Cómo define el psicoanálisis vincular?
-El psicoanálisis de diván tradicional tenía un efecto muy lento en los pacientes y había una resistencia cultural a invertir mucho tiempo y dinero en un tratamiento a largo plazo. Además, nos dimos cuenta de que trabajar con los vínculos aceleraba la posibilidad de resolver conflictos. Pero también hay un tema ideológico.
-¿Cuál?
-Pienso que la gente se cura con los otros. En la terapia individual te ves sólo a vos mismo y a veces se refuerza el narcisismo. En una terapia vincular tenés todo el tiempo presente que hay otro que es distinto y que está en ese momento, con lo cual tenés que establecer algún vínculo sin negar al otro.
-El impacto que produce lo diferente en uno mismo.
-Claro. Partiendo de la base de que el otro siempre va a ser diferente a vos, qué proceso hacés vos de esa diferencia: si la aceptás, si la negás, si el otro es una simple proyección tuya... Lo que pasa muchas veces en la terapia de pareja es que quieren que el otro sea como uno o bien como uno quiere que sea.
-Se cree que las diferencias son deficiencias y no diferencias.
-Sí. La idea de la armonía es de dos almas gemelas que piensan lo mismo, donde cada uno quiere cambiar al otro para que sea como uno. Eso va al fracaso total, porque nunca va a ocurrir. Siempre dos personas diferentes van a ser diferentes.
-Se trata de aceptar al otro tal como es.
-En todo caso, lo que hay que hacer es llegar a acuerdos sobre las diferencias y aceptar que hay diferencias sobre las que no se puede acordar. El otro es de una manera: me la banco o me voy. La idea es apostar a la palabra, ver las diferencias como un enriquecimiento.
-Esto también pasa en las relaciones entre padres e hijos.
-Sí, nunca los hijos son como los piensan los padres. La diferencia es que los vínculos de sangre no se rompen nunca. Por más que se dejen de ver toda la vida, el hijo se queda esperando que aparezca el padre, a no ser que esté muerto. En cambio, una pareja se rompió y se terminó la historia.
-¿Cómo se trabaja en la terapia vincular?
-Armamos dispositivos de pareja, familia o grupos terapéuticos. Por lo general son tratamientos más cortos, de uno o dos años como máximo. Por ejemplo, las parejas vienen por dos motivos: separarse civilizadamente o producir un cambio en la relación para seguir juntos de otra manera.
-¿Cómo se trata en la terapia de pareja un tema como la infidelidad?
-Puede pasar que uno de los dos lo cuente. También a veces lo que pasa es que uno de los dos te pide una entrevista individual. La concedo pero el problema es que no me cuente un secreto que después me deje atrapado como cómplice. Entonces les digo que no me cuenten secretos porque voy a tener la obligación de decirlo en la terapia de pareja; si no,
quedo imbricado en una complicidad. Por eso está contraindicado hacer terapia individual y de pareja al mismo tiempo con el mismo terapeuta. En la terapia individual la infidelidad queda entre el analista y el paciente.
-¿Desde qué lugar observa la infidelidad?
-Es muy difícil mantener un pacto monogámico de por vida. En una relación larga, hay tres maneras de resolver esto: que se mantenga el pacto monogámico y que cada uno tenga una transgresión sin que el otro lo sepa, que sean una pareja abierta en la que acuerdan estar juntos pero cada uno pueda hacer lo que quiera sin contárselo a su pareja y la otra es la de los swingers, que están con otros pero sabiéndolo los dos y juntos. En general las relaciones ocasionales no destruyen la pareja, a no ser que sean muchas en poco tiempo.
-¿Cómo explica la complejidad de las relaciones monogámicas?
-Lo difícil es poder cumplir con el mandato cultural de concentrar el deseo, el sexo y el amor en la misma persona toda la vida. Muchas veces esto se disocia por un vínculo sexual esporádico o en una relación paralela y uno puede preguntarse si es una crisis de la pareja o es un tema individual de esa persona. Hay gente que tiene un affaire en un viaje, luego vuelve a la casa y su pareja funciona bien. Ahí se puede decir que se trata de un hecho puntual pero que no tiene que ver con una crisis de pareja. Cuando seguro es una crisis es cuando se forma una relación paralela, que por lo general termina mal: sin matrimonio y, quizá, sin el amante.
-¿Con qué cuestiones a resolver vincula la infidelidad esporádica?
-Con la sexualidad. Tiene que ver con que mantener una represión de por vida de que te guste otra persona y no tengas ningún vínculo sexual es muy duro, sobre todo en gente joven. Seamos sinceros: llega un momento en que la gente se tienta o se siente impulsada a hacer algo. Es un mandato casi religioso.
-Por lo general, la mayoría expresa rechazo a la infidelidad aunque luego vemos que es algo que se da casi con normalidad. ¿Falta sinceridad en la sociedad?
-Habría que revisar ese mandato cultural, así como hoy se revisa el tema de la homosexualidad, que dejó de estar en el campo de la enfermedad. Hay que pensar que existen la fertilización asistida, la variedad de géneros (hombre, mujer, gay, travesti, tran
sexual)... una diversidad muy grande en torno a la sexualidad. Entonces, habría que preguntarse si la fidelidad tiene el mismo valor que tenía antes.
-¿Hay que replantear la pareja?
-Ahora que está cambiando todo, sí. Porque, además, el divorcio pasó a ser algo habitual. Los matrimonios duran cinco o seis años. Antes el divorcio era una catástrofe. Un chico de padres divorciados era estigmatizado. En ese aspecto la sociedad mejoró.
-¿Cambió la situación del chico que padecía a sus padres separados?
-Pasó a ser algo habitual. A nadie le llama la atención un divorcio. Antes la gente aguantaba toda la vida porque sabía que si se divorciaba entraba en un mundo de catástrofe. Era algo grave y, además, no existía la figura legal del divorcio. Se ve todo de un modo más contemplativo, con mayor fluidez.
-También cambió el concepto de familia, ¿no?
-Sí, completamente. Eva Giberti habla de "lo familia" para no decir más "la familia". Ahora puede ser familia monoparental, familia ampliada o reconstituida, familias de homosexuales que tienen hijos por fertilización asistida... la familia pasó a ser una diversidad muy amplia. También cayó la autoridad del padre como la única ley. Antes era todo mucho más vertical y ahora es más horizontal.
-¿Hoy la familia es un lugar seguro o inseguro?
-La psicoanalista francesa Elizabeth Roudinesco dice que a pesar del desorden sigue instalada en la sociedad la idea de tener una familia. Frente a un mundo donde no hay garantía de nada, ante la falta
de trabajo, las guerras y los conflictos por todos lados, la familia sigue siendo un lugar seguro, donde el individuo se forma y se siente protegido.
-Más allá de los cambios, todos quieren tener una familia.
-Sí, así es. Antes se atacaba al homosexual porque era una raza maldita que no podía tener descendencia. Ahora vemos que los homosexuales quieren tener hijos y se ven formando parte de una familia. El concepto de la familia se amplió enormemente y sigue siendo un referente de identidad.
-En ese sentido, para los hijos también cambió la identificación.
-Sí, es diferente. Ahora hay más referentes para el chico, mientras que antes era sólo la figura del padre. La ley está más distribuida, es más horizontal que antes. Esto tiene la ventaja de que hay menos autoritarismo, aunque puede tener la desventaja de que haya falta de ley o más desorden. De todos modos, nosotros vivimos en una cultura muy autoritaria. En el latinoamericano hay una cosa vertical muy fuerte que viene del Estado.
-¿Estos cambios atentan contra el futuro de la familia?
-Hay otro tipo de familia, no es que va a desaparecer. Está organizada de otra manera. Diría que para un chico la familia es lo más seguro que hay. Como el mundo es tan inseguro, lo que se ve ahora son adolescentes tardíos, personas que hasta los 30 años viven con los padres. Es muy difícil para un chico sustentarse y poder mantener una vivienda. Esto hace que se queden por mucho más tiempo en la casa.
-Pero por una cuestión económica, no por una elección hacia la familia.
-Estaría más vinculado con la inserción y la pertenencia social que con lo familiar. No encuentran un lugar en el mundo y se quedan en la familia. Antes había una idea de que, si hacías las cosas bien, trabajabas y estudiabas, tenías asegurado el trabajo por 20 ó 30 años. Ahora es al revés: si uno se queda mucho tiempo en un trabajo genera sospechas de que el tipo no anda bien. El que cambia de trabajo cada tres años es visto como movilidad social, como alguien con ambiciones.
JUAN IGNACIO PEREYRA
ipereyra@netkey.com.ar