Nos interesa hablar de un concepto que usted desarrolló recientemente: se muestra definidamente optimista en relación con el futuro de América Latina.

-Voy seguido a América Latina y además es un continente cuya evolución sigo detenidamente. Para mí no se trata de ser más o menos optimista. Si uno sigue el promedio de problemas que sobrelleva, yo diría que hay motivos para decir que poco ha cambiado, especialmente en lo que hace a la desigualdad. Tiene menos pobreza que otras partes del mundo, que África, por caso; pero la distribución de la riqueza muestra abismos muy profundos en América Latina. Aunque, volviendo a lo que usted busca, lo que yo digo es que por primera vez, quien mira la historia de América Latina hoy la encuentra en términos de un sujeto, un sujeto desde la perspectiva democrática: va por más democracia. Hoy América Latina no es democracia aquí, dictadura allá. Y esto posibilita mucho en su relación con el mundo. Hay una interdependencia interna entre los países del continente que se sustenta en compartir la necesidad de democracia y hay, desde esa misma naturaleza, una interdependencia con el resto del mundo, o sea que los sistemas democráticos latinoamericanos tienen déficits enormes, ya desde el campo social como institucional, pero el continente lleva más de dos décadas y media en promedio sin golpes de Estado ni dictaduras. Haberse sacado de la cabeza la idea de los golpes de Estado, la idea del hombre duro, etcétera, etcétera, es una realidad muy promisoria. Ahora hay que darles contenido, contenido cada vez más sólido a estas democracias. Creo incluso que a la larga conformará uno de los pilares del poder que se está estructurando o integrando a Estados Unidos, Europa, China y la India.

-¿Por qué sostiene que América Latina se está convirtiendo en un pilar importante de ese eventual esquema?

-Porque tiene una entidad económica creciente, muy propia y necesaria para el mundo, y porque además, desde lo político, está dejando de ser un espacio, un subcontinente si se quiere, de Estados Unidos.

-Usted insiste en sus libros, al menos en "La fábrica de porcelana" y en algún tramo de "Cinco lecciones en torno a Imperio", que en general

las sociedades han vivido la democracia como un sistema abstracto, la sienten como portadora de felicidad sin exigencias, sin necesidad de involucrarse directamente en darle textura... un poco, si usted quiere, de lo kennediano de no esperar lo que pueda hacer nuestro país por nosotros sino qué podemos hacer nosotros por nuestro país. ¿Usted cree que los latinoamericanos percibimos la necesidad de darles contenido a estas precarias democracias?

-Sí, sí. No soy amigo de las generalizaciones ni de las simplificaciones, pero de la información que tengo me surge que los latinoamericanos están convencidos de que la democracia es una construcción constante. No salen a la calle a pedir golpes de Estado, salen a denunciar injusticias, a defender la vida, a reclamarle al poder. Esto es lo que yo suelo llamar "un proceso revolucionario": la lucha de la gente por reclamarle al poder en el marco de la democracia. Esa lucha se funda en la responsabilidad. Se reclama responsabilidad, atención, y se reclama desde sociedades cada vez más atentas a lo que les pasa y, en consecuencia, cada vez con mayor responsabilidad sobre sus destinos.

-El concepto de responsabilidad va y viene en sus libros, ensayos, etcétera. En el reportaje publicado por "El deber" de Santa Cruz usted se pregunta qué es lo importante de la globalización y se responde que lo importante es que la globalización reenvía a los países la responsabilidad de lo que son.

-Yo digo que ya no vale echarle culpas a éste o a aquel imperialismo.

-¿Cuáles son las razones que le dictan a usted que América Latina está admitiendo ese asumirse en su propia responsabilidad, cuando hay presidentes como Hugo Chávez que fogonean permanentemente que el infierno son los otros?

-Pero es un presidente, no es la cultura del resto de los presidentes del continente que, más allá de las diferencias que mantengan con Estados Unidos, están en un convencimiento muy pronunciado de las responsabilidades propias que tiene cada país en su situación. Con la excepción que usted menciona, yo no veo a nadie más sacándose responsabilidades de encima. Mi punto de vista, que evidentemente usted conoce, es que este asumirse como hacedor de su destino hace a esa condición de "sujeto" que es hoy América Latina y de la que le hablé... y tiene que ver con la interdependencia que mencioné. Todo esto tiene que ver con el grado de integración que tiene la economía a escala mundial, la unificación de mercados que, en los he

chos, funcionan y dependen de los roles de unos y otros, de cómo los desarrollen... es en este juego que América Latina pierde.

-¿Lo que usted llamó "especificidad"?

-Sí, entendiendo aquello que durante décadas la significó desde lo político y económico. Pero en este ahora, en este presente, es que hay que avanzar seriamente en dar respuesta a los problemas estructurales que tiene el continente, hay que superar el escándalo que tiene en materia de distribución de la riqueza.

-¿Habrá tiempo?

-¿Tiempo para qué?

-Para avanzar hacia democracias, siguiendo sus palabras, menos abstractas y más vivificantes.

-Pero el Estado, como expresión organizadora, como manifestación de cohesión e incluso de disciplina, pareciera estar cada vez más debilitado en América Latina, retado por fenómenos como el crimen organizado, el narcotráfico, fenómenos que abrevan en la pobreza, la miseria, la megalópolis, el subimiento de sociedades invisibles que estaban latiendo pero ahora emergen con dictados de convivencia muy particulares. Por el momento pareciera que no habrá tiempo. La razón tiempo está en directa relación con la voluntad que se ponga en dar respuesta a esos desafíos. La gente quiere vivir en democracias más útiles, en sistemas políticos que le sirvan, que la respeten, que la defiendan... que garanticen la justicia social; hay que luchar contra la miseria, la pobreza... mejorar la distribución de la riqueza y trabajar en mejorar la cultura para incrementar la productividad y la integración, la interdependencia y las relaciones que la productividad conlleva. Nada es fácil de lograr, pero ¿si no qué?

EL ELEGIDO

"Toni" Negri pasó varios años en prisión por su aparente vinculación con las Brigadas Rojas, grupo que en 1978 secuestró y asesinó al líder de la Democracia Cristiana italiana Aldo Moro. Pero Negri no pertenecía a las Brigadas Rojas sino a los autónomos, otro sector de izquierda de la Italia del '70. Si bien no hubo pruebas directas de su participación en el hecho, Negri fue condenado a 30 años de prisión. Cumplió sólo cuatro, ya que en el '83 fue elegido parlamentario por el Partido Radical. Sin embargo, tras ser anulada su elección, se exilió en Francia donde se recibió en Ciencia Política en la Universidad de París y cursó además estudios de filosofía en el Colegio Internacional de Filosofía de la capital francesa. Hoy es profesor en la Universidad de Padua.

Entre sus libros figuran "El poder constituyente", "Imperio", "Cinco lecciones en torno a Imperio", "Diálogo sobre la globalización, la multitud y la experiencia argentina" (trabajo elaborado con otros autores) y "La fábrica de porcelana".

CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com