La dispar y sostenida alza del crecimiento iniciada en el 2003 por América Latina ahondó finalmente las distancias económicas y sociales entre los países de la región.
Las diferencias, bajo la sombra de los promedios, terminaron por ser abismales en un subcontinente que elevó en un 50% sus exportaciones desde el 2004 y duplicó sus reservas en igual período, según cifras de los gobiernos.
Por un lado, México, Brasil, Venezuela, Chile, Colombia, Perú y Argentina lograron exportar bienes por unos 684.000 millones de dólares durante el 2007, un 88% de todas las ventas regionales. Además estos países acumularon reservas por 455.000 millones de dólares en el 2008, contra los exiguos 54.000 millones que reunieron las otras 24 economías de la región, donde Nicaragua y Panamá apenas superaron los 1.000 millones de dólares.
Además Bolivia, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Jamaica, Nicaragua, Paraguay, República Dominicana y Uruguay apenas exportaron 40.000 millones de dólares, un 5,1% del total, según las estadísticas recopiladas por la CEPAL.
Hacia el futuro, las tasas de inversión anotadas en los últimos años anticipan una mantención de la tendencia, que finalmente en materia de política exterior se expresa en los diferentes énfasis, acuerdos y estrategias de integración. Por ejemplo, Chile, Colombia, Perú y México diseñan un Arco del Pacífico que apuesta por el Sudeste Asiático y toma distancia de los demás países de la región. "Tenemos que trabajar unidos ante el gran desafío del mundo, especialmente el comercio con Asia. Será mejor afrontarlo en conjunto y no compitiendo", dijo el presidente peruano Alan García al comentar esta alianza con senadores chilenos.
Por su parte, Venezuela levanta un ALBA y un Banco del Sur funcionales a su estructura monoproductora, aunque sin consensos finales aún. "Lo entrampamos", reconoció la semana pasada el presidente Hugo Chávez.
En tanto, Brasil suelta velas hacia el Primer Mundo, impulsado por los descubrimientos masivos de crudo en sus costas. "No podemos darnos el lujo de perder esta riqueza", que es "un pasaporte para el futuro", dijo el presidente Luiz Inácio Lula da Silva ante empresarios.
Pero las consecuencias no son sólo económicas sino también sociales y amenazan la posibilidad de que 190 millones de latinoamericanos salgan de la pobreza, que
afecta a la mitad de los niños de la región.
La clave se encuentra en las asimetrías presentes en cuatro factores: crecimiento per cápita del producto, estructura de redistribución de la riqueza, tasas de inversión y políticas sociales a favor de la equidad. De hecho, la bonanza iniciada en el 2003 les permitió a algunas naciones elevar un 7,5% en promedio el producto bruto interno per cápita, como es el caso de la Argentina, donde la pobreza bajó más que en ningún otro país de la región. Pero otras, como Bolivia o El Salvador, apenas elevaron este indicador en un 2% anual, lo que no les ha permitido mejorar los ingresos autónomos de los más pobres.
Otro es el caso de naciones como Brasil y Ecuador, donde el PBI per cápita ha tenido un comportamiento errático pero los gobiernos han impulsado políticas sociales favorables a la reducción de la pobreza.
En ese contexto, la FAO advirtió que una nueva ola de alzas sacudirá los alimentos y "afectará la lucha contra el hambre", como dijo el representante regional del organismo, José Graziano. Peor aún, el Banco Mundial estima que la crisis en los precios de estos bienes durará hasta el 2015 y la CEPAL proyecta que este año unos 15 millones de latinoamericanos caerán en pobreza a consecuencia de este flagelo.
"Esto preocupa mucho; podemos perder un tercio de los avances logrados desde el 2003 en la reducción del número de pobres", alertó la secretaria ejecutiva de la CEPAL, la mexicana Alicia Bárcena. De hecho, sólo este año la inflación de los alimentos superó en un 50% el IPC general y en países como Bolivia, Colombia, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Paraguay y Perú los pobres están destinando un 60% de sus ingresos a este concepto.
En pocas palabras: la mayor bonanza económica de América Latina en 40 años está siendo realidad sólo para un puñado de países que, a partir de estrategias dispares, buscan un lugar en el desarrollo.
MAURICIO WEIBEL
DPA