Todo conflicto pone en juego la capacidad política de sus actores, es decir, las habilidades de negociación y búsqueda de consenso para arribar a acuerdos que, lejos de las humillaciones, satisfagan a los contendientes.
La concepción de la política como un enfrentamiento de enemigos, en lugar de un espacio de divergencias entre adversarios, es el sustento de la polarización y la garantía de una perduración que no favorece a nadie. Rosario y Salta nos muestran hoy el resultado de dos meses de desencuentros, de errores acumulados y de diálogos complejos.
La recién asumida presidenta Fernández encontró en las retenciones móviles el disparador de un enfrentamiento de magnitudes inesperadas y un freno abrupto a una forma de hacer política.
Las cuatro entidades que integran a una amplia gama de productores iniciaron un reclamo sectorial que fue mutando al calor de los errores del gobierno y de la condensación de problemas históricos, siempre sobre la base de una rentabilidad controlada por el Estado precisamente cuando el mundo reclama alimentos. Confiscación de recursos, intermediarios rentísticos e incluso un interior postrado frente a la voracidad del centralismo antifederal pasaron a engrosar el discurso cotidiano. Una buena cantidad de medios de comunicación, bajo el amparo de la independencia, se hizo eco de posiciones muy críticas frente a un oficialismo que los ha excluido a golpe de mitin. Los intereses sectoriales fueron trocando en "movimiento nacional" y el gobierno respondió con acusaciones de golpismo y desestabilización.
En un país con un banco central "blindado", infundadas amenazas de corralito y de un dólar en vertiginoso ascenso complicaron aún más el panorama de una Argentina con la credibilidad oficial reducida desde la intervención del INDEC.
Podemos acordar que el gobierno no manejó en tiempo y forma el conflicto, contribuyendo escasamente al fortalecimiento de una institucionalidad en recuperación, pero conviene también observar el comportamiento de la oposición, por más dispersa que ésta pueda encontrarse. En la nacionalización inesperada del conflicto, varios dirigentes opositores encontraron la posibilidad de sumar a sus propuestas una base socioeconómica clara de la que carecían en los últimos años.
En una democracia de audiencia, de baja afiliación y de partidos profesionales electorales con estructuras débiles fueron varios los que avizoraron un promisorio 2009 electoral.
LOS "DAMNIFICADOS"
Es en este marco que la principal líder opositora de los últimos comicios emprendió una campaña mediática sin descanso. Sorprendiendo a propios y extraños, la defensora a ultranza de la ética y las instituciones republicanas no dudó en descalificar la institución presidencial colocando el poder real en manos de Néstor Kirchner. Las políticas públicas quedaban entonces al margen de la legitimidad electoral. De esta manera, sin reparar en el género ni en las virtudes cívicas, se ha puesto al frente del armado de un proyecto político opositor al que parecen sumarse otros damnificados de la hegemonía kirchnerista -caso del cordobés Luis Juez-.
Por otra parte, con la transversalidad reducida a un acuerdo entre ejecutivos y bajo el retorno de la peronización partidaria de la política, los sectores disidentes de esta fuerza saltaron nuevamente a la palestra pública opositora.
En consecuencia actuó el débil radicalismo no oficialista. El macrismo, mayormente preocupado por su distrito, apoyó sin mayor riesgo ni presencia pública la posición del "campo".
Mientras tanto, y pese al fuerte reclamo rural hacia sus dirigentes políticos locales y provinciales, en la mayoría de los casos elegidos en representación del oficialismo, fueron pocos los insubordinados internos frente a la Casa Rosada. Es decir, tanto adentro como afuera, la presidenta y el ex presidente siguen enfrentado a enemigos conocidos.
El gobierno, lejos de la beligerancia inicial, reajusta sus políticas frente a un campo que vuelve a manifestar la sectorialidad de su reclamo, leyendo correctamente ambos el cansancio de la sociedad.
La posibilidad de un cambio en el estilo político de sello kirchnerista y la obtención por parte de la oposición de un mayor peso y rédito político forman parte de los grandes interrogantes de cara a un futuro cercano que la reciente elección en Bariloche muestra de forma embrionaria.
Queda claro que el desgaste de un proyecto político que engloba dos períodos se ha hecho sentir, sobre todo en la propia práctica política. Asimismo, la ciudadanía comienza a exigir que todos los actores, no sólo el Ejecutivo, traspasen la frontera de sus intereses particulares y piensen en una Argentina para todos.
FRANCISCO CAMINO VELA
saroca@ciudad.com.ar
(*) Licenciado y magíster en Historia. DEA Programa de Doctorado en Historia e ideologías políticas contemporáneas