"Seamos realistas y hagamos lo imposible". Esta frase del comandante guerrillero Ernesto Che Guevara era uno de los lemas más repetidos entre los escritos en las paredes del centro de París, del movimiento estudiantil que pretendió revolucionar la sociedad francesa en mayo de 1968. El famoso retrato del Che, con la melena agitada por el viento y la mirada serena clavada en el horizonte bajo una boina negra adornada con una estrella roja, era una de las imágenes más simbólicas que aparecían en todas las manifestaciones de protesta contra el "imperialismo norteamericano" y el orden capitalista autoritario y represivo que inundaban hace 40 años las calles de París, Berlín, Madrid, Roma, Ciudad de México o Tokio.
Uno de los blancos de las protestas estudiantiles que en mayo de 1968 se sucedían en todas las grandes capitales del globo fue la guerra de Estados Unidos en Vietnam, que en marzo había alcanzado su clímax de atrocidad con la masacre de My Lai. El Che, que había proclamado la consigna de "crear uno, dos, muchos Vietnam", era el máximo símbolo de la lucha contra el dominio estadounidense sobre América Latina. Su figura, idealizada con tintes románticos, fue reivindicada como fuente de inspiración, junto con Mao Tse-tung y Ho Chi Min, por los jóvenes que salían a las calles para repudiar el "imperialismo norteamericano" en el Tercer Mundo.
De igual manera, la Cuba revolucionaria de Fidel Castro representaba un ejemplo para la resistencia al imperio estadounidense, sobre todo en América Latina, infestada en la década del '60 por dictaduras de derecha apoyadas por Washington. Además, para los intelectuales de izquierda europeos, especialmente, Cuba era una alternativa no ortodoxa, creativa y original, opuesta a la burocratizada Unión Soviética y sus satélites de Europa Oriental. En enero de 1968, intelectuales europeos viajaron a Cuba para asistir al Congreso Cultural de La Habana, en el que Fidel Castro lanzó un duro ataque a la ortodoxia soviética y sus recelos ante los movimientos guerrilleros en América Latina. A su regreso a Europa, los intelectuales difundieron entusiastas testimonios de sus experiencias en Cuba que tuvieron un fuerte impacto en la juventud izquierdista europea, desencantada con los partidos comunistas prosoviéticos.
La euforia procubana estaba totalmente viva en mayo de 1968, cuando se produjeron las revueltas estudiantiles en París y otras capitales europeas, antes de que el inesperado apoyo de Fidel Castro a la invasión soviética a Checoslovaquia, en agosto del mismo año, llevara a gran parte de la izquierda europea a retirar su solidaridad. En América Latina, la intervención militar soviética que aplastó la "Primavera de Praga", el intento checoslovaco de crear un "socialismo con rostro humano", no tuvo el mismo impacto negativo en la izquierda, preocupada por la hegemonía estadounidense en el subcontinente.
En Francia, sin embargo, la rebelión libertaria de mayo no sólo se dirigía contra el "imperialismo norteamericano" y la sociedad capitalista sino que también expresaba el rechazo a la ausencia de democracia en el sistema educativo y a los valores morales tradicionales. "Haz el amor, no la guerra", era uno de los lemas favoritos. Aunque no cambió el orden político y económico, posibilitó más tarde el nacimiento del feminismo, la emancipación de los homosexuales y el ecologismo, fenómenos ya difícilmente compatibles con el retrato del Che o de la bandera de Cuba.
THEO PETERS
DPA