Líbenson e Ignacio Piroski, quien fuera director del Instituto Nacional de Microbiología, desarrollaron en 1966 un procedimiento para producir a muy bajo costo concentrados proteicos alimenticios obtenidos del pescado que cumplían con las expectativas de organismos como la FAO, en la búsqueda de herramientas para luchar contra el hambre.

Este descubrimiento, que llamó la atención de la prensa en varios países, recibió un caluroso apoyo del presidente de la Nación, Arturo Illia, quien dispuso la puesta en marcha de la producción a escala industrial. Lamentablemente, el golpe militar que derribó el gobierno pocos días después dejó en la nada este proyecto -entre tantos otros-, mostrando las paradojas de un país que, pese a sus riquezas, aún registra muertes por desnutrición.