"La Argentina tiene un Himno Nacional que -en su última estrofa- plantea una opción extrema: ´Coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir´. La opción es extrema porque, con precisión, imperativamente señala una única y posible modalidad de existencia: la de la gloria. Sólo la vida gloriosa es aceptable. Y si no es posible vivir con gloria habrá entonces que morir con ella. Lo que es intolerable, para esta concepción, es existir al margen de la gloria. Vida gloriosa y muerte gloriosa, entre estas dos opciones transcurre la existencia. No hay -según suelen sostener las concepciones no guerreras y "mediocres" de la vida- términos medios. Sólo hay vida y sólo hay muerte. Y si la vida no puede desarrollarse en la modalidad de la gloria, hay entonces que buscar esa gloria en la muerte, ya que es únicamente allí donde podrá estar aguardando.
"Quedará para otro momento el análisis de la influencia que este mandato heroico haya podido tener para nuestro país. No es, claro, un mandato fácil de sobrellevar: nacido al calor de los avatares independentistas -como la mayoría de los himnos guerreros- quizá sea comprensible que exija a los hijos de la patria una existencia, por decirlo así, desmesurada: gloria o muerte. O más exactamente: vida gloriosa o muerte gloriosa. ¿Puede un país existir libre y sano bajo un imperativo moral extremo? Tal vez la Argentina se haya sentido gloriosa durante la campaña de Los Andes o durante la guerra con el Brasil o -mucho menos- durante la Guerra de la Triple Alianza. Pero un imperativo glorioso duplica hasta la exasperación el dolor de cualquier derrota. No es fácil imaginar el sufrimiento de los chicos de la guerra cantando bajo el helado cielo malvinense ´Coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir´".
(José Pablo Feinmann en "La sangre derramada. Ensayo sobre la violencia política". Edt. Ariel, Buenos Aires, 1999. Págs. 65 y 66)