Una mujer corre aterrada con su nieto a esconderse detrás de un auto y otra cierra de un portazo su casa: ambas acaban de ver descender a los militares de sus camionetas en un barrio popular de la mexicana Ciudad Juárez, urbe asediada por los cárteles de la droga.
Casi todos los habitantes de la ciudad fronteriza con EE. UU. temen engrosar la creciente lista de civiles víctimas del fuego entre uniformados y narcotraficantes. "No se sabe cuándo puedes quedar atrapada en un tiroteo... ¡es un estado permanente de miedo!", dice con tono de reclamo la abuela María Teresa Reza, quien añade que todos los integrantes de su familia tienen la estricta orden de esconderse "donde puedan en cuanto vean militares o camionetas con hombres armados".
El estado de zozobra se extiende como el desierto sobre la que fue fundada la ciudad, que en la noche ve vaciar sus laberínticas, grises y polvorientas calles. La escena se produce en la marginada colonia Mariscal, en el norte de Juárez, cerca de la desolada zona donde en la década de los '90 fueron encontrados algunos de los cuerpos de 400 mujeres asesinadas.
Los dos millares de militares desplegados por el gobierno federal en mayo detienen sus patrullajes sólo para inspeccionar a sospechosos; en este caso, un motociclista al que liberan en pocos minutos.
Aunque es más común que los civiles mueran o queden heridos en choques entre los narcotraficantes, los habitantes de Ciudad Juárez, donde predomina la maquila (fábricas textiles), prefieren no correr riesgos. "Una sabe que si nada teme nada debe, pero es mejor no arriesgarse", añade cortante desde la ventana de su casa Rosa Hernández.
Nerviosos, los militares piden a los periodistas acreditarse y, tras un minucioso escrutinio visual, uno argumenta: "La gente se disfraza para seguirnos; dicen que son periodistas o taxistas para seguir nuestros movimientos y luego emboscarnos", como ha sucedido en otros puntos de México.
"¡Venimos a ayudarte! Denuncia de manera anónima", promete uno de los muchos carteles con la imagen de un militar distribuidos en esta localidad, bastión del cártel de Juárez, fundado por los hermanos Carrillo Fuentes.
La violencia "se debe al enfrentamiento más fuerte que han tenido los cárteles de Juárez y Sinaloa (del fugado capo Joaquín "El Chapo" Guzmán, con amplio poder en varios estados de México), que se extiende por toda la frontera" con Estados Unidos, considera el alcalde José Reyes. Los enfrentamientos han dejado un saldo de más de 500 muertes violentas en lo que va del año, según conteos periodísticos. "Las ejecuciones arrancaron en enero con la publicación de una lista (anónima) de 'ejecutables'" que era "prácticamente la totalidad de los mandos medios policíacos, de los que ha sido ultimada ya al menos una decena", añade Reyes.
El alcalde dice que la policía municipal, compuesta por unos 1.700 elementos, está bajo investigación federal. La procuradora estatal Patricia González reconoce que hay "grandes redes de complicidad entre los capos del narcotráfico y las autoridades locales", complicidades que, sin embargo, según un funcionario del gobierno local han cambiado al grado de que "los policías son usados por los narcos para mandarse mensajes con sus cadáveres". La situación en Ciudad Juárez "es cambiante y no se puede predecir dónde y cuándo surgirán enfrentamientos", dice una alerta de Estados Unidos para sus ciudadanos.
"Los conflictos recientes entre el ejército y la policía mexicanos y los cárteles han escalado a niveles equiparables a combates militares de unidades pequeñas e incluyen el uso de metrallas y granadas de fragmentación", añade el texto del Departamento de Estado que menciona a Ciudad Juárez como uno de los puntos más peligrosos. La alerta fue reiterada luego de que un correo electrónico anónimo distribuido entre juarenses advirtiera de que el fin de semana del 23 al 25 de mayo pasaría a la historia "como el más sangriento y sanguinario"; sin embargo hubo 19 ejecuciones, el promedio habitual en esos días.
"Los cartuchos percutidos que nos llegan pertenecen en su mayoría a cuernos de chivo (fusiles AK-47)", comenta Adriana Sanz, a cargo del departamento de balística del laboratorio forense. "La gente no se puede desenvolver como antes, vive con miedo. Incluso antes venían muchos de El Paso, Texas (sur de Estados Unidos), pero ahora la piensan más. La estrategia de los sicarios es fomentar el terror", añade el cura Arturo Veleta.
JENNIFER GONZÁLEZ
AFP