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Domingo 02 de Diciembre de 2007
 
 
 
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  ENTREVISTA: CARLOS ALBERTO ABALERÓN

El investigador destacó que el diseño urbanístico es un híbrido sin personalidad y que la municipalidad casi agotó sus reservas de tierras sin haber encauzado la evolución de la ciudad. Cómo repercute esto en lo social. El retroceso del Estado y las "presiones" de la reactivación económica.

 
 

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Hace días el Programa de Calidad de Vida de la Fundación Bariloche y la Fundación Vida Patagónica realizaron un seminario destinado a promover el debate en torno del destino de las tierras públicas bajo dominio del Ejército. Si bien la reflexión se circunscribía a este espacio, puede considerarse un caso testigo para abordar el gran problema que subyace cuando se habla del uso de la tierra en Bariloche.

¿Cuáles son, a su criterio, los problemas más graves que presenta esta localidad en cuanto a usos de la tierra?

Los problemas más graves de Bariloche, como situaciones que dificultan o impiden evolucionar positivamente desde este presente hacia el futuro mejorando la calidad de vida de la gente simultáneamente con la mejora del ambiente tanto natural como construido, son diversos y complejos y están estrechamente vinculados. Tratar de identificarlos fuera de una visión integrada de una sociedad localizada en un tiempo y una geografía determinados es un error muy frecuente que debemos evitar. La mayoría de las veces desagregamos la sociedad, el espacio y la multiplicidad de dimensiones que conforman la vida de una ciudad como Bariloche, facilitando los análisis y los diagnósticos, para después olvidarnos de integrarlos cuando nos proponemos pasar a las acciones concretas. También nos equivocamos cuando nos damos por satisfechos al señalar solamente los problemas sin describir los complejos causales que los originan, así como las consecuencias inmediatas y concretas sobre la población y ambientes afectados. Esos efectos finales sobre las personas y sobre la geografía tienen un impacto directo en la salud física y psíquica de grupos significativos de la sociedad, escenario final de la calidad de vida y del ambiente.

¿Y más específicamente?

En 1995 escribí algo que contesta su pregunta: la de San Carlos de Bariloche es una historia de desencuentros, entre aquellos que querían y quieren un pueblo de postal y otros que pretenden una ciudad "moderna", entre aquellos que deseaban el ferrocarril y otros que lo negaban. Es también una crónica de decisiones y omisiones tomadas y dejadas de tomar a la distancia: el damero nos fue impuesto; las tierras las otorgaba la Dirección de Tierras (luego Parques Nacionales). Es, además, una secuencia propia de una población mayoritariamente sin raíces, con acciones a corto plazo preanunciando un pronto retorno al lugar que, por otro lado, no existe más: valen el ahora y el yo, pocas veces el mañana y el nosotros, aunque en el discurso cotidiano prevalezca lo último.

Una población sin raíces y muy móvil, ¿cómo impacta en el diseño y planificación de una comunidad?

Los resultados están a la vista, no ha sido el barilochense el que dirigió el destino de la ciudad: la trama absurda impuesta nos condenó a sufrir contrapendientes, inundaciones, torrentes y deslizamientos, todo ello agravado por un clima inhóspito, muy diferente al del llano templado; el ferrocarril llegó tarde, aunque fue la obra del pueblo, el diseño urbano es un híbrido sin personalidad propia, la municipalidad casi agotó sus reservas de tierras sin haber dirigido la evolución de la ciudad, a menos que se consi

dere que se actuó en ese sentido a la inversa o por omisión; las decisiones se basan en lo coyuntural, la ciudad se extiende y se encarecen los servicios, la pobreza y la marginalidad socioeconómica tienen su contrapartida en lo espacial, su patrimonio natural se contamina y agota y no son la comunidad y el bienestar general los que comandan el proceso de urbanización. La atomización del espacio no obedeció a las necesidades del desarrollo urbano; se debió a una política deliberada de especulación, similar a la producida en otros sitios turísticos, aunque con una gran diferencia: no se trataba, en otras geografías, de un parque nacional.

Aquí talla de un modo singular el rol que le cabe al Estado nacional en esta localidad específica...

Es algo complejo. El fraccionamiento excesivo y no planificado del suelo en un parque nacional o en una ciudad dentro del mismo y que depende de su conservación como tal es funesto porque ata las manos de los decisores públicos locales, congela el espacio, hace anónimos a los propietarios, controla privadamente un bien de todos elevando por suboferta el valor del suelo y se aprovecha de la inversión pública para obtener valor agregado de un recurso escaso. Es un modo de inversión a largo plazo hecha mayoritariamente por foráneos maravillados con lo que han conocido o influenciados por las propagandas de las inmobiliarias en los grandes centros compradores (cuando no son esas mismas inmobiliarias las que acumulan tierras).

¿Cuáles son sus consecuencias?

Esa fragmentación del espacio implica una atomización de las decisiones, y la población local y sus representantes no pueden decidir sobre parte de su territorio ni ejercer "soberanía"; no pueden llegar a conocer, en muchos casos, cuáles son los "soberanos". Por otro lado, se impide el control y hasta el acceso público físico (por ejemplo, el libre tránsito por la costa de los lagos), en otras ocasiones se congela la oferta de tierras y sube su valor sin haberse invertido capital en una infraestructura mínima, a menudo se especula con la compra de extensas fracciones de tierra a la espera de alguna acción urbanizadora en las cercanías que asegure en el corto plazo la elevación automática y sin costo de sus valores o puede suceder que se ceda a título gratuito un terreno con fines "sociales" para recibir a cambio las consecuencias mucho más valiosas del gas, el agua, el pavimento, el alumbrado, los desagües, etcétera; se adquieren tierras más allá de los límites del ejido pero sobre los mismos esperando que la suerte obre como por arte de magia para que sean incorporadas al municipio (y si tiene población carenciada que pueda ejercer presión sobre las autoridades, mucho mejor...) o se lotea con la intención de venta en abundantes cuotas atrayendo a los sectores de escasos recursos pero estableciendo durísimas condiciones en caso de falta de pago, por lo cual el mismo terreno es vendido varias veces y todavía más: con la posibilidad cierta de que muchos de ellos nunca lleguen a escriturar, es decir, a ser propietarios.

¿Cómo repercute esto en la sociedad?

Todo esto tiene un alto costo social que deriva en un egreso para la mayoría y un beneficio para unos pocos. Sin el control de lo que sucede con la tierra ya sea por propiedad, por regulación normada o por decisiones sobre el espacio que se adelanten a los hechos una ciudad no tiene futuro promisorio; si ese porvenir se basa, además, en la conservación de su patrimonio natural, el panorama es caótico, y si la actividad económica generadora de otras tiende a ser una sola (el turismo), la vulnerabilidad es completa. Si el hoy se "construye" sobre las ruinas del mañana, no vale la pena este presente.

¿Se modificó algo de ese panorama en la última década?

La contaminación de los arroyos, ríos y lagos prosigue, así como la destrucción de los bosques nativos y la erosión de los suelos. Si la década de los noventa tuvo para Bariloche muchas dificultades socioeconómicas, al menos la recesión imperante impidió que el proceso de urbanización se incrementara a la velo

cidad pos-caída del Plan de Convertibilidad y permitió que se destruyera menos que lo que va desapareciendo hoy. Se construye donde no se debe, dificultando el obrar mucho más sabio de la naturaleza que del hombre y dando lugar a inundaciones y deslizamientos que atentan contra la vida humana y la propiedad común. Los incendios provocados superan en mucho los accidentales y propios de la misma naturaleza, aunque la prevención y acción de quienes los apagan sean dignos de destacar. Se siguen extrayendo áridos, quedando los receptáculos "apropiados" para el depósito ilegal de residuos de todo tipo que luego se filtran en el subsuelo y tarde o temprano llegan a las aguas de donde bebemos, nos bañamos, "ofrecemos" al turismo, etcétera. Por más que se haya avanzado en las normas y su aplicación, en temas como el acceso a las riberas de los lagos los medios de comunicación nos siguen sorprendiendo de tanto en tanto con noticias que nos preocupan. Siguen existiendo dificultades. Reconozcamos, por otro lado, mejoras imprescindibles como la planta de tratamiento de líquidos cloacales y la planta depuradora de aguas, pero también seamos conscientes de que son el inicio de un largo y costoso proceso que se ve dificultado por la extensión del ámbito municipal, por la dispersión de su población en bajas densidades, en una ciudad que aún no ha percibido que la organización de su espacio es mucho más que ancho, alto, largo y zonificación.

O sea, la reactivación actual tiene su lado negativo...

No es extraño que en épocas de crecimiento económico como en la actualidad el peligro de deterioro y desaparición del patrimonio natural aumente. Las urgencias de rentabilidad del mercado, así como las necesidades de provisión de infraestructura y ser

vicios cuando la movilidad territorial de la población comparte los ciclos favorables de la economía, contribuyen en gran medida a las presiones humanas sobre la naturaleza.

El proceso de privatización de los '90, ¿también impactó negativamente en esta geografía?

Desde los noventa con mayor amplitud y fuerza, el progresivo desapego del Estado por los emprendimientos públicos (bienes, servicios, industrias, etcétera) tuvo su correlato en el espacio geográfico: el espacio público comenzó a privatizarse. Este fenómeno lejos estuvo de significar la tradicional apropiación por parte de los sectores más desprotegidos de la sociedad de un lugar donde ubicar su precario hábitat, la mayoría de las veces en aquellos sitios donde los riesgos ambientales eran mayores y menor su valor económico. Por el contrario: implicó la apropiación de grandes fracciones de espacio natural por lucro y no por necesidad, en un proceso que estaría aún en sus comienzos.

¿Cómo es esto?

El espacio público pareciera ser tan "público", de "todos", que esa propiedad que ejercería el conjunto de la sociedad estaría jugando en contra de su propia existencia. En un Estado que se "despreocupa", nadie asume responsabilidades y, en cuasi completa orfandad, algunos ofrecen hacerse cargo de su "adopción". Este desprendimiento y renuncia de responsabilidades sobre los bienes públicos, como es el espacio geográfico de propiedad estatal, en muchas oportunidades brinda la excusa perfecta para su apropiación: "La propiedad privada de pocos es la mejor garantía para conservar aquello de todos que nadie protege", suelen decirnos. El paulatino retroceso del Estado en asumir esas responsabilidades guarda un correlato con la escasa legitimidad que esos espacios naturales tienen para la mayoría de la sociedad.

¿Cuál es el impacto de esta falta de legitimidad?

Sin percibir su existencia y finalidad no existe adjudicación de valor y justificación, y así no tiene legitimidad ninguna acción de conservación de los espacios naturales. El habitante de la Argentina, en general, ha legitimado la idea rectora de la infinitud de sus recursos naturales y, con ello, no concibe la noción de sus límites y no percibe la necesidad de conservación de su patrimonio natural. La idea de "infinitud" de la pampa pareciera estar detrás de ello. A pesar de la convivencia diaria con la naturaleza en todo su esplendor, también se manifiesta en la mayoría de los habitantes de Bariloche esa postura. Bariloche y el Parque Nacional Nahuel Huapi enfatizo: ambos comparten algo más que uno de los escenarios lacustres más valiosos del orbe: tienen la responsabilidad conjunta de lograr ser el perfecto ejemplo de la puesta en marcha de un desarrollo local y regional integrado, transparente, inclusivo y participativo que nos lleve del discurso del planeamiento estratégico, de la Agenda Local 21 y de la sustentabilidad en general a un obrar que ponga en valor a esos principios e instrumentos.

Hace unos años hablábamos de la oportunidad que se abría para Bariloche al tener que reformar su Carta Orgánica. ¿Cree que esa oportunidad se perdió en lo que refiere a pensar el planeamiento urbano en pos de una mejor calidad de vida de sus habitantes?

Quien piense que el planeamiento urbano aisladamente va a contribuir a mejorar la calidad de vida de los habitantes de Bariloche se equivoca de cabo a rabo, aunque sin él eso no será posible. Actuar voluntariamente en la transformación del ambiente construido sin pensar simultáneamente en los conflictos de intereses que surgen ignorando o subestimando las consecuencias sobre otros "espacios" como el económico, el social o el natural es un error que debemos no repetir jamás. Ahora sí, creo que la reforma de la Carta Orgánica abrió una oportunidad excelente para colocar en la "vidriera" la necesidad de establecer las políticas públicas de nuestra ciudad. Fue importante no sólo para la sociedad sino, primordialmente, para algunos políticos que comenzaron a comprender que sus acciones y omisiones no se limitaban a los cuatro años de sus cargos (electos o designados) y que era posible sentarse en conjunto, mirarse a los ojos y discutir lo importante, lo sustancial. El verdadero desafío viene ahora, cuando el Concejo Deliberante debe reglamentar la Unidad de Planeamiento Estratégico y el Consejo de Planeamiento Estratégico, implementarlos y seguirlos exigiendo su cumplimiento. Ambos son los instrumentos institucionales clave para el desarrollo local. Por ello, es de primordial relevancia que se cumpla el artículo 174: "El intendente es responsable de ejecutar esta planificación integral y el Concejo Municipal, de dictar las normas necesarias". El intendente electo es el líder natural y no puede ser reemplazado por nadie. Uno de los signos inequívocos para saber si Bariloche está iniciando su tránsito por caminos de madurez lo dará el grado de transparencia, inclusión, integralidad y participación en el desarrollo local, un proceso que necesitará tanto de lo endógeno como de lo exógeno. En muchas ocasiones nuestro desprendimiento por nuestras responsabilidades obró para que los de afuera tomaran esas "omisiones" y decidieran, origen de algunos de los problemas de vieja data que aún hoy nos aquejan, tal como lo describía en 1995.

 

(Ver la entrevista en versión completa)

SUSANA YAPPERT

sy@fruticulturasur.com

 

   
   
 
 
 
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