Su voz suena entrecortada, como buscándose tiempo para pronunciar cada palabra. Hila sus reflexiones casi como reclamando "No me apuren". Las fotos muestran una cara regordeta. Piel tirante. El día en que asumió como ministra de Asuntos Indígenas estaba suavemente maquillada. Trenzas largas. Vincha y pulsera con dibujos propios de su pueblo, los aché. Ese día, Margarita Mbywangi formuló ante la prensa que asistía a la asunción del presidente paraguayo Fernando Lugo una confesión que recorrió el mundo:
-Ahora soy ministra, ahora acompaño a nuestro presidente, pero llego aquí después de ver mucho de este Paraguay tan cargado de injusticias, de soledades, de prejuicios. Yo soy una hija de ese Paraguay. A los cuatro años me raptaron los blancos y me vendieron en varias oportunidades a distintas familias de hacendados.
Las agencias de noticias dieron cuenta del silencio que siguió a sus palabras ante el "sorprendente relato". Y ella continuó. Dijo que lo mejor que le había pasado en esa niñez de experiencias extremas había sido ir a la escuela.
-Sé leer y escribir y hablo tres idiomas: aché, guaraní y español. A medida que iba creciendo mis amos me decían que yo era indígena y así, lentamente, fui descubriendo mi identidad y luego descubrí a los míos, al pueblo aché, al que pertenezco -comentó en tono monocorde. Impactante. Y en su cara se dibujó una sonrisa suave que en minutos recorrió el mundo.