Volvió a la literatura…
–Nunca me fui, forma parte de mí en términos muy fuertes.
–Bueno, pero en los últimos años se lo vio muy abocado al ensayo.
–Es cierto, pero la ficción me atrapa y atrapa mucho.
–¿Por qué cada libro suyo es un éxito editorial singular? Usted mismo suele decir que integra el lote de escritores argentinos que generan placer en el lector…
–Pero que quede claro que lo digo con modestia, ajeno a toda intención jerarquizadora en relación con otros autores. Simplemente digo lo que indican los datos de la realidad.
–Bueno, ¿pero por qué?
–Una de las respuestas quizá sea que no aburro, tanto cuando asumo una novela que siempre tiene un trasfondo muy fuerte de historia como cuando reflexiono desde el ensayo... creo que no aburro. Esto, con independencia de que se esté o no de acuerdo con lo que digo o escribo.
–¿Cuál sería o es la razón por la cual no aburre?
–En lo que hace a las novelas, seguramente gustan las tramas que las sustentan, que hacen a la historia y en ese marco a conductas, como el amor, como es ahora “La pasión según Carmela”. En cuanto a los ensayos, bueno, me explico con claridad, sin eufemismos, en términos muy directos incluso cuando pivoteo en la duda. En fin: no soy un escritor de pose.
–¿Qué quiere decir eso?
–No soy rebuscado; escribo con la rica sencillez que nos da la posibilidad de escribir y hablar nuestra lengua, como lo hicieron –por tomar algunos casos y sin querer compararme– Osvaldo Soriano, Borges... tuvieron ideas y supieron transmitirlas en términos sencillos.
–Pero usted se mete mucho con el poder. No hay obra suya, ya literatura como ensayo, en que el poder no esté en el centro del despliegue. Alguna vez me dijo que su profesión de médico que hizo psiquiatría lo ayudó en mucho a la hora de escribir y me explicó qué tipo de ayuda. ¿Qué se mantiene con los años de esa ayuda ahora, que cruzados los 70 años sigue escribiendo y escribiendo?
–Tratar con el dolor... desde ahí me ha servido la medicina para con lo que hago. El dolor es una especie de... a ver, a ver...
–...una especie de universo en sí mismo, decía Merleau Ponty.
–Sí, algo que se presenta de mil maneras, incluso dantescas, pero siempre es dolor. La condición humana en situación de dolor. Siempre digo que los médicos somos seres moldeados en el dolor, en el sufrimiento ajeno. Y bueno, a los psicoanalistas ese asumir el sufrimiento les afina la sensibilidad, sin duda.
–Con su nueva novela vuelve a los ’60, que en alguna medida es el tiempo en que usted arrancó en la literatura con “La cruz invertida”. ¿Qué tienen de imán los ’60 como para que se siga haciendo mucha ficción con esa década?
–Fue un tiempo revulsivo, nada se quedó quieto. Y lo que se quedó quieto tuvo que esforzarse, actuar brutalmente para quedarse quieto, como fue la intervención del entonces Imperio Soviético para frenar la Primavera de Praga, la humanización del socialismo que ahí se estaba dando. Fueron años muy intensos en el sentido de cuestionar escalas de valores, un tiempo de cuestionamiento muy ampliado y generoso de mucho de lo enlatado... todo entró en conmoción; desordenada, es cierto, apasionada, también es cierto... pero en conmoción: la educación, el poder político, el arte.
–En ese marco usted se enamora de la Revolución Cubana…
–En los inicios de ella, en sus primeros pasos; después me alejé.
–Tenía 25 años cuando triunfó Fidel. En “La pasión según Carmela” se ve todo ese encantamiento y posterior desencanto.
–Seguramente, de haber sido contemporáneo a ella, yo también me habría enamorado de la Revolución Francesa con independencia de cómo hubiera seguido ese amor.
–A eso quería llegar luego de leer algunas declaraciones suyas al respecto. La Francesa, aun en su naturaleza muy revuelta, respondió a un esquema de ideas y un armado de ellas con fuerte sustento filosófico, incluso. La cubana surge como reacción puntual a una dictadura, se le da contenido con los años. ¿Qué tienen en común ambas como para entusiasmar a la juventud de su tiempo?
–Fueron gritos puntuales de libertad... sacudieron y derrumbaron poderes absolutos, excluyentes. Gritos heroicos, acompañados de mucha épica. Dejemos por un momento de lado desarrollos posteriores que tuvieron uno y otro proceso, detengámonos en el dictado que les dio vida, sentido iniciático, y entonces uno encuentra que ahí siempre está el ansia de libertad. Y esto, bueno, siempre es muy fuerte, genera mucha adhesión. Que la Revolución Cubana haya terminado en dictadura no invalida su grito inicial de libertad.
–Octavio Paz escribió que hay procesos históricos que suelen generar respaldo por lo precario que es su punto de partida. “Ese puñado de desventurados”, dijo cuando Fidel arrancó. Usted ha dicho que ese arranque era una “aventura delirante”. ¿Es la épica que suelen tener esos procesos lo que realmente seduce?
–Lo que seduce es la entrega, desde condiciones casi imposibles de prosperar, a la causa de la libertad. Lo de Fidel Castro era una ventura que aparentemente conducía a la nada. Solos, aislados, metidos en las sierras, rodeados de de un ejército profesional y brutal... ¡la nada!
–¿No le parece que fue en ese momento de tanta fragilidad que Fidel comenzó a ganar la guerra política para luego ganar la guerra militar?
–Es posible, y lo es porque lo que sucedió en Cuba es que la mayoría de los cubanos estaba sometida por una dictadura feroz, sangrienta. Esa sociedad, clases medias, estudiantes, etcétera, etcétera, y el campesino, una entidad muy fuerte en Cuba, se fueron sumando a esos barbudos que daban vueltas por la sierra... de una manera u otra se sumaban. Lo demás ya es conocido.
–Carmela, uno de los dos personajes centrales de su novela, representa mucho o todo de lo que usted acaba de decir. Su entrega a la Revolución es abierta, generosa. Dice Halperín Donghi que la nostalgia y la generosidad son motores de mucho en la historia.
–Así es, sí, sí.
–Sin embargo a Carmela la evolución de la Revolución una vez logrado el poder le trae desencantos con el proceso. Me parece que uno de los logros de su novela es que Carmela insinúa más de lo que dice sobre las razones de ese desencanto. Hay mucho de conocimiento sobre las razones del desencanto con la Revolución que ha marcado a millones de seres en el mundo...
–Carmela va a la Revolución por razones muy nobles. Luego, con los años, el desencanto ante el giro que toma la Revolución y la dictadura en que deviene. No me parece que yo no haya explicitado claramente las razones de su desencanto...
–No hablo de déficit de explicación, sino…
–Sí, entiendo, lo que pasa es que, y seguramente es lo que le sucedió a usted al leer la novela, asume su lectura con mucha información propia sobre la naturaleza, las razones de la decepción generada por la Revolución.
–¿Y entonces?
–Y entonces esa información opera en el lector, trabaja en el lector y trabaja sobre cómo ve el lector a Carmela...
–¿Algo así como “le está sucediendo esto”, “No quiere decir esto otro porque…”?
–Puede ser, puede ser. Siempre el lector trabaja desde su propia formación sobre los personajes, y ésta es una de las relaciones más apasionantes que establece la literatura.
–Carmela, el nombre “Carmela”, tiene connotaciones muy españolas, muy de la Guerra Civil por aquello de “¡Ay Carmela, ay Carmela!”…
–Bueno, Cuba es muy africana y muy española, muy gallega. Fue un enclave muy intenso para España. Uno de los placeres que brinda escribir novelas es la relación o las relaciones que se establecen en el desarrollo de ese escribir.
–¿Más que el cuento?
–Más que el cuento, que siempre tiene un escenario y una acción más circunscriptos. La novela va a espacios más amplios que implican incluso relaciones, vínculos que el autor no previó en su idea inicial.
–Situaciones que “le estallan”, sostiene Vargas Llosa.
–Inesperadas, surgidas en el propio movimiento que implica el desarrollo renglón a renglón y que sugieren al escritor, y también lo exigen.
–En su novela usted lleva a la ficción a figuras esenciales de la Revolución: Fidel, Haydée Santamaría, que en la vida real fue directora de Casa de las Américas y terminó suicidándose. Como usted dice o Carmela cuenta, en todo caso, el hermano de Haydée fue asesinado por los batistianos al terminar el ataque al Moncada y esto fue así en lo real. Pero fue un asesinato con tortura: le sacaron los ojos con cuchara y se los llevaron en un plato a Haydée que, tras el ataque, estaba presa. En la novela, Carmela se entera vía Haydée de que lo asesinaron, no de cómo. En la presentación de la novela en la feria usted habló de que Carmela se suma a la Revolución por las impresiones sobre ella . ¿No sintió la necesidad de contar ese cómo?
–En realidad, para la imagen heroica que va sumando Carmela de los inicios de la Revolución, bastaba con hablar de la dictadura de Batista, de su naturaleza brutal, todo al margen de entrar en detalles, en precisiones. La Haydée que yo cuento y que le dice a Carmela lo del asesinato de su hermano tras el Moncada es una Haydée luchadora, épica, calada en el dolor... pero esto lo tiene que intuir el lector, esto independientemente de que ella, ya en la vida real, haya formado parte del aparato ideológico cerrado y dogmático, dictatorial, en que devino la Revolución. Pero esto es con la Revolución ya asentada. Carmela sólo toma conocimiento de la entrega de ese grupo de muchachos y chicas que atacaron el Moncada varios años antes de la Revolución, una operación que fue anterior en varios años al desembarco de Fidel y la marcha a las sierras.
EL ELEGIDO
Marcos Aguinis nació en Córdoba hace 73 años.
Profesión: neurocirujano. Pasión: escribir.
Hace ya más de 40 años irrumpió en el campo de la literatura y luego en el ensayo.
En el tumultuoso final de los ’60 publicó “La cruz invertida”, novela que pinta con buen ritmo el mundo de las ideas que por entonces sacudían la Argentina. Por aquel tiempo publicó también “Los refugiados”, que desde el género novelístico es una singular pintura del duro destino que ya padecía el pueblo palestino.
Minucioso en el manejo de las fuentes que desde la historia le sirven para avanzar e inyectarles ficción, lentamente Aguinis fue ganándose espacio en una Argentina que lo tiene como uno de sus más exitosos escritores, al menos desde mediados de los ’80. Sus libros, ya ensayos, ya novelas, se sitúan rápidamente entre los más vendidos, podio en el que se mantienen durante largo tiempo.
Eso sucede hoy, por caso, con su más flamante novela, “La pasión según Carmela” (Edt. Sudamericana).
Dotado de un interesante manejo de la palabra y de una sustanciosa capacidad para reflexionar sobre el poder y las patologías que le son propias, Aguinis tiene en su haber “La gesta del marrano”, “Los iluminados”, “La conspiración de los idiotas”, “Asalto al paraíso”, “Elogio de la culpa”, “Carta esperanzada a un general” y, a partir del 2004, “El atroz encanto de ser argentino”, un ensayo en dos tomos que analiza descarnadamente prácticas y ejercicios del poder.
En ese marco, es un duro crítico del populismo. “Ningún régimen populista ha logrado o ha querido seriamente acabar a fondo con la pobreza, estimular una educación abierta ni desmontar el fanatismo. Sus programas no apuntan a un desarrollo sostenido y firme, con visión a largo plazo”, sostiene Aguinis.
“Supuse que correría sangre”
“Se levantó furioso y dio zancadas hacia la carpa de Ulises. De su cinturón colgaba el arma y yo supuse que correría sangre. Sin darle tiempo a entender lo que sucedía, Húber le puso el índice entre los mesmerizantes ojos de gato: ¡No vuelvas a cometer crímenes, Ulises, eso es denigrante! ¡Hablaré con Fidel sobre el asunto! Dio media vuelta y ordenó a su gente que se fuese a descansar. Ulises no se levantó del piso y alcanzó a mascullar: No sabés distinguir a los traidores, compañero, eso es malo.
”Fui ubicada provisoriamente en la tienda de Haydée Santamaría. Pese al cansancio, después de esa escena se me evaporó el sueño y charlé con ella. Allí supe que Haydée había participado del asalto al cuartel Moncada con su novio y su hermano y que los dos fueron asesinados por el ejército después del combate, sin juicio ni clemencia.
”A la madrugada siguiente, después del desayuno, Haydée comentó que yo me había ganado la simpatía de los jefes. ¡Exageras!, repliqué escéptica y gozosa: ¿Qué hice para merecer su aprecio? Me indicó que descansara y recorriera el campamento porque veinticuatro horas después empezaría mi entrenamiento.
”Yo estaba excitada y bebía cada minucia, sonido, olor. El bosque, las carpas, las chozas, los guerrilleros, el movimiento incesante de objetos y personas eran un universo fascinante. ¿Cuántos espías del gobierno hubieran querido estar en mi lugar? Conversé con algunos miembros de esta legión misteriosa y me sorprendió la variedad de acentos y procedencias. No parecían ser muchos, pero quizás estaban divididos en escuadrones asentados en diferentes partes de la Sierra para no caer al mismo tiempo si se producía un asalto”.
(Tramo del capítulo 3 de la novela “La pasión según Carmela”, de Marcos Aguinis; Edt. Sudamericana, 2008)