Charlando con uno de los guardafaunas le pregunté por qué decía que con los hippies no se podía. "Mire -me dijo-, se lo voy a dar con un ejemplo: un hippie es un tipo que en plena etapa de veda está pescando en el río Azul. Usted se acerca y le dice: 'No puede hacer esto porque está destruyendo la naturaleza y la está depredando' y él le dice: 'Mi estómago no tiene depredador; cuando tengo hambre, pesco, no importa la estación del año'. Ante eso el guardafauna no le puede contestar. No tenés una razón intelectual para negarle la comida a un tipo que se está muriendo de hambre".
Ésta y muchas otras son las historias que el cineasta y fotógrafo cipoleño "Paco" Caparrós eligió para su documental "Hippies en El Bolsón". La cuenta el historiador Juan Matamala, quien considera que si bien es cierto que los hippies se instalaron en ese lugar de la Patagonia y dejaron una huella innegable, también lo es que no todo lo que se comenta es real.
Para él, el asentamiento hippie es uno de los mitos más emblemáticos de la zona que se nutren de hechos reales resignificados por el imaginario colectivo. En muchas paradojas se adentra Caparrós para intentar desentrañar el mito; primero el propio y luego, el colectivo: "Cuando yo era adolescente -cuenta- miraba a los hippies como algo bárbaro. Por ejemplo, había unos pósteres que decían 'Se busca hippie' y la imagen era de Jesús. Entonces para mí era recopada esa onda. Me enganché desde ese lugar y ahí comenzó la búsqueda de los testimonios".
PARADOJAS
La de los hippies en El Bolsón es una historia de paradojas.
La primera, y quizá la más representativa, está relacionada con el rechazo que recibieron por parte de muchos de los que vivían en el lugar cuando comenzaron a asentarse a fines de los '60 y principios de los '70.
"La gente tradicional de El Bolsón no quiere saber nada con los hippies, pero el lugar quedó identificado con eso y, como dice Matamala, todo el dinero fresco que circula en el pueblo es gracias a la feria regional, que es
la representación más concreta del paso del movimiento por la localidad", explica Caparrós. Y, si bien hoy los feriantes son artesanos y productores, "no hippies", la feria de la plaza Pagano fue creada a instancias de los miembros de las comunidades por el entonces intendente Miguel Cola, en 1979. "Él fue a ver al comandante de Gendarmería, que era su jefe, y éste le dijo que se podía instalar ya que de esa manera era más fácil que los perros antidrogas detectaran quiénes tenían drogas y quiénes no", relata Matamala en el documental.
Dos relatos centrales se entremezclan en el trabajo de Caparrós: el de Verónica Raya y el de "Tato" Álvarez, ex miembros de las comunidades "Del río Azul" y "El Arca". Ambos llegaron en busca del regreso a la naturaleza y detrás del sueño de cultivar y vivir de lo que les diera la tierra.
Cuenta Verónica: "Primero fueron tres compañeros nuestros y a los siete días llegamos nosotros a dedo. Tenía 19 años". Corría el año 1969 y en Buenos Aires se había estrenado la opera rock "Hair". Fueron algunos miembros de la compañía los que primero arribaron a El Bolsón.
"Ricardo Chatruc, que era mi tío, estaba trabajando en una empresa de Vialidad de Bariloche y le hicieron dedo dos personas con mochilas. Él los trajo hasta El Bolsón. Después mi abuelo les ofreció vivir en este cabañón. Lo que no sabía era que después de esos dos iban a llegar cuatro, seis, ocho... cuentan algunos que llegó a haber unos 20", suma a la historia Ernesto Chatruc.
Casi como una expresión obvia, Matamala acota que no eran bien vistos, que "no les tenían ninguna simpatía; primero, por la promiscuidad en la que decían que vivían, aunque no era tan así. Los industriales de aquella época los acusaban de que eran violentos; sin embargo, cuando hacían los allanamientos encontraban libros de Mahatma Gandhi o de Lanza del Vasto. Y, si bien consumían, no era tanto como se decía".
Para Verónica la situación más dura tuvo lugar cuando comenzaron a llegar las drogas. "Nos las regalaron. Llegaron de un laboratorio clandestino con una carta al poste restante que estaba a mi nombre. Eran gotas de ácido. Ver a mis compañeros así no fue fácil... ya no quitaban los yuyos de las quintas, no se hachaba leña y la cosa se ponía bastante difícil. Empezaron a caer presos y resultaba muy duro explicar lo inexplicable. Yo les decía que si hacían meditación estás high y no tenés bajón. Me hicieron un juicio cósmico porque estaba en contra de ingerirlas".
La historia de Verónica es "alucinante", según Caparrós, y retrata lo que fue el asentamiento de la primera comunidad en la zona de Mallín Ahogado. La vida cotidiana no les resultó sencilla. Tenían que vadear ríos con caballos, hacer mudanzas de la misma manera, manejarse con inviernos crudos... "Teníamos una cabra que se llamaba Buen Día, otra Buenas Tardes y su hijita, Qué Tal. Era una especie de delirio todo el tiempo", recuerda.
La comunidad "El Arca" surgió del grupo que dejó Lanza del Vasto en una reunión que se realizó en el Camping Municipal de la Alegría entre el 27 y el 28 de febrero de 1977.
IBIZA-KATMANDÚ-EL BOLSÓN
Para Matamala la presencia -dos veces- en El Bolsón del representante de Mahatma Gandhi en Occidente "demuestra el grado de importancia que tomó para él el intento comunitario. La tríada Ibiza-Katmandú-El Bolsón es así", concluye marcando la proyección que había tenido el movimiento hacia afuera no sólo de la región sino también del país.
"Tato" Álvarez fue uno de los que participaron en la última etapa de esta comunidad. Según relata, eran tres matrimonios y una soltera. "Teníamos todas las tareas separadas. Yo me encargaba de la huerta. Éramos vegetarianos. No había superinvernaderos. Para arrancar entraba en oración, si no lo hacía era una condena. Era una sensación bárbara. Teníamos poca agua y había que hacer todo con mucha conciencia. Otros se
ocupaban de los animales. En común teníamos la plantación de frutas. Las mujeres, por lo general, hacían los dulces. La jefatura la cambiábamos todos los días. Había que preparar el fuego y despertar al resto para hacer la oración en común. Después meditábamos, leíamos la página del día y hacíamos las oraciones ecuménicas".
¿A qué vinieron a El Bolsón? Quizá una de las tantas respuestas la dio con un ejemplo el juez de Paz Guillermo Pérez. "Teníamos muchos problemas cuando venían con sus hijos a ponerles el nombre. Una vez me encontré con uno que me dijo: 'Para mí el Estado es algo abstracto. Yo vengo, le pongo el nombre y si no puedo no se lo pongo. Acá mando yo con mi hijo'. Y en el fondo tenían razón, aunque yo dijera hippies de m... Pero ellos vinieron acá por eso, eran tan pocos que tuvieron que luchar con otra estructura, lo cual les costó".
Estas experiencias duraron cerca de diez años desde que llegaron los primeros hippies. Después pasaron a formar parte del imaginario con mayor o menor fuerza conforme fueron transcurriendo los años.
Como dice Matamala en su escrito "El mito de los hippies en El Bolsón": "El mito se rastrea en algunos hechos que hicieron historia y sedimento en la zona y cuya cartelería lo rescata: 'El Bolsón, primer municipio ecológico de Latinoamérica', 'El Bolsón zona no nuclear', 'El Bolsón a favor de la vida'"...
El cineasta y fotógrafo cipoleño "Paco" Caparrós recopiló historias de losasentamientos que nacieron a fines de los '60 y principios de los '70 con gente que buscaba el "regreso a la naturaleza" y la utopía de vivir en comunidad. Las complejas relaciones con la población local, las drogas y su impacto cultural.
La plaza Pagano y la declaración de "municipio no nuclear": algunos de los "sedimentos" que, a juicio de Caparrós, han quedado en la sociedad local.
El autor del documental comenta la experiencia de la realización, que es presentada por estos días.