La respuesta de los expertos en la lucha contra el hambre y la pobreza es la "vuelta a las raíces". El consejo agrícola mundial, un proyecto de la ONU similar al del consejo climático mundial, exige en un informe de expertos presentado esta semana un regreso de la agricultura global a las probadas tradiciones. Los métodos de producción y el empleo de semillas tradicionales, el uso de abono natural o caminos más cortos entre productores y consumidores: lo que los científicos proponen suena a una marcha atrás y supondría al mismo tiempo una reforma agraria global radical.
El argumento de los investigadores es que la producción industrial intensiva en capital de nuestros alimentos en su forma actual, así como el uso de pesticidas, destruye el suelo, el agua y la diversidad de especies, contribuye al cambio climático y utiliza unidireccionalmente los terrenos fértiles. Durante tres años, unos 400 expertos del sector agrario trabajaron en el informe, apoyados por organizaciones internacionales de renombre como el Banco Mundial y la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
La espiral de precios de los alimentos en los mercados mundiales gira desde hace tiempo al alza, pero los sucesos de las épocas recientes añadieron una inimaginable realidad destructora a las conclusiones del trabajo del consejo mundial agrario: la carestía de los alimentos provocó en muchos países pobres saqueos y violencia y decenas de estados bloquearon sus exportaciones o encargaron al Ejército vigilar las reservas estatales.
En América Latina, Haití se convirtió en la primera víctima de la suba del precio de los granos, con violentas protestas que se saldaron con cinco muertos, unos 200 heridos -según cifras oficiales- y un voto de censura del Parlamento haitiano al primer ministro Jacques Edouard Alexis.
En Asia, el caso más dramático es Corea del Norte, donde la escasez de alimentos empeora y puede provocar una "tragedia" si ese país no recibe ayuda externa, advirtió Naciones Unidas, que estima que unos 6,5 millones de los 23 millones de norcoreanos pasan hambre. También ha habido motines por alimentos en Camerún, Costa de Marfil, Etiopía, Egipto, Indonesia y Filipinas.
El director general de la FAO, el senegalés Jacques Diouf, destacó esta semana que "la subida actual de los precios de los productos alimenticios es un gran desafío, ya que la seguridad alimentaria de millones de personas en todo el mundo está hoy amenazada. Entre enero del 2007 y enero del 2008, el índice de precios de los alimentos de la FAO aumentó un 47%", según Diouf. Según el BM, el precio del trigo en el mundo creció un 181% en los últimos tres años, mientras que en general los precios de los alimentos subieron un 83%.
Los expertos reconocen sin límites el hecho de que la agricultura moderna, comenzando hace unas cinco décadas, ha atraído un "aumento significativo" de la producción de alimentos, "pero las ventajas se repartieron de forma desigual y tuvieron un precio cada vez más inaceptable que deben pagar pequeños agricultores, trabajadores, zonas rurales y el medio ambiente", asegura el informe.
Los autores del informe critican duramente el sistema de comercio mundial con las masivas subvenciones agrarias en Europa y Estados Unidos, con las que los países pobres no pueden mantenerse. "Los países en desarrollo más pobres pierden en la mayoría de escenarios de liberalización", asegura el jefe del consejo, Robert Watson, científico jefe del Ministerio de Medio Ambiente británico.
Las soluciones propuestas se centran en el uso sostenible de las tierras y en soluciones para los pequeños agricultores en los países en desarrollo, responsables de una gran parte de la producción mundial de alimentos.
Además, los expertos criticaron el creciente uso de materias primas alimenticias para fabricar biocombustibles en EE. UU., Europa o Brasil, pues amenaza con contribuir a aumentar el hambre en el mundo. Especialmente los biocombustibles de primera generación, como los producidos a través del maíz o la soja, tendrán repercusiones perjudiciales. Esta postura es rechazada, sin embargo, por productores de biodiésel como Brasil.
Sin embargo, los expertos no rechazaron de plano el uso de plantas genéticamente modificadas, aunque exigen controles amplios y estudios de costo-utilización.
Aún no se sabe si el informe del consejo agrario tendrá efecto. Ya 64 países lo firmaron, entre ellos estados de la UE como Francia y Polonia, emergentes como China, India y Brasil o países en desarrollo como Uganda. Algunos no lo han hecho, como Alemania, y otros, como Estados Unidos, Canadá y Australia, aprobaron sus principios pero no firmarlo. Sólo cuando desde el poder se esté dispuesto a escuchar "podemos tener la esperanza en una política justa que tenga en cuenta los intereses de los pobres", consideró Watson.
DOROTHÉE JUNKERS
DPA y AFP