un aporte. El resto, nada. Cárcamo recordará: "La gente adinerada en aquel momento hallase sorda a mi clamor". Finalmente logra que el Ejército le preste cocinas y en algunas escuelas comienzan a funcionar comedores. Cárcamo es un hombre del régimen, pero percibe claramente la gravedad en que se encuentran sumidos muchos niveles de la sociedad.
-En un trabajo apela al término "tartufismo" para definir muchas conductas que marcan la década del ´30, un término muy particular y que seguramente podría ser aplicado a otros períodos de la historia argentina. ¿Qué piensa en ese sentido?
-Seguramente puede ser aplicado a otros tiempos. "Tartufismo" lo uso en relación con lo que defino como la "moral siempre boyante" que signa a la sociedad argentina, predispuesta a la doble moral. Se avalan infamias y manejos corruptos hablando de democracia. Como señala Dora Barrancos en un trabajo excelente, "Moral sexual, sexualidad y mujeres trabajadoras en el período de entreguerras", en los años ´30 se excluyó el tema sexual de toda conversación. Ella demuestra cómo ni siquiera la menstruación era tenida en cuenta por las madres como un proceso evolutivo a conversar con sus hijas, que en su gran mayoría tenían que averiguar por su parte qué era lo que les comenzaba a pasar en su cuerpo. También hacía a la doble moral lo que yo defino "el culto explícito a las virtudes del matrimonio", que implicaba, por supuesto, no hablar de sexo.
-"Tartufismo" puro.
-Del mejor estilo.
Ricardo Vicente es sociólogo egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires y especializado en Historia Económica y de las Políticas Económicas, título logrado en posgrado en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, donde actualmente se desempeña como investigador en el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales.
Con una amplia gama de publicaciones referidas a su especialidad, Ricardo Vicente participó de la conformación de "Historia Económica y Social Argentina", trabajo liderado por Mario Rapoport (Ediciones Macchi) y obra fundamental para el conocimiento del desarrollo del país.
El grueso de las investigaciones desplegadas por Vicente a lo largo de su carrera ha tenido como espacio de publicación revistas especializadas tanto del ámbito de la historia económica como de la economía misma.
Carlos Torrengo