Como resultado de un proceso de deterioro institucional marcado por una fuerte polarización política, Bolivia se encuentra hoy frente a una crisis de inéditas proporciones. Habiendo sido electo con una clara mayoría hace 33 meses (54% de los votos), el presidente Evo Morales convive de manera conflictiva desde hace más de un año con un grupo de prefectos (gobernadores) de perfil marcadamente opositor, de los departamentos de la llamada "Media luna oriental". Ello derivó en un clima de tensión creciente cuyo punto culminante fue el referéndum revocatorio del pasado 10 de agosto, una medida de alto riesgo que buscó encontrarle una salida al impasse político.
Sin embargo, los hechos muestran que la polarización, más que resolverse, se consolidó. Los resultados arrojaron tanto una validación de la legitimidad electoral de Morales como de los prefectos opositores, quienes a su vez mantienen una posición pública fuertemente autonómica y políticamente muy radical, cuestionadora no sólo de la figura del presidente sino del modelo institucional que éste le propone al país.
En definitiva, todo está hoy peor que antes. El propio 67% logrado por Morales, al ser analizado desde su distribución regional, muestra un apoyo abrumador cercano o mayor al 80% en el Altiplano y una derrota en el oriente "blanco" y agrario.
El país amaneció así igual o más polarizado entre el oriente y occidente que el viernes anterior al referéndum, y no se necesitaron más de 30 días para que tal polarización electoral se tradujera en un conflicto social grave, definido lúcidamente por Jorge Castro como una "guerra civil de baja intensidad".
Bolivia es uno de los países de mayor proporción indígena de América Latina. Sin embargo, la política boliviana nunca reflejó esta realidad: no han sido los pueblos originarios un actor con identidad política relevante hasta hoy. Y con el estallido, a principios de este siglo, del modelo nacido con el pacto político democrático construido por los partidos políticos históricos del país en 1985, estallaron también las identidades políticas.
El conflicto hoy es -sobre todo- étnico/nacional.
Se localiza geográficamente alrededor del eje este/oeste y económicamente a partir del vínculo, en un caso, con el modelo minero del Altiplano y con el cultivo de coca (en crisis) y en
el otro con la explotación agraria y gasífera del sur-oriente (en auge). Y ahí reside su complicación. Lo que está en juego no es la radicalización del eje gobierno/oposición, sino la constitución misma del Estado boliviano como estructura capaz de contener dentro de sus límites a todos los actores que integran su comunidad.
MUY LEJOS DEL CONFLICTO
Con todas sus crisis e inestabilidades, América Latina se ha mostrado lejos del conflicto étnico/nacional tan frecuente en otras latitudes. En Bolivia ha terminado un invicto de 300 años. Para encontrarle una solución al conflicto, es importante destacar los elementos que no pueden ser soslayados:
" Ninguna solución estable para Bolivia puede prescindir de Morales ni del vasto actor social que representa. Es probable asimismo que este sector resulte hegemónico en la política boliviana de los próximos años si las condiciones democráticas perduran.
" Las clases medias constituyen una minoría, volátil políticamente, pero resultaría muy alejado de la realidad pretender gobernar el país con un mínimo de estabilidad sin un proyecto que las incluya, aunque no en el gobierno, sí en los fundamentales económicos e institucionales, lo que hoy parece estar garantizado únicamente por la autonomía regional. El miedo a Morales es un problema que el presidente debe incluir en su agenda.
" Morales representa a la mayoría de la población y la oposición, en cambio, a los sectores económicos más activos e integrados mundialmente. El país para ser viable requiere de ambos.
" Morales debe pararse como un jefe de Estado más que como el líder de una fracción y -en esa condición- ofrecer condiciones de convivencia y respeto a las minorías hoy en actitud de rebeldía, desde la fuerza que le da su condición.
Un nuevo modelo político que intente incluir a todos resulta cada vez más difícil de imaginar en Bolivia. Pero como lo demuestran ejemplos tan o más complicados, como la guerra civil en los Estados Unidos o -más cerca en el tiempo- la transición sudafricana, a veces "lo que tiene que salir bien, sale bien".
¿Podremos en el futuro decir lo mismo de Bolivia? No es un fenómeno natural y no depende del azar. Algunos factores son centrales y habrá que estar muy atentos a lo que ocurra con ellos: la participación de Brasil es preponderante dada su creciente condición de líder regional y su influencia económica sobre el oriente boliviano. De esto último se deriva su importancia para desestimular a los dirigentes orientales a intentos secesionistas.
La participación de los países de América Latina -que mostró un buen comienzo en la reunión de Unasur en Santiago- es esencial y los resultados de la misma dependerán, en gran medida, del comportamiento de Brasil. Ni más ni menos.
JULIÁN GADANO (*)
jgadano@region4.com.ar
(*) Sociólogo, docente e investigador en la UBA y analista político.