–¿Cómo es la relación de la CHA con otras instituciones como, por ejemplo, las Fuerzas Armadas?
C. C.: –Como organizaciones siempre fueron posturas encontradas. En el gobierno de Menem, Erman González dijo que no había que aceptar homosexuales en las Fuerzas Armadas porque no estábamos capacitados. Ahí hicimos un desfile de militares gay-lésbico; representamos a Julio César, Alejandro Magno, Aquiles y otros militares para demostrarles que hubo militares más gloriosos que ellos.
Impulsábamos que ninguna legislación discriminara a las personas por su orientación sexual. Pero políticamente no nos parece meternos a trabajar específicamente en el ámbito del Ejército. Sería como hacerlo en el ámbito de la Iglesia Vaticana.
M. S.: –Hay otra manera de enfocar el tema. Gays y lesbianas sufrimos acoso todo el tiempo en las provincias por la aplicación del Código de Faltas. Difícilmente tendría algún resultado que fuésemos a hablar con esas instituciones. La voluntad y la decisión de una transformación no les pertenecen a las Fuerzas Armadas. Eso viene de un Estado con leyes. Con la ley antidiscriminatoria deberían caer todo el resto. Es un problema de Estado, más que de los jefes de las Fuerzas Armadas.
–¿Y cómo es la relación con la Iglesia?
C. C.: –Pésima. Todo el tiempo estamos contestando los agravios. Hay discriminaciones que forman parte de la idiosincrasia de cada institución. Uno no puede desconocer la tradición machista de ciertas estructuras como el Ejército. Respecto del Vaticano, tienen líneas muy reaccionarias y conservadoras, anti-homosexualidad. Si uno revisa las declaraciones de Juan Pablo II y de Ratzinger, el 80% se lo llevan el tema del aborto y los homosexuales. Hay una obsesión del Vaticano con esto en las últimas décadas.
–¿A qué atribuyen esa obsesión de la Iglesia?
C. C.: –Uno reacciona por los cambios que van surgiendo en la sociedad. Se avanzó mucho en los derechos de gays y lesbianas. La postura de la Iglesia es muy medieval, muy tremenda. En algunos casos es asesina con respecto a temas como el uso del preservativo, en una actualidad de pandemia del sida.
M. S.: –La Iglesia es dogmática, no hay debate posible. Dicen que la homosexualidad es una desviación de la naturaleza basándose en nada... o en textos de 30 años atrás interpretados de cierta manera.
–Con la fuerte oposición de sectores como la Iglesia, ¿creen que la ley para que dos personas del mismo puedan adoptar hijos se va a promulgar en la Argentina?
C. C.: –Sí, estamos convencidos. Es una cuestión de tiempo. Hay un cambio social y cultural que notamos y percibimos todo el tiempo, tanto a nivel local como internacional.
M. S.: –El tema de la adopción se va a terminar de resolver, por la fuerza, por decantación, cuando aumente la cantidad de estudios sobre parejas que han adoptado. Hay países que ya han aprobado esta ley. Nos guste o no, se van a continuar los estudios y, escrito de 20 maneras diferentes, se va a mostrar que no hay ninguna razón para prohibir la adopción a dos personas del mismo sexo.
–La Iglesia sostiene que los homosexuales rompen el orden natural.
C. C: –La Iglesia no va a poder sostener que nosotros subvertimos el orden familiar, que seríamos malos padres. El tema de la Iglesia es la protección de lo que ellos llaman su modelo familiar: hombre más mujer con capacidad reproductiva crean descendencia. Y, si no tienen capacidad reproductiva, hacemos como que eso pertenece al orden natural y le damos una persona en adopción. No se entiende de qué naturaleza están hablando. Además, el primero que rompe el orden natural es el mismo Vaticano, con el celibato.