El relato tiene la fuerza de la tormenta que mandó a Fernando de la Rúa rumbo a la noche larga de la historia. Lo recupera Javier Auyero en un libro esencial para meterse en aquel tremendo diciembre del 2001: "La zona gris" (Siglo XXI).
Lugar: Loma Verde, La Matanza, el distrito más poblado del conurbano bonaerense. Espacio que, para el 2005, cobijaba 106 villas de emergencia. Hoy, la cifra queda corta. Sí: Loma Verde también saqueó en aquel final de la Alianza. Habla Delia, una pobladora. Cuenta las "cosas que consiguió" aquel día.
Me llevé productos de limpieza, crema, champú, tintura para el pelo... Después de los saqueos los vecinos comenzaron a intercambiar cosas. Quienes tenían fideos cambiaban por carne... con la tintura para el pelo, cobraba cinco pesos por tintura. Por una vez la gente tuvo oportunidad de comer un pedazo de queso fino que nunca había probado... fue la mejor Navidad que tuvimos. Estábamos todos felices. Comimos mucho, tomamos champán y los mejores vinos.
Y el hermano de Delia acota:
Uno veía salir humo de todas partes; todo el mundo estaba haciendo asado. Todo el mundo tenía ropa nueva y juguetes para los chicos.
José Eduardo Abadi, un psiquiatra de espíritu inquieto y de sólida formación intelectual que comenzó en su cuna familiar, es autor de varios trabajos imprescindibles para explorar la Argentina de los primeros años de este siglo: "No somos tan buenos; relato de la clase media" (escrito con Diego Mileo) y "La clase media argentina en crisis". Abadi lee la confesión de Delia y recuerda aquellos días de furia.
Si nos detenemos en los saqueos como expresión de violencia, nos perdemos parte de la naturaleza más amplia en que se dieron como manifestación social. Esa gente vio la oportunidad de consumir lo que le estaba, de hecho, vedado. Se movieron incluso desde el dictado de "¿Y por qué yo no"? en esa Navidad. Entre el humito del asado, las burbujas y regalos, se sintieron iguales, aunque fuese por un momento, al resto que siempre tiene posibilidades de consumir dice Abadi.
Luego remata:
No se trata de justificar; sí de comprender que, lo que hicieron, lo hicieron en el marco restringido que tiene ese sector en relación con sus vidas, su futuro. Importaba consumir, sentirse bien.
El sociólogo Ricardo Rouvier lidera la Fundación Antea, que tiempo atrás publicó un trabajo interesante: "Crisis y estado anímico de la población" en el lapso 2001/2003. Parte de la investigación pivotea en el concepto de privación, aludiendo así a "una sensación de frustración por la pérdida y por la insatisfacción individual y social".
En el centro de esa insatisfacción había miedo disparado en distintas direcciones; entre otros, miedo a perder todo lo que se tenía, fuera mucho o poco. Pérdida que emergió como contracara de la dinámica de consumo a la que siempre estuvo acostumbrada la sociedad argentina. Porque, si hay algo en lo que los argentinos no han sido humildes, es en la forma de consumir y derrochar dijo en su último paso por Buenos Aires un francés que nos conoce largo: Alain Touraine.
Me atrae este país desde que supe de él. Me atrae el ritmo vertiginoso con que acumula historia agregó.
También habla Juan Carlos Torres, sociólogo, paciente observador de la Argentina y riguroso estudioso del peronismo.
En la Argentina, el consumo es una entidad con historia muy significativa en razón de las mismas posibilidades que generó la economía como eje integrador. Y después del '45, la ampliación del consumo fue, en alguna medida, la democratización del mismo. Por eso, cuando flaquea el consumo, suele temblar todo sostiene.
"Consumo". Término desguazado, estrujado por las ciencias sociales hasta más no poder. Economistas que hablan de "recalentamiento de la economía" cuando el consumo crece vertiginosamente. Sociólogos que lo desmenuzan desde tantas interpretaciones de roles y percepciones de vida como uno se quiera imaginar. Psicólogos que advierten sobre todo el desbarajuste psíquico que se suele expresar en consumo y más consumo.
Palabra que habla, a la vez, de privación y posibilidades... sintetiza
tajantemente uno de los meridianos por los cuales pasa la fractura de clases sentenciaba Herbert Marcuse en los apasionantes días del '68.
Hoy, millones de argentinos están en una carrera desenfrenada de consumo. Otros millones siguen hundidos en la pobreza y la marginalidad.
Más de 8 millones de argentinos carecen de agua y, a juzgar por la Consultora Equis, no menos de un cuarto de los argentinos quedaron al margen del crecimiento económico.
Dice Equis: en tanto la pobreza pasó del 26,2% en mayo del 2001 al 41,4% un año después y al 23,1% en el primer semestre del 2006, la brecha pasó en el mismo período del 44,4 al 53,1 y al 42,5%. "Esto supone que para un cuarto de la población del país, que incluye el 35% del total de los niños menores de 14 años, los beneficios del crecimiento han estado ausentes de manera casi absoluta y sus chances de superar la línea de pobreza siguen hoy en niveles muy similares a los que tenían en medio de la peor crisis, en mayo del 2002".
Estamos narcotizados con el crecimiento económico y eso no nos deja ver los problemas de fondo. No estamos, por ejemplo, enfocados en crear institucionalidad sostiene Fernando Fragueiro, líder de la Escuela de Negocios de la Universidad Austral.
Pero no estamos aquí haciendo economía. Simplemente desmenuzando, reflexionando sobre el consumo en una economía que, creciendo a un promedio del 8% en los últimos tres años, genera expectativas de reacomodamientos hacia arriba.
Y siempre, inexorable siempre, cuando se habla de la sociedad argentina está la clase media. O las clases medias, si se quiere.
Exquisita y segura en sus diagnósticos, la consultora ACNielsen sostuvo a lo largo de todo el año que se va que la clase media sigue recuperando lugares y continuará creciendo "y motorizará las ventas de todas las familias de productos, especialmente de aquellos que sumen bienestar. Vemos que estos consumidores resuelven sus compras básicas y se vuelcan a productos premium. Estamos hablando de mayor cantidad y variedad. Hoy no compran un champú para la familia sino varios para cada tipo de pelo. Se buscan productos de valor agregado porque se privilegia el hoy y la gratificación", dice Fernando Suban, gerente general de ACNielsen para el Cono Sur.
Y la ironía a modo de plantar la contradicción llega desde la inflación. Y todo este estilo de consumir muy a pesar de ésta opina Manuel Mora y Araujo, líder de Ipsos-Mora y Araujo.
Pero ya nada será igual advierte Eduardo Jozami en la frase que da título a su libro (Edt. Sudamericana).
¿Qué es lo que no será igual?
La confianza en el futuro. "El futuro es hoy una categoría algo difusa, especialmente para los más jóvenes. Está muy distante en cuanto a posibilidad de sentirlo como un horizonte que ofrecerá oportunidades para realizarse, no sin dificultades pero siempre estimulante", sentenciaba el director de SEL Consultores, Ernesto Kritz, en la reunión de IDEA de Mar del Plata.
Hay mucha gente que consume sin preguntarse hasta dónde durará este crecimiento, y en esa categoría se detectan dos planos. Uno: los que consumen desde una situación que les impide ahorrar; no tienen nada y, cuando tienen algo, van y consumen. ¿Qué ahorro se les puede pedir? Se comportan como el pibe que pide monedas y, una vez que las tiene, se compra caramelos y la "señora bien" dice: "No entiendo por qué no se guarda las monedas para el futuro". Dos: aquellos que hacen del consumo la prolongación de un mecanismo racional: "Puedo esto y ahorro esto". Pero uno y otro hoy consumen... está tan contento Arcor con sus caramelos como Frávega con sus bienes dice el psiquiatra y legislador provincial por el FpV Luis di Giacomo.
Desde una sólida formación intelectual y discurso descarnado, Eduardo Fidanza director de Poliarquía coincide en mucho con Di Giacomo. Y escribe:
La clase media rehúye preguntarse qué hay más allá de la bonanza; simplemente la goza. Su conducta no es original: la diversión siempre doblega a la lucidez, como enseñó hace siglos Pascal.
Y entonces, yo consumo aunque tú no consumas...
CARLOS TORRENGO
ctorrengo@ hotmail.com