"Todo son falsas promesas", suspira Armando, "Mandi" como lo conocen sus amigos del popular barrio habanero de Jaimanitas, cuando se le pregunta qué espera de la Cuba de Raúl Castro seis meses después de que asumiera la presidencia de la isla.
"Nací en 1955. Desde que tengo uso de razón, desde que pasé mi servicio militar obligatorio, es lo mismo, la misma bobería de que si los americanos nos van a atacar, hambre, necesidad... promesas, promesas... y uno se cansa de eso, llega la frustración porque uno no le ha podido dar a los hijos lo que necesitan", se lamenta este tornero retirado que ahora se gana la vida como puede.
A él lo dejan frío la liberación -en los últimos meses- de la venta de celulares, computadoras y DVD o la posibilidad que ahora tienen los cubanos de alquilar un automóvil o de alojarse en uno de los numerosos hoteles de lujo cuya entrada les estuvo vedada durante décadas, las "prohibiciones absurdas" que eliminó el nuevo gobierno en sus primeros meses de andadura.
Con lo que gana con sus changas como albañil, que es menos de la media de 17 dólares de un asalariado cubano, ni siquiera se puede permitir soñar con alguno de esos "lujos".
Tampoco a Elena, una secretaria de 50 años, le llega el dinero para tomarse unas vacaciones o irse de compras. Otros "cambios" iniciados por Raúl Castro en estos seis meses al frente de Cuba, como la firma de dos pactos internacionales de derechos humanos y hasta la conmutación de la pena de muerte de un grupo de condenados, la impresionan menos que la economía, la "gran preocupación" de todos los cubanos, dice.
"El pueblo cubano lo que está esperando es el cambio de moneda, que la gente se vea respaldada por su dinero ganado. El día en que esto suceda, todas las leyes maravillosas éstas que han aprobado servirán", señala en referencia a la doble moneda que circula en Cuba, el peso nacional en que reciben los cubanos su salario y el convertible o cuc, con un valor 24 veces superior.
En sus oídos resuenan aún, sin embargo, las palabras que ha repetido el propio Raúl Castro en estos meses de gobierno, que ésta es precisamente una de las cuestiones que llevarán más tiempo, al igual que el acuciante problema del salario que no llega. Ella dice no estar muy segura de que siquiera sea posible. "Esto es un caso de economía desquebrajada de toda la vida", comenta. Cambiar la situación "va a costar trabajo. O es incluso un poco tarde. Hay tal nivel de corrupción, de gente acomodada a como están las cosas, que ahora vengan a darle vuelta, ¿quién lo puede hacer?", se pregunta.
Con todo, quiere darle un voto de confianza al nuevo gobierno. "Esto da la impresión como que ha mejorado y que ha sido mejor el gobierno de Raúl que el de Fidel" Castro. "Es verdad que Raúl quiere entrar en camino, que se ha puesto para Cuba", dice.
A su juicio, agrega, "Raúl ha cambiado el equipo de pelota para poner a su gente, a militares; está tratando de mover el dominó y de rodearse de gente que le responda a él. La gente comenta en la calle que si Raúl hubiera estado siempre en el
poder las cosas habrían sido diferentes, porque Fidel siempre anduvo metido en política internacional y Raúl todo parece indicar que está más centrado en el desarrollo nacional, que es lo que nos golpea (afecta) a todos día a día".
David, del barrio habanero del Vedado, es sin embargo mucho más escéptico. "Raúl no está haciendo ningún cambio, está haciendo la misma dictadura que Fidel", afirma este hombre de 33 años que se pasa la vida "resolviendo" o "inventando", como dicen los cubanos a buscarse la vida con algunos negocios por la izquierda. "¿Qué hace Raúl Castro? Empieza a darle al pueblo cambios que nunca ha visto. Ahora te dicen: 'Los cubanos ya pueden ir al hotel' pero ¿cuánto tienes que pagar en el hotel, 80, 100 dólares? ¿Qué cubano va a ir?", se pregunta.
Más conciliadora, Elena, la secretaria, considera que "el 90% de la gente, piense lo que piense del sistema cubano, está en el fondo de acuerdo porque lo que Raúl propone es una cosa real", señala en referencia a los insistentes llamamientos que el nuevo presidente cubano ha realizado en los meses pasados para incrementar la producción nacional.
Para ello, entre otras medidas, el gobierno del hermano menor de Fidel Castro ha iniciado una guerra contra la corrupción y ha decretado la entrega masiva de tierras ociosas -el 51% de las cultivables del país- en usufructo, así como una progresiva descentralización de la agricultura y la venta de aperos.
"Pero lo que da al traste es el problema del dinero, que sigue golpeando", insiste Elena.
Si bien es cierto que los cubanos gozan de una canasta básica subsidiada con algunos alimentos como arroz o frijoles y que las casas, el teléfono o la electricidad tienen un bajo coste en moneda nacional -24 veces menor que el cuc, el peso convertible-, hay cosas que en Cuba sólo se pueden adquirir en divisa.
"Dime el lugar en Cuba donde haya desodorante en moneda nacional", reta Elena. Y se responde a sí misma: "No lo hay. Estamos contra la pared, porque no hay opciones y no tienes más que tirarte para la shopping", las tiendas en cuc.
Precisamente la última "shopping" abrió sus puertas hace menos de un mes. En pleno Centro Habana, la "Ferretería Trasval, soluciones para el hogar" deslumbra con sus flamantes escaleras mecánicas y, sobre todo, sus estanterías repletas de productos, algo que maravilla a los ojos acostumbrados a ver los estantes de los comercios casi vacíos. "Está lleno de todo", se maravilla Antonio, que acaba de salir del flamante comercio. En sus manos sostiene sin embargo sólo una bolsa muy pequeña. "Hay un problema: los precios no tienen nada que ver con lo que ganamos nosotros", dice con una sonrisa torcida.
El transporte público, una de las carencias más graves en los últimos años en Cuba, ha mejorado sustancialmente con la llegada de las "Yutong", los autobuses chinos que en los últimos meses han inundado La Habana hasta el punto de acabar con los "camellos", los híbridos entre camión y autobús que durante años fueron la seña de identidad de la capital cubana.
Aun así "Mandi", el albañil de Jaimanitas, no tiene intención alguna de tomar una "Yutong" para acercarse a la nueva "shopping" de Centro Habana.
La falta de expectativas le llevó hace cinco meses a tomar una decisión tan drástica como arriesgada: tratar de salir en una balsa hacia Miami, donde está convencido de que sus familiares que ya se encuentran allí le podrán ayudar a "triunfar". En el intento, frustrado, perecieron dos de sus ocho compañeros de viaje. Tras cuatro días de mala mar, con olas de hasta cuatro metros que tumbaron la hacinada balsa, "Mandi" logró llegar de nuevo a tierra cubana, a nado. Pero la "frustración" y la falta de esperanzas de cambio lo tienen decidido: volverá a intentarlo.
"Esto no lo arregla nadie -afirma haciendo un gesto amplio, como queriendo abarcar toda Cuba-. Quizá la generación más joven vea los cambios", espera Elena.
La posibilidad de comprar electrodomésticos y de estar en hoteles y mejoras del transporte y en la tenencia de la tierra alientan a algunos isleños. Sin embargo, la falta de dinero aleja de los beneficios a la mayoría.