Mario Vargas Llosa cumplió 72 años la semana pasada, cuando visitaba Rosario en el marco de otro natalicio: las dos décadas de la Fundación Libertad que lidera su amigo y fundador del nucleamiento, el argentino Gerardo Bongiovanni.
El cónclave convocó a más de un centenar de intelectuales, dirigentes políticos y ex presidentes latinoamericanos y al español José María Aznar. Estuvieron presentes, entre otros, el mexicano Vicente Fox, el boliviano Jorge Quiroga, el salvadoreño Francisco Flores, el uruguayo Luis Lacalle y el ensayista argentino Marcos Aguinis.
Apremiado por la dinámica del encuentro, Mario Vargas Llosa no pudo dedicarle al periodismo entrevistas ajenas a la tiranía del tiempo, pero entre un "aquí" y un "allá" siempre atendió a la prensa.
Vital, siempre con estilo afable y directo, recordó que de las novelas que ha escrito la que más lo seduce es "La guerra del fin del mundo", quizá por aquello que una vez dijo: "Lo que tiene Canudos (lugar de Brasil en que se desarrolló en el siglo XIX el hecho en que se basa el libro) de ejemplar para un latinoamericano es esa ceguera recíproca a partir de la visión fanática de la realidad de la que participan tanto republicanos como jagunços (sectores que se enfrentan); es la misma ceguera para admitir la crítica que la realidad hace a la visión teórica. Ésa es la historia de América Latina. La tragedia de América Latina es que, en distintos momentos de nuestra historia, nosotros nos hemos visto divididos, enfrentados en guerras civiles, en represiones y, a veces, en matanzas peores que las de Canudos por cegueras recíprocas parecidas".