Por ahora, la Argentina tiene y seguirá teniendo un gobierno, pero seguirá sin tener oposición sentencia el sociólogo Manuel Mora y Araujo mientras el piano inunda suavemente el bar de la librería "El Ateneo" de calle Santa Fe.
Seca. Terminante. Autorizada por una lectura correcta de la realidad, la reflexión pone blanco sobre negro una percepción preelectoral que hizo carne en distintos planos de la política nacional a medida que se acercaban las urnas. Una intuición que, para facilitar su lectura, vale dividir en tres.
Uno: se daba por hecho que, pasada la elección, la fuerza liderada por Elisa Carrió sufriría una implosión en su conducción. Sucedió.
Dos: se daba por hecho que, pasada la elección, Roberto Lavagna desaparecería sigilosamente de la escena política sin emitir la más mínima señal de sus intenciones políticas de cara al futuro. Sucedió.
Tres: se daba por hecho que la UCR postergaría a un tiempo por venir pero sin definir con precisión la reflexión sobre la derrota de la sociedad. Sucedió.
En términos de Lisandro de la Torre: "La oposición se olvidó de que uno de los momentos más ricos de la política suele ser la propia derrota, por todo lo que implica como desafío a la acción".
Setenta años después de aquella reflexión, uno de los estudiosos de la oposición el italiano Giovanni Pasquino señaló en su último viaje a la Argentina:
" Uno de los dramas más habituales de la oposición suele ser no perder una elección, cuestión que puede estar computada de antemano, sino olvidarse de que al día siguiente tiene que seguir haciendo política.
" La derrota jamás puede hacer que la oposición resigne la centralidad que tiene en el funcionamiento del sistema político. Esa centralidad es preexistente a cualquier resultado electoral. Esta regla se cumple taxativamente en sistemas como el de Estados Unidos y Gran Bretaña, a tal punto que por momentos pareciera que el único que ha sido derrotado es el candidato a presidente o a primer ministro y no el partido al que pertenecen. El partido es lo permanente pero, para que lo sea, al día siguiente de la derrota ya está pensando en qué hacer desde el Parlamento, aunque sea minoría.
Orillando casi el mes de las elecciones presidenciales, ¿qué son hoy las dos principales fuerzas opositoras que tendrán primera y segunda minoría en el Congreso, radicalismo y lavagnismo por un lado y Carrió por el otro?
Como fuerzas políticas son, en un gran desconcierto. No por perder, que en todo caso es una cuestión de resignación, sino porque no emiten señales de cómo sobrellevar ese desconcierto señala Eduardo Fidanza, director de la consultora Poliarquía.
O sea, la falencia consiste en no hacer primar un axioma básico de la política: darle a lo negativo un curso eventualmente positivo.
¿Qué está pasando en esta materia con la oposición que estrenará bancas en diciembre? Nada.
Sólo agudizamientos de contradicciones en sus frentes internos, una cuestión prevista en el tiempo preelectoral. También desarticulaciones de coincidencias que, habiendo parecido firmes en el camino a las urnas, ahora parecen destinadas a perecer.
Veamos.
" UNA (Una Nación Avanzada). Se vertebró desde la convergencia entre lo que colectó Roberto Lavagna y las estructuras orgánicas de
la UCR. Explorar la situación presente de esta fuerza requiere abordarla desde dos planos: el caso Lavagna y el caso UCR.
- Caso 1: Lavagna. Más académico que político, hizo la campaña que le fue posible. En ese camino se irritó con los encuestadores hasta perder su estilo, definidamente flemático. Le advertían que sería tercero. Lo rechazó. Pero le decían la verdad. Tras la derrota, Lavagna desapareció de escena. El radicalismo de Córdoba, única provincia en la que el ex ministro ganó en su carrera para presidente, lo apoyó en entrega total. Ahora, en ese radicalismo tan particular, nada saben del destino del hombre por el que jugaron fuerte. ¿Tiene voluntad de seguir en política? ¿UNA fue un amor fugaz y nada más? Irónica, la correligionaria Margarita Stolbizer, recupera una chicana que agitó en campaña, cuando se fue con Carrió: "¿Lavagna? No bien pierda, volverá a una consultora internacional... ¡y chau política!".
- Caso2: UCR. Hoy no se sabe qué es el radicalismo como estructura política nacional. Es complejo determinar dónde están sus contornos y qué contiene en su interior. Está desmembrada, como mínimo, en tres porciones. Como resultado de esto, la estructura orgánica, aquella que responde al Comité Nacional, tiene formas difusas. Gerardo Morales, presidente del partido, tampoco sabe cuánto es su poder ni sobre qué. Opera desde una voluntad y entrega admirables sobre un espacio donde la palabra "crisis" parece escasa para definir su situación. La fuerza carece de un liderazgo capaz de hacer sentir lo que Crisólogo Larralde acertadamente definía como "la voz". Y el Comité Nacional parece ahora más preocupado por definir si expulsa o no a sus correligionarios K que por clavarse en una mirada más amplia sobre el destino del partido. Este debate se hará el año próximo. No hay fecha. Pero sí antecedentes que avalan la poca predisposición del partido a debatir sus problemas. Un caso de ejemplo, sólo uno, pero abundan: jamás el radicalismo debatió qué había pasado con la administración Alfonsín. Nunca pasó revista a ese desplome. Por una razón u otra, ese tema fue sepultado bajo losa romana. Y grave fue lo que en esta materia se hizo en el '46, cuando el radicalismo, viga maestra de la Unión Democrática, perdió las elecciones con el flamante peronismo. Cayó el Comité Nacional, pero jamás se debatió el todo de las causas de la derrota.
" La Coalición Cívica que lidera Elisa Carrió. No parece aventurado afirmar que a un mes de haber hecho una excelente elección ante el todopoderoso kirchnerismo ya se le peló mucho de ese poder. Carrió encarna sin que le sobren ni falten palabras para definirlo al político capaz de poner en peligro en un minuto lo que acumula en años. La crisis que vive el poder de la Coalición no se expresa sólo en la división de su futuro bloque en el Congreso Nacional entre ARI y quienes no son ARI pero son los socios más flamantes y más queridos por Carrió. La razón de la crisis está, en mucho, en la misma personalidad de Carrió. En términos políticos tiene gran ductilidad para crecer en oposición a alguien. "Siempre es la contracara de una dirigencia sospechada", dice la socióloga Graciela Romer. Pero cuando debe construir poder ejerciendo algo más que la denuncia altisonante y el protagonismo vehemente, Carrió se equivoca. O no sabe cómo hacerlo. Vocifera contra el hegemonismo kirchneriano. Pero ella manda y define en su fuerza en términos dogmáticos, ortodoxia pura a la hora del mando. Se asume como la esencia única y excluyente de la verdad a favor de la República. Ahí, su discurso se planta como "único". Es el momento señala el politólogo Luis Tonelli en que ella "encarna el "eje del bien" frente a todos los demás, quienes por definición son partícipes o cómplices del "eje del mal". Hace algunos años, el consultor Hugo Haime dijo de Elisa: "Puede terminar como Meijide si no demuestra que no sólo es abanderada de la ética". ¿Será aquel el destino de doña Elisa en los días por venir?
En fin, vale reiterar la certeza de Mora y Araujo:
Tenemos gobierno, pero seguimos sin tener oposición.
" Aunque quizá vale pensar en Mauricio Macri. Estrenará su poder en diciembre. De ahí en más y sólo con el tiempo se sabrá cuánta aptitud y voluntad tiene para cohesionar a la oposición.
CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com