No lo podemos dejar allá; allá (en Estados Unidos) no lo quisieron, es más, lo mataron", dijo entre sollozos Reyna Armedáriz, prima de José Ernesto Medellín, el mexicano ejecutado el martes en Texas pese al clamor internacional de detener la sentencia.
Con el llanto en su rostro, Reyna dijo que esperaba que el cuerpo fuera trasladado a Nuevo Laredo (frontera con Estados Unidos), de donde es originario Medellín, ejecutado la noche del martes por inyección letal poco después de que la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos rechazara la última apelación.
Cuando los familiares aún tenían esperanza en un aplazamiento, un vecino llegó a la vivienda de Reyna y de pronto la mujer estalló en llanto: le habían dado la noticia de que su primo había sido ejecutado minutos antes.
El vecino dio la noticia a la mujer tras ser advertido por un hermano radicado en Houston, Texas.
Su primo José Ernesto Medellín, de 33 años, había muerto a las 21:57, dos horas antes de lo esperado, en una cárcel de Huntsville, Texas. Uno a uno los presentes comenzaron a darles el abrazo del pésame a Reyna y a su pequeña hija Yajaira, los únicos familiares de Medellín que permanecían en Nuevo Laredo.
Horas antes, los familiares y vecinos mantenían cierta esperanza pues los noticieros habían anunciado que se aplazaba la ejecución, supuestamente porque aún continuaban las gestiones en busca del perdón. "Teníamos la esperanza de que alargaran la ejecución hasta después de las 12 de la noche... creímos que aumentarían la prórroga -dijo casi entre sollozos-. Tengo entendido que su mamá (Felipa Rojas de Medellín) se descontroló, pero ¿quién no cuando ha perdido a un hijo?", indicó Reyna antes de agradecer a los vecinos por la solidaridad recibida.
El joven mexicano aguardó su muerte durante toda la jornada en una prisión del estado de Texas (sur) con la esperanza de que la Corte Suprema detuviera la ejecución luego de que el secretario general de la ONU, Ban ki-Moon, hiciera un llamado de última hora para que se le conmutara la pena capital.
Medellín, acusado de violar y asesinar junto con su pandilla a dos jóvenes en Texas en 1993, era uno de los 51 mexicanos en el corredor de la muerte de Estados Unidos.
Su ejecución se enfrentó a una orden de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) que el mes pasado le pidió a Estados Unidos que detuviera las ejecuciones de cinco ciudadanos mexicanos, incluido Medellín, porque no habían recibido a tiempo la asistencia consular durante el proceso judicial, como prevé la Convención de Viena.
México envió una protesta a Estados Unidos por considerar que la ejecución de un ciudadano de esa nacionalidad en Texas constituía un claro desacato a la Justicia internacional.
El secretario general del Consejo de Europa criticó una aplicación "a la carta" del derecho internacional. "Lo que está en juego es la pena de muerte rechazada por la gran mayoría de países democráticos y civilizados y la actitud de EE. UU. -y sus estados-, que consiste en aplicar 'a la carta' el derecho internacional", estimó Terry Davis.
José Medellín fue ejecutado por la violación y asesinato de dos adolescentes en 1993, pese a la oposición de la Corte Internacional de Justicia y a los pedidos de la ONU y de México. El acusado nunca tuvo asistencia consular para su defensa.