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n momentos en que varios dirigentes apuestan a la dilución de las identidades partidarias para la conformación de alianzas coyunturales de tipo electoral, el dirigente radical Rodolfo Terragno apuesta por la conformación de un sistema político con dos fuerzas claramente definidas: por un lado, el peronismo en el gobierno y, por el otro, una fuerza opositora que “con la etiqueta de la UCR o con otra” logre convocar a todos los votantes que en el pasado se identificaron con el radicalismo y que pueda enfrentar las políticas oficiales en el Congreso y otros ámbitos.
Terragno advirtió que “la Argentina se enfrenta a un peligro muy grande si no se reconstruye el bipartidismo”. Sin embargo, diferencia su propuesta del “falso” sistema bipolar planteado por el oficialismo, que se arroga el rol del progresismo y pretende etiquetar de “gorila” al resto de la oposición.
El dirigente considera que, más allá de la crisis partidaria actual, es necesario reconstruir el bipartidismo. “Sin bipartidismo no hay democracia”, enfatiza. Y agrega: “Para gobernar un país hace falta una fuerza muy grande y poderosa. Y para que haya democracia hace falta que exista otra fuerza grande y poderosa que le sople en la nuca a la primera y que, llegado el momento, le ofrezca a la gente la posibilidad de cambiar”.
“Si la alternativa se encuentra dividida entre cinco o seis minipartidos, siempre gobierna la gran fuerza y se acaba la democracia”, asegura Terragno frente a la dispersión actual de la oposición. “La Argentina se enfrenta a un peligro muy grande si no se reconstruye el bipartidismo; la democracia se encontraría en riesgo”, agrega.
Para el ex senador, los votantes empujarán inevitablemente hacia el bipartidismo. “La gente tarde o temprano se va a dar cuenta de que necesita el bipartidismo”, enfatiza. En ese sentido, Terragno anticipa dos escenarios posibles en el futuro próximo: “El primer escenario es el que está intentando impulsar el gobierno: un falso bipartidismo entre una fuerza que agruparía la centroizquierda y, enfrente, lo que ellos consideran ‘los gorilas’”, dice el radical en referencia al armado de la Concertación. La estrategia oficialista, impulsada por Néstor Kirchner desde su futura jefatura del PJ, es para Terragno “un esquema muy peligroso, porque en él importan más las etiquetas que los principios. Y, en segundo lugar, es engañoso, porque dentro de aquello que el gobierno llama ‘los gorilas’ aparecen muchos sectores progresistas”.
El “segundo escenario”, que Terragno considera como el indicado, recrea frente al kirchnerismo una fuerza amplia de identificación radical. “El segundo escenario se plantea a partir de la certeza de que, si bien los partidos han estallado, todavía hay dos fuerzas subyacentes, que son el peronismo y el radicalismo. Es necesario conformar un paraguas que cobije a todos los votantes radicales, pero eso no se puede hacer a través de un acuerdo de dirigentes ni de hoy para mañana. Se trata de recrear un radicalismo fuerte, con la etiqueta UCR o con otra, que convoque a todos los votantes radicales que se fueron a otro lado y lo haga con una meta más amplia que las próximas elecciones”, sostiene.
El ex senador incluye en la eventual fuerza opositora la participación de los radicales actualmente alineados con el kirchnerismo. “Yo tengo diálogo con todos los dirigentes, pero no pretendo convocarlos a todos. Las cosas se frustran si alguien en particular pretende convertirse en convocante. Los diálogos deben ser partidarios”, advierte.
Sin embargo, Terragno reconoce que su tesis se muestra lejana a la evolución política presente. “Unificar la oposición se hace difícil porque no se discute acerca de proyectos sino de nombres y apellidos. Hay una feria de vanidades”, argumenta.
Rara avis en la política argentina
Agencia Buenos Aires
Rodolfo Terragno es uno de los últimos exponentes de una especie en extinción en la política argentina: estudia. Lee libros.
Dicho así, esta apreciación pareciera formulada desde la ironía. Pero no: en el páramo que es la política argentina en el plano de la formación de sus dirigentes, Terragno es una muy rara avis.
Lo distingue un intelecto sólido, forjado en la reflexión y el espíritu crítico propios de quien siente que la política no se consume en lo absoluto del logro del poder sino en la creación que le es propia por naturaleza.
No importa a estas líneas la suerte que tuvo y tiene el derrotero político de Terragno. En todo caso, vale lamentarse de que ese derrotero haya estado signado por suertes que no dependieron de él. Pero vale también recordar que aun en el marco tempestuoso de los dos gobiernos nacionales en que se desempeñó –la administración Alfonsín y la de la Alianza– Terragno siempre inyectó ideas en procura de ir más allá de la política como mera expresión de posicionamientos de poder.
Marcó diferencias. Y entonces acumuló enojos a lo largo y ancho de la vulgaridad que define mucho del razonamiento de la dirigencia política de su partido, el radicalismo.
Pero Terragno siempre es fiel al ideario político en que se formó cuando, siendo muy joven, intuyó siguiendo a Arturo Frondizi que hay otra Argentina posible. Y que, aun admitiendo que siempre parece escaparse, es realizable y vale la pena ir por ella. Una Argentina que, asumiéndose desde sus contradicciones y sus opuestos, no se permita que la emoción fácil y la demagogia rijan su destino.