Leonardo Boff tuvo un breve pero intenso paso por nuestra región. Recién llegado de la asunción de su colega ex sacerdote Fernando Lugo en Paraguay, visitó Neuquén para dar una conferencia sobre "La Carta de la Tierra y los desafíos globales" en la Universidad Nacional del Comahue, invitado por la cátedra libre "Don Jaime de Nevares", a quien elogió y recordó con mucho cariño. Antes realizó una recorrida por los barrios del oeste neuquino, estuvo con los obreros en Fasinpat (ex Zanon) y mantuvo un encuentro con representantes de comunidades mapuches. También presenció los juicios a los militares acusados de violaciones a derechos humanos en "La Escuelita". Finalizó su periplo con varias charlas con organizaciones sociales, con las que compartió los fundamentos de lo que denomina la "Eco-teología de la Liberación", una actualización de las tesis desarrolladas en los '70 que une la ecología con la preocupación por la injusticia social. Aquí, una síntesis de la charla que mantuvo con "Debates".
-La Teología de la Liberación ha sido muy cuestionada. ¿Fracasó?
-No, sólo se ha hecho más invisible porque ya no es una teología polémica, pero es una teología viva, actuante, porque las razones por las cuales nació siguen y son todavía más grandes. La Teología de la Liberación nació escuchando el grito de los oprimidos: el pobre, el indígena, los afrodescendientes. Y, de cara a la opresión, propone la liberación. Como es teología, lo hace desde la fe cristiana. Otros asumen otros puntos de vista: humanísticos, marxistas, libertarios. Nosotros decimos que los cristianos pueden, desde el capital simbólico de su fe, tener una actitud de resistencia, de protesta y de liberación porque somos herederos de Jesús, alguien que no murió en la cama tranquilo ni atropellado por un camello en las calles de Jerusalén sino en la cruz, dentro de un conflicto religioso, porque predicaba el amor sobre la ley, y político, porque de cara al reino del César predicaba el reino de Dios. Y hoy los gritos se han hecho clamor,
no sólo de las personas sino también de la tierra, del agua, de la naturaleza.
-Bueno, usted ha hablado en los últimos años de "Eco-teología de la Liberación". ¿Por qué ese cambio?
-Porque hoy el gran oprimido es la Tierra. Devastados por este sistema productivista mundial, los bosques, las aguas, los ecosistemas, son todos víctimas de una agresión sistemática. Entonces, dentro de la opción preferencial por los pobres que es la marca registrada de la Teología de la Liberación, hay que meter al gran pobre que es la Tierra. La misma lógica que explota a las personas, las clases y los países devasta la naturaleza. Hay que superar ese mecanismo de opresión; ahí se justifica esta Eco-teología de la Liberación en el sentido de liberar la Tierra para que mantenga su vitalidad y su fertilidad y siga siendo el hogar humano.
-¿Cómo ve la Iglesia desde que dejó los hábitos? Usted ha sido muy crítico de Benedicto XVI...
-Hoy la Iglesia está muy dividida. Ahí está la Iglesia del Tercer Mundo, donde vive más del 52% de los católicos y están las iglesias centrales, de Europa y Estados Unidos, que tienen otra forma de ubicarse en el mundo. Las iglesias del Tercer Mundo están confrontadas con la pobreza, los retos de la injusticia, el hambre. Se encarnan en esas culturas, tienen una pastoral de liberación profética denunciando la opresión. Las iglesias centrales están más acomodadas dentro del gran sistema dominante, son funcionales a ese sistema; han perdido el tono profético y no crecen: son iglesias crepusculares, como la cultura europea, en decadencia, sea por el envejecimiento de su población o porque no tienen mucho que ofrecer a la humanidad en términos de nuevas utopías. Ratzinger tiene una ilusión, para mí sin fundamento: reconvertir Europa para que ésta le confiera un "rostro cristiano" a la globalización. Pero desde América Latina y África, optar por Europa significa optar por los ricos, no por los pobres. Por eso Benedicto XVI no tiene sensibilidad para los problemas del Tercer Mundo, la globalización desigual. Es una persona ligada a la cultura centroeuropea y académica muy abstracta, que tiene prejuicios contra el islamismo, por ejemplo.
-De hecho, no le ha ido muy bien con otras religiones...
-Él tiene una visión fundamentalista, repite viejas tesis medievales que la Iglesia y la teología habían superado ampliamente; por ejemplo, eso de que fuera de la Iglesia Católica no hay salvación. Eso es intolerable para una teología un poco más inteligente, abierta. Otra: la condenación casi global que hace de la modernidad. Porque tiene como horizonte la síntesis medieval: Ratzinger es un heredero del agustinismo político, su especialidad como teólogo. Y traduce los ideales del agustinismo político al mundo de hoy, donde el mundo de la salvación, reconciliado con Dios, "la ciudad de Dios", está realizada por la Iglesia y, por otro lado, "la ciudad del mundo" (la civitas terrena), que no tiene salvación y sólo tiene el humanismo deficiente. Para él toda la humanidad que no ha pasado por el bautismo de la Iglesia es el mundo terrenal y para llegar a Dios tiene que "pagar un peaje" a la Iglesia; si no, no llega.
-¿Y qué opina usted de eso?
-Admitir eso en el siglo XXI, en medio del diálogo de las culturas, del encuentro de las grandes tradiciones espirituales, es simplemente escandaloso. Y más todavía: el negar el carácter de iglesia a todas las otras confesiones y reservarlo únicamente a la Católica es de una arrogancia inadmisible; rompe con la tradición de los últimos 200 años de reflexión y el Concilio Vaticano II, que fue muy explícito: el reino de Dios recubre toda la historia, la salvación es para todos y la Iglesia es una señal de esa salvación, que está en el mundo, no sólo en la Iglesia. Una iglesia que dice que "fuera de esa iglesia no hay salvación" no tiene salvación.
-Muchos seguidores de la Teología de la Liberación están llegando a la arena política: el caso más reciente es el de Lugo, en Paraguay; en Argentina estuvo el caso del obispo Piña y Lula mismo proviene de un sindicalismo orientado en parte por la iglesia combativa de Brasil...
-Veo que estamos inaugurando otro tipo de democracia. Hasta ahora teníamos unas democracias burguesas, elitistas, privatistas, representativas y más bien delegativas y ahora se están presentando democracias de cuño popular, donde los presidentes provienen de "abajo", de una vasta red de movimientos sociales, sea en Brasil, en Paraguay, Bolivia o Ecuador. Allí estaban los cristianos y las iglesias de liberación, que no es un fenómeno sólo católico sino ecuménico. Ellos han creado cuadros políticos importantes; el más expresivo ha sido Fernando Lugo, pero no sólo él. Rafael Correa, de Ecuador, fue alumno de un gran teólogo de la liberación belga: François Houtart. Significa que los cristianos han ayudado a crear una nueva cultura política, de cuño popular. Estas nuevas democracias han reservado un espacio más grande a lo social, proyectos direccionados al pueblo, con inclusión. En seis años Lula ha podido incluir a 40 millones de personas que antes no comían y ahora lo
hacen tres veces al día. Eso es un hecho de magnitud histórica. Ha disminuido la brecha entre ricos y pobres en un 7%; es la primera vez en la historia de Brasil que ocurre esto. Hay cambios significativos y hay que saludarlos, pero también hay que darse cuenta de las contingencias que tiene, porque en lo económico sigue dentro la prisión neoliberal, la macroeconomía obedece a los mercados y no hay mucho espacio. Pero en lo político sí hay espacio, y eso se aprovecha para crear una democracia cuya agenda viene desde abajo, como los sindicatos y los Sin Tierra, y eso ayuda a formular las temáticas importantes. Y lo bueno es que estos presidentes mantienen una relación orgánica con los movimientos sociales. Mientras no se desgarren de allí, confieren un carácter nuevo a la democracia.
-Bueno, justamente movimientos como el de los Sin Tierra han cuestionado las políticas de Lula.
-Los Sin Tierra tienen una estrategia muy inteligente: parten de la idea de que Lula "es nuestro y no lo vamos a entregar a la burguesía. Entonces lo defendemos y lo asumimos". Pero, como no hace la reforma agraria, lo critican y lo presionan. Y es la actitud correcta; se debe presionar desde un trasfondo común de que es un proyecto bueno, popular. Ellos ayudaron a crear a Lula como político, como presidente, y preservan eso como capital que no hay que sacrificar por cuestiones puntuales de la reforma agraria.
-Su colega "Frei Betto" decía: "Pensamos que habíamos llegado al poder pero sólo estábamos en el gobierno"...
-Bueno, el gobierno tiene bastante poder: el aparato militar, la Justicia, regula las finanzas... pero no controla todo el proceso económico, que hoy es transnacionalizado y globalizado y donde muchas veces los estados nacionales no tienen mucho poder delante de las grandes corporaciones dentro y fuera del país, especialmente el mercado mundial. Estando en el gobierno no se tiene todo el poder, pero hay que luchar y para eso están los movimientos sociales, para que el gobierno gane poder.
-¿Cómo describe esta "salida al capitalismo"?
-Yo reivindico una tradición intelectual portuguesa muy antigua que se puede traducir como "la democracia sin fin", de Buenaventura de Souza Santos, un gran analista del proceso mundial de globalización; la democracia como Norberto Bobbio la describió, como valor universal que tiene que ser vivido donde las personas se encuentran: la familia, la comunidad, la escuela, el sindicato y también el gobierno. La democracia "que nunca se termina" se basa en dos principios: participación, donde todas las personas tienen derecho de actuar, y cooperación de todos. La ley básica sobre la que se sustenta la democracia es: "en todo lo que atañe a todos, todos tienen derecho a discutir y decidir". Eso es lo básico de la democracia. Los Sin Tierra, por ejemplo, viven formas extraordinarias de democracia interna, solidaria, cooperativa con grupos de base. Nadie está excluido. Allí está el futuro de la democracia. Y entender el socialismo como la radicalización de la democracia, realizar la democracia en plenitud.
-Usted señalaba hace poco, a raíz de la renuncia de Marina Silva a la Secretaría de Ambiente de Brasil, que la política sin teología es puro negocio. ¿Por qué?
-Ésta es una frase de un filósofo alemán ateo, Mark Horkheimer, de la escuela de Frankfurt. Él dice: "Si la política no tiene una teología, se hunde en un pantano de intereses". Y explicar teología significa poner una utopía, el bien común por encima del bien particular, creer que la Justicia tendrá la última palabra, estar convencido de que el poder es un medio y no un fin por sí mismo y que todo puede ser relativizado. Para él teología es plantear esta jerarquía de dimensiones de las relaciones. En ese sentido, las sociedades de hoy son anti-teológicas, con profundas desigualdades, marcadas por la dominación de grupos. Un dato: 1.125 familias del mundo que tienen el 64% de la riqueza mundial. No nos damos cuenta de que tenemos un pequeño planeta para habitar, que no tenemos otro y que gran parte no cabe en él; eso es lo injusto, lo inaceptable de la realidad.
-¿Cuál es el rol de la espiritualidad en la globalización?
-Algo se sabe desde siempre: lo espiritual no es monopolio de las religiones, es la dimensión de lo profundo, de cuando alguien se pregunta "¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Cuál es mi función en el mundo?". Ahí emerge la dimensión espiritual, que son valores que nos acompañan toda la vida, ideales que iluminan la existencia humana. Sin esto el ser humano es incompleto, estamos enteros pero no completos. La espiritualidad da esa plenitud al ser humano, que no es sólo "cuerpo" (la exterioridad y el conjunto de relaciones) y no tiene sólo "psique" (el mundo interior con las pasiones y arquetipos): tiene también el mundo superior, lo profundo, que es la dimensión de contemplación, de captar mensajes, símbolos, leer por detrás de las cosas del universo, y que remite a una pregunta más fundamental: el origen, quién lo sustenta, hacia dónde vamos. Éste es el mundo de la espiritualidad, que las religiones han trabajado y sistematizado desde siempre pero no tienen el monopolio. Su función es mantener esa llama sagrada dentro de cada persona para que no sucumba lo más profundo del ser humano. Hoy hay un encuentro de espiritualidades de Oriente, de Occidente, de los pueblos originarios. Hay una sed enorme de espiritualidad porque estamos cansados de materialidad, de competencia, de los frutos de la vida. Hay necesidad de ser tratados como seres humanos, de tener compasión con los que sufren, de ser generosos con los débiles. Son imperativos que nacen de la conciencia humana, que hacen al ser humano más sensible y son la base mínima para una felicidad. El hombre no vive sin amistad, lealtad y amor. Son cosas que no se compran en el mercado ni están en la Bolsa pero están en su corazón. Más allá de la razón instrumental-analítica que hoy es dominante en Occidente, hay que resucitar la razón cordial, sensible, que es la razón del cuidado, la reverencia, las relaciones humanas incluyentes.
-Usted tuvo un encuentro con organizaciones mapuches. ¿Cómo ve esa espiritualidad de los pueblos originarios?
-Es normal para su cultura, ni siquiera lo piensan. Se sienten hijos de la tierra, de las estrellas, del sol. Se sienten inmersos dentro de energías poderosas que pueden manejar, interiorizar. Hay que revisitar esas culturas; tienen secretos, resolución de cosas en su sabiduría ancestral que nosotros no tenemos. Nosotros tenemos mucha ciencia pero muy poca sabiduría y casi ninguna espiritualidad.
-¿Cómo vivió la visita en la planta de la ex Zanon?
-Es una forma de mostrar procesos productivos democráticos, porque en la forma de producción que conocemos la democracia se frena en la puerta de la fábrica, no entra allí. Dentro, sólo la dictadura de los dueños. Aquí han mostrado que se puede romper esa dictadura y se puede ser productivo con calidad y con gestión democrática de los obreros mismos. Eso puede ser un anticipo de lo que puede ser la humanidad: integrada, un pequeño planeta con diferencias culturales pero con cooperación en vez de competencia. Como es lógica de la naturaleza, la interdependencia donde todos cooperan para mantener la biodiversidad para sobrevivir. Eso debe funcionar en la sociedad humana, que es expresión de la naturaleza...
-Una palabra para los juicios en Neuquén.
-Yo me enteré de los niveles de barbaridad que hubo en Argentina ya hace años, en charlas con Hebe de Bonafini. Aquí se superaron las torturas de los regímenes fascistas; se sumaron las formas francesas, las americanas de Vietnam. Aquí se ha ensayado la perversidad a un nivel que confunde el sentido. Uno se plantea quiénes somos los seres humanos. Hoy los vi viejitos y pensé: "En su casa son cariñosos con los nietos y en la sala de tortura fueron monstruos...", y es la misma persona. Estos juicios no son venganza; es respetar la dignidad de quienes sufrieron.
LEONARDO HERREROS
lherreros@rionegro.com.ar