Hubo un mayo argentino que tuvo algunas características que lo emparentaron con el célebre Mayo Francés, aun cuando sus raíces más profundas estaban sin dudas en la compleja coyuntura local. Las imágenes de obreros y estudiantes lanzando piedras y cócteles molotov contra fuerzas policiales que replicaban con gases lacrimógenos y cargas a caballo en una ciudad cruzada por manifestaciones masivas, barricadas y autos incendiados fueron la marca del "Cordobazo", que replicaba otras similares de París. El 29 de mayo de 1969 las manifestaciones sindicales por condiciones de trabajo en las grandes fábricas de la ciudad de Córdoba pasaron sin transición a constituirse en una fuerte protesta antigubernamental y en una rebelión antisistema de signo radical. Sin proclamarlo en graffitis, los protagonistas del "Cordobazo" parecían repetir el eslogan parisino "Seamos realistas, exijamos lo imposible". Lo imposible, en el caso argentino, era que una pueblada derrocara a un dictador que en nombre de las Fuerzas Armadas en su conjunto se había autoproclamado una meta de dos décadas en el poder.
"La imaginación al poder" era pensar que, después de la Revolución Bolchevique, de la proclamación de China Popular y de la Revolución Cubana, la Argentina era el siguiente "eslabón débil" de la cadena de sociedades capitalistas, en el que se instauraría un socialismo de nuevo signo a partir de un núcleo revolucionario eminentemente urbano.
Lo primero se hizo posible. El general Juan Carlos Onganía, debilitado por los acontecimientos de mayo del '69, tuvo que renunciar en marzo del año siguiente. Las Fuerzas Armadas buscaron entonces una salida electoral, concretada finalmente en 1973 con el retorno del peronismo al poder. Era una estrategia para evitar lo segundo que, vista a la distancia, resultó exitosa.
También en Francia cayó al tiempo el gobierno del general Charles de Gaulle. Pero, a pesar de su grado militar obtenido en luchas más honrosas que los golpes de Estado, era un mandatario surgido del voto popular y lo sucedieron otros jefes de Estado elegidos en las urnas sin avatares institucionales traumáticos.
No fue la única diferencia entre el Mayo Francés y el mayo argentino. A pocas horas de marchar los manifestantes cordobeses el 29 de mayo, cayó muerto de un balazo policial el obrero Máximo Mena. Cuando el Ejército logró recuperar el control de la ciudad al otro día, los caídos se contaban por decenas. En París la violencia tenía límites y el poder, un contexto democrático más flexible.
El líder más visible del Mayo Francés, el entonces estudiante Daniel Cohn-Bendit, es hoy diputado europeo (ver pág. 4). El líder indiscutible del "Cordobazo" era el dirigente obrero Agustín Tosco. Murió de septicemia por falta de atención médica adecuada en la clandestinidad, perseguido por la derecha peronista, en noviembre de 1975, unos meses antes del nuevo golpe militar de marzo de 1976.
El "Cordobazo" del '69, como el Mayo del '68, fue también el punto de partida de un debate político intenso de obreros y estudiantes, que devino en la consolidación de la denominada "nueva izquierda".
La influencia francesa se hizo sentir.
El Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), origen poco después de la guerrilla marxista más fuerte de la Argentina y de fuerte presencia en Córdoba, estaba afiliado a la IV Internacional. Entre París '68 y Córdoba '69 había sido aplastada por los tanques soviéticos la Primavera de Praga, lo que radicalizó aún más a los ideólogos de la "nueva izquierda".
Pero en la Argentina se agregaron dos ingredientes adicionales al debate: el peronismo y el guevarismo, que lo alejaron de la impronta del Mayo Francés y lo volvieron mucho más complejo. El Che había muerto en 1967 en Bolivia, bastante más cerca de Córdoba que París. Antes del Cordobazo habían surgido ya pequeños grupos guerrilleros en la Argentina. Pero la represión por fuerzas militares de la rebelión cordobesa -exitosa en términos puramente militares- apuró para algunos sectores de la izquierda la decisión de tomar las armas. El PRT, después de un áspero debate interno en el que quedaron desplazados quienes privilegiaban la movilización masiva como herramienta de lucha antidictatorial, creó en 1970 el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
Exactamente un año después del "Cordobazo" hizo su aparición pública Montoneros, de signo peronista, que secuestró y luego asesinó al general Pedro Aramburu, líder del golpe militar que derrocó en 1955 a Perón. En esta izquierda argentina predominaron las acciones comando sobre las rebeliones populares.
El asedio de los grupos guerrilleros le dio entre 1970 y 1972 un fuerte empuje a la decisión de los militares de ceder el poder. Y en las movilizaciones populares de más largo aliento, incluida la de las urnas en 1973, se hizo presente la fuerte identidad peronista de buena parte de la población argentina. Perón volvió al poder y a su muerte, tras el interregno de Isabelita, retornan en 1976 las Fuerzas Armadas, a sangre y fuego. El "Cordobazo" parece haber quedado lejos, tan distante como París.
JUAN GARFF
DPA