En julio de 1968, una trifulca entre estudiantes por un partido de fútbol provocó en Ciudad de México una feroz represión policial, que desató la gran revuelta estudiantil considerada hoy el principio de la transformación democrática en el país.
Con el trasfondo del Mayo Francés, la revolución cubana, el pos-Vietnam y las guerras anticoloniales en África, la capital mexicana se aprestaba a recibir en octubre los Juegos Olímpicos, en un ambiente de prosperidad económica y autoritarismo político.
La represión del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) unió a los estudiantes hasta entonces antagonistas de las dos escuelas superiores más importantes de México. Barricadas, marchas y demandas se intensificaron en los meses siguientes, al igual que la respuesta policial y militar. "Era una demanda de democratización en muchos sentidos, pero en particular romper todas las prácticas del autoritarismo mexicano", dijo el ex dirigente estudiantil Raúl Álvarez Garín, que tenía 27 años en 1968 y estuvo encarcelado durante dos años y siete meses.
El 2 de octubre, fecha trágica y emblemática, una bengala en el cielo fue la señal para que un grupo de elite del Ejército mexicano abriera fuego de manera indiscriminada durante un mitin estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Faltaban diez días para el inicio de los Juegos Olímpicos. Nunca se supo el número exacto de estudiantes muertos. Algunos hablan de 37, otros de 300.
La prensa minimizó los hechos. Dio mayor importancia a la información oficial sobre los "revoltosos" que a los muertos y heridos en la plaza. El régimen del Partido Revolucionario Institucional (PRI) llevaba cuatro décadas en el poder y todavía iba a durar otros 30 años.
Pero para historiadores y ex dirigentes estudiantiles 1968 marcó un antes y un después en México. El '68 fue "el punto de quiebre", dijo el historiador Lorenzo Meyer. "México estaba en el momento cumbre de su autoritarismo. En realidad, el '68 puede ser visto como el inicio del derrumbe del autoritarismo mexicano", indicó. Álvarez Garín afirma que "es un movimiento que demanda una vida democrática más amplia, real, no simulada", indicó.
(DPA)