El libro que escribe junto a Robles emerge como una continuación de su anterior investigación, que se publicó en la cresta del apogeo del primer gobierno kirchnerista. En el nuevo trabajo ustedes exploran los posibles escenarios políticos a partir del gobierno de CFK pero, de pronto, el conflicto campo-gobierno. ¿En cuánto este entrevero que se trasladó a la sociedad toda o a gran parte de ella lastima la percepción de ustedes en el libro respecto del escenario político?
-En el prólogo mismo nosotros advertimos que nuestro ensayo está teñido del conflicto cuya gravedad, tanto desde lo político como desde lo económico, es muy evidente pero no necesariamente perturba el análisis que hacemos en cuanto a que con CFK en el gobierno es posible que irrumpan lo que llamamos dos grandes líneas de fuerza sociopolítica: la movilización y la institucionalización...
-Meses atrás, conversando con este diario, Fernando Henrique Cardoso señalaba que el gobierno de un país cuya economía crece durante cinco años a una tasa promedio del 8% a la hora de la política tiene allanado el camino para hacer política de calidad. ¿Qué le pasó al kirchnerismo en el tratamiento del conflicto con el campo como para manejarlo siempre sumando más conflicto?
-Se enredó en sí mismo desde una visión muy desactualizada de lo que pasa en la Argentina en materia de economía agrícola. Pero el enredo también está dictado por elementos culturales muy propios de este gobierno, elementos que lo llevan a confundir hegemonía política positiva con dominio político, que no es lo mismo. El dominio conduce a la arbitrariedad; la hegemonía positiva hace a la existencia de un poder que respeta la pluralidad.
POLÍTICA Y EXCLUSIÓN
-¿No le parece que en la Argentina el concepto de "hegemónico" no encuadra en lo que usted dice? Natalio Botana, por caso, habla de partidos predominantes y partidos hegemónicos. Los primeros respetan la competividad que es inherente al sistema político abierto, plural; los segundos no ofrecen garantías a esa competividad.
-Por supuesto que en la Argentina el concepto de "hegemónico" emerge siempre muy vinculado con el de exclusión del otro político. Yo hablo de hegemonía positiva en el sentido de que, por las razones que sean, hay situaciones de hegemonía política por parte de un plano de la política; una mayoría, por caso, que sin embargo se nutre de la pluralidad, le conviene la pluralidad para reproducir incluso su propio poder. Lo hegemónico no necesariamente excluye el carácter competitivo del sistema político. Para muestra vale la historia de los sistemas europeos más democráticos o de Estados Unidos.
-Ya con el entrevero en marcha y reproduciéndose, ¿qué debió evitar el gobierno sí o sí aun en un marco de escalonamiento de la crisis?
-Dividir la sociedad entre campo y ciudad; ésa fue una de las consecuencias más estériles y ahí se entrega poder a la oposición política, que hasta la crisis
era una masa amorfa... aunque tiene un camino muy largo si quiere transformarse en un poder de cuidado para el gobierno en las parlamentarias del 2009.
-¿Puede esta cohesión que mostró ahora el campo derivar en una fuerza política?
-No, por lo menos de alcance nacional.
-¿Esa posibilidad está condicionada por el hecho de que, a diferencia de otros países latinoamericanos, aquí el tema de la tenencia de tierra no es un problema?
-Creo que esa posibilidad está condicionada por la heterogeneidad de intereses y posiciones de poder que hay en toda la estructura rural del país. Por otra parte, y aunque quizá no tengan la adhesión del pasado, en el campo hay historia con los partidos políticos existentes.
-¿Qué tiene de peronismo o qué es lo más puro del peronismo que tiene el kirchnerismo?
-La matriz nacionalista-industrialista. El Grupo Calafate, el kirchnerismo es eso: piensan en términos de lo que nosotros en el libro definimos como modelo nacionalista-desarrollista. Kirchner llega al gobierno con ese diario, pero supera su debilidad estructural en materia de votos y construye poder vía la disposición que encuentra en el grueso de la sociedad para salir del modelo conservador instaurado por Menem.
Kirchner interpreta bien a la sociedad del 2003: buscar una salida al desempleo, por caso. Kirchner llega con pocos votos pero con una sociedad que espera algo de él. Y él trabaja en dirección de esa expectativa. Gusten o no, éstos son datos concretos a tener en cuenta cuando se reflexiona sobre el poder del kirchnerismo.
-En sus dos últimos libros usted define de "revolución desde arriba" el proceso puesto en marcha por Kirchner. "Revolución" es una palabra muy maltratada. ¿Cómo encuadrar el alcance que usted le da?
-Se trata de que, desde el aparato de Estado, se inician políticas de desarrollo sin que esas políticas tengan que ser negociadas. En ese camino, el gobierno fue logrando apoyo de empresarios urbanos, sindicatos, etcétera, sin debatir con ellos sobre las políticas a aplicar.
-Bueno, pero esa llave en mano puede explicarse por el lado de lo destruido que estaba el poder presidencial como consecuencia de la crisis del 2001 y el reconocimiento de la necesidad de que alguien lo reconstruyera.
-Por lo que sea, pero lo concreto es que fue un apoyo a las iniciativas del gobierno, no una discusión con el gobierno. Pero ese tipo de ejercicio del poder, forjado con autonomía absoluta incluso del Parlamento, tenía que tener un techo en tanto disponibilidad de hacer lo que se quiere. Ese techo era el gobierno de CFK... debía terminar la fijación de políticas sobre los mercados; por el contrario, el gobierno tenía que ayudar a organizar los mercados... había que ayudar con normas, con decisiones destinadas a que esos mercados se imbricaran bien con una economía en crecimiento.
-¿Había que mandar menos?
-Era la hora de mayor serenidad en la toma de de
cisiones, de consultar. Pero todo esto es lo que el kirchnerismo no entendió. No vio que era otra etapa, tanto en lo económico como en lo político. ¡No vio -como le dije antes- que también el campo se había convertido en una gran economía de mercado, un inmenso espacio que incluso lidera una gran revolución agrícolo-tecnológica que se combina con la concentración de la producción, que es la esencia de lo que está sucediendo en el campo! Una mutación que mudó todo el sistema de arrendamientos, por darle un ejemplo de esas mutaciones; un campo que, a modo de resultado de ese cambio, se siente fuerte para presionar sobre el poder.
-Siguiendo su razonamiento, ¿el gobierno se queda anclado en eso que usted llama "revolución desde arriba"?
-Queda ahí pero, además, la lectura que hace de la situación del campo tiene una única dirección: ha mejorado su capacidad financiera.
-Pero todo indica que a lo largo de estos años, como derivación de la expansión de la producción agropecuaria, se encontraron, se cruzaron y generaron relaciones, intereses del campo que en el pasado no muy lejano eran muy contradictorios. ¿El gobierno tampoco ve esto?
-No. Yo sé a qué se refiere usted. El cruzamiento de intereses llevó, por caso, a que los chacareros arrendatarios tuvieran más afinidad que en el pasado con un latifundista que también arrendaba sus tierras a un pool. Surgieron comunicación, relaciones, etcétera. El campo es heterogéneo desde lo político y en muchos otros planos más, pero ya no era algo tan abstracto como lo veía el gobierno, antes y durante todo este conflicto.
Junto al laboralista Alberto José Robles, Godio publicará en pocas semanas más "El tiempo de CFK: entre movilización e institucionalidad. El desafío de organizar los mercados" (Corregidor), el segundo de sus libros destinados a eviscerar la naturaleza del poder kirchnerista.