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Domingo 25 de Noviembre de 2007
 
 
 
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  ENTREVISTA: HORACIO BALLESTER
  \"La doctrina de la seguridad nacional mantiene su vigencia\"
Integra la entidad que asesora a organismos de derechos humanos y a jueces sobre aspectos militares de la represión para evitar "engaños por desconocimiento" por parte de los acusados. Valora el gesto de Balza, pero cree que hacen falta cambios de fondo en la formación castrense.
 
 

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Cómo nace el Cemida?

En el Cemida somos más conocidos internacionalmente que nacionalmente. Por ejemplo, el coronel (R) José Luis García estuvo en los juicios que se hicieron en Italia con la matanza de descendientes de italianos en la Argentina y en los de Estados Unidos por delitos cometidos por generales salvadoreños contra su pueblo. Fuimos contratados por Naciones Unidas en 1999 y el 2000 para Haití en las investigaciones de la matanza que hizo en algunas regiones la dictadura militar que destituyó a Aristide, para asesorar a la Justicia sobre cómo se podía actuar en contra de violadores de los derechos humanos. En el 2000 estuvimos en el juicio oral donde hubo 49 condenas a prisión perpetua y trabajos forzados por violaciones a los derechos humanos; 12 de ellos presentes y 37 ausentes. Entre los ausentes, a un coronel que vivía en la clandestinidad en Miami no se le ocurrió nada mejor que jugar a la lotería y ganar 3 millones de dólares: cuando se identificó para cobrar, lo metieron preso y lo mandaron a Haití. En el último juicio, que terminó este año en Estados Unidos, le embargaron el premio y ese dinero se entregó como indemnización a las víctimas.

¿Cuál es el aporte que hace el Cemida en este tipo de juicios?

Explica el funcionamiento general en conjunto de las fuerzas armadas, de la guerra antisubversiva, de la misión de la zona de defensa, de las subzonas, de las áreas de defensa, cuál es el trabajo de los oficiales de inteligencia... Lo que pasa es que los acusados se aprovechan del desconocimiento civil de la vida militar y dicen cosas que no son ciertas. Por ejemplo, en los juicios de salvadoreños, el general decía desconocer el funcionamiento de un centro clandestino de detención que funcionaba en su propio comando y le dijo al juez que no lo recorría porque no tenía partida. Esto era una mentira, una falsedad sobre lo que uno podía asesorar: si la razón militar que dan es válida o no. Por ejemplo, el concepto de "obediencia debida" no existe, la ley es clara y el reglamento por servicio interno; cuando ponen en posesión del cargo a una autoridad militar, le dicen al subalterno: "Reconocerán como jefe de regimiento etc., etc., a fulano de tal, a quien reconocerán y obedecerán en todo lo que ordene en bien del servicio y del cumplimento de las leyes y reglamentos militares".

¿Y el argumento de que se trataba de una guerra sucia?

Hace más de 50 años que me recibí de oficial de Estado mayor, he seguido estudiando, dando cursos, escribiendo libros sobre estrategia y defensa nacional y sobre geopolítica y nunca voy a hablar de una guerra limpia. Como la guerra es sucia, desde fines del siglo XIX se comenzó a celebrar tratados internacionales con el trato de los prisioneros de guerra, el empleo del material de guerra mínimo e imprescindible y las convenciones de Ginebra de 1949, que hablan del respeto a los prisioneros y dicen que se deben ejecutar durante los conflictos internos. No pretendo que un oficial subalterno conozca en detalle las convenciones de Ginebra o los acuerdos interna

cionales que tratan de humanizar la guerra, pero como mínimo debe conocer porque aparecen en las películas y las novelas el trato al prisionero de guerra: los derechos y garantías que le corresponden en caso de caer prisionero. Si es así, ellos deben garantizárselo también a sus prisioneros, cuestión que no ocurrió en el Proceso. Ése es el tipo de asesoramiento que uno hace.

Desde la autocrítica del general Balza hasta ahora, ¿hubo un cambio en los militares, se acercaron al Cemida?

Nadie se acercó al Cemida: ni los militares en retiro, ni los que están en actividad ni las autoridades del Ministerio de Defensa. Hemos sido ignorados en forma absoluta. Lo que pasa es que la doctrina de la seguridad nacional, que fue la base para toda la represión de las dictaduras militares latinoamericanas, mantiene su plena vigencia, por más que los gobernantes digan que fue derogada.

¿Por qué?

La doctrina tiene su origen en el trabajo de la Junta Interamericana de Defensa de 1942, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) de 1947, la OEA de 1948, los programas de ayuda militar, que son pactos entre Estados Unidos y países latinoamericanos-caribeños; los ejercicios conjuntos con tropas norteamericanas, la doctrina de guerra antisubversiva, las reuniones de comandantes en jefe que vienen de 1970... y todo esto está vigente. Lo único que han hecho es colocar por encima de todo esto, en 1994, en Williamsburg, el Consejo de Seguridad Hemisférica, es decir que a todo lo que estaba bajo mando militar y civil le pusieron por encima una organización civil aunque la gente que integra ese consejo en su mayoría es egresada de la Escuela de Seguridad Hemisférica que depende de la Universidad de Washington. La única diferencia entre la doctrina de seguridad nacional y el sistema interamericano de defensa actual es el enemigo: antes era el comunismo internacional y ahora, el terrorismo internacional y el narcotráfico. El presidente Bush está llevando esa doctrina que nos asoló en la década del '70 y del '80 a nivel internacional, con ataques indiscriminados, no respeto a los derechos humanos, Guantánamo, Abu Ghraib, presiones diplomáticas, extorsión, magnicidios, asesinatos... todo lo que se hacía en nuestros países lo está haciendo a nivel internacional. ¿De qué vale que nosotros les demos cátedra nuestros oficiales sobre respeto a los derechos humanos, si el país pertenece a una organi

zación donde se violan todas esas cosas?

¿Lo de Balza fue maquillaje?

Fue una autocrítica interesante e importante respecto de lo que pasó durante el Proceso. Las disculpas son aceptables y corresponde que se arrepientan, pero que se disculpen los involucrados, no la organización a la cual pertenecen. Me interesaría que Von Wernich se mostrara arrepentido de lo que hizo, cosa que no parece. Los militares que violaron todo tipo de derechos y tratados pareciera que no están arrepentidos de lo que hicieron: en los juicios se quieren esconder con mentiras, falsedades o negaciones.

¿Y con respecto a la política del Ministerio de Defensa?

Seguimos en el mismo sistema. Hay algunas cuestiones como que vaya alguien de la Secretaría de Derechos Humanos al Colegio Militar a hablar de las ventajas de respetar la Constitución, las leyes y la democracia, pero ¿de qué vale si detrás de él sigue un tipo que dice totalmente lo contrario o siguen vigentes todos los organismos que le dieron vida a la doctrina de seguridad nacional?

¿Cree que para formar militares democráticos habría que hacer un recambio?

No es un problema militar; es nacional. Es la república la que debe salir de este sistema perverso que genera cada vez más pobres y, dentro de ellos, los niños. No podemos seguir adelante con el sistema socioeconómico, neoliberal y globalizador porque es perverso y nos va llevando hacia la desgracia. Es imposible cambiar sólo un sector. Enhorabuena esto que hace el gobierno con los derechos humanos; me juego en esa dirección pese a los peligros, porque así lo demuestra el caso de Jorge Julio López, pero cada vez tenemos más pobres.

¿Cuál es su opinión sobre la reapertura de las causas?

Es mejor que nada, pero deberían haberlo hecho en su momento. La mayoría de los ejecutores están muertos, enfermos o tienen tantos años que prácticamente es una cuestión espiritual; los que eran cabecillas están juzgados y todos tienen más de 70 u 80. Luego están los que fueron vistos en los centros clandestinos: los torturadores o jefes del centro (vistos por los torturados), y en el medio hay una gran cantidad de gente.

 

“Sigo siendo un paria”

Sobre su retiro militar, Ballesteros comenta que “en 1971 me hicieron un Consejo de Guerra cuando me sublevé contra la dictadura de Lanusse. Me pusieron tres meses de prisión y me dieron de baja”.
–¿Cómo vivió ese período?
–Fue una chiquilinada, como dijo Perón; un grupo de locos de Azul, Olavarría, del regimiento de Formosa y Río Gallegos... era más gente, pero cuando llegó el momento de la acción se abrieron.
–¿Qué buscaban?
–Que se acabaran los gobiernos militares, que se llamara a elecciones y hubiera un gobierno constitucional. Me dieron la baja efectiva en 1972. Luego, en agosto, iba a encontrarme con Perón en Madrid y fui secuestrado por el gobierno militar –por la Policía Federal– y bajado del avión, porque no querían que me entrevistara con él.
–¿A qué iba?
–Le iba a hacer una propuesta de grupos militares que habíamos sido derrotados el año anterior. En ese momento éramos entre 50 y 100 militares. Queríamos ir en secreto, pero hubo gente que le avisó a Lanusse. Le íbamos a decir a Perón que no aceptara las condiciones en que la Junta Militar lo quería de regreso y a darle nuestra opinión de cómo tenían que ser las cosas.
–¿Cuándo le devolvieron su rango ?
–El gobierno constitucional de 1973, de acuerdo con la ley de amnistía, debió habernos reincorporado, pero me pasaron a retiro y nos incorporaron a la actividad de la carne: fui gerente del Mercado General de Hacienda de Avellaneda, luego interventor en la Corporación Argentina de Productores de Carne y después presidente de la Junta Nacional de Carnes hasta el golpe militar, que nos echó a todos. Tuve que ir varias veces al Comando en Jefe del Ejército a rendir cuentas sobre actividades que estaba realizando, me pusieron arresto domiciliario, me echaron de todos los lugares donde estaba.
–Lo trataron como un paria...
–Sigo siendo un paria. Nuestra promoción, por ejemplo, no figura ni en la lista de vivos –estrictamente hablando– ni en la de muertos. Cuando sube el gobierno de Raúl Alfonsín, las únicas voces militares que se escucharon eran a favor del Proceso, tanto de la gente retirada como en actividad. Hablamos, pero nadie nos hacía caso individualmente. Luego pensamos que si integrábamos una organización podíamos hacernos escuchar. Así, en noviembre de 1984 creamos el Cemida, el Centro de Militares por la Democracia Argentina. Y nos escucharon: el ruido de la explosión se escuchó y voló todo...
–Tuvieron un atentado...
–Sí, un atentado que nos dio un centimetraje de prensa tremendo, porque aparecimos en los diarios de Finlandia, Suecia, Noruega, Alemania, en “Le Monde”... En el Cemida seguimos con actividades que durante el Proceso habíamos empezado, como el dictado de cursos, geopolítica, estrategia y defensa nacional. Podíamos meter dentro del concepto de geopolítica y estrategia la idea de que había que volver a la democracia. Luego acentuamos la actividad y estamos en eso.

 

EL ELEGIDO

El coronel (R) Horacio Ballester perdió su rango militar –de jefe de regimiento– en 1971 por haberse opuesto al golpe de Lanusse. Lo recobró en 1973, pero en situación de retiro. A partir de 1983, junto con otros militares que tenían una posición contraria a la participación de la fuerza en los golpes de Estado crearon el Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida).
La entidad realiza actividades de asesoramiento en geopolítica militar, basada en el respeto a los derechos humanos. Sus integrantes han sido consultados por investigadores judiciales en causas llevadas a cabo contra militares en Estados Unidos y Haití. Ballester declaró hace 15 días en la instrucción del juicio por delitos de lesa humanidad que tiene a su cargo el juez federal Guillermo Labate e hizo lo propio la semana pasada en el juicio oral y público que se llevó a cabo por la actuación del prefecto Héctor Febres en la Esma durante la dictadura.

 

SHIRLEY HERREROS

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