El mapa político del país consolidó el proyecto del matrimonio Kirchner y al mismo tiempo vació a la oposición de liderazgo alguno.
La hegemonía del kirchnerismo no alcanzó la cima el domingo de las elecciones sino que aún quedan algunos peldaños por ascender. Néstor Kirchner, quien ya se maneja como un ex presidente y cede protagonismo a la mandataria electa, Cristina Fernández, va por la jefatura de un frente que incluya al Partido Justicialista, al que le gusta definir de "centroizquierda".
Más allá de las etiquetas ideológicas, que la mayoría de las veces no responden a la realidad "centroderecha", "centroizquierda", lo cierto es que los dos pasos a seguir por el oficialismo son los siguientes: llamar a internas abiertas en el PJ y sumar una alianza con aquellos dirigentes que no vienen del justicialismo. Está claro que este último segmento incluye a los radicales K, en el marco de la Concertación Plural.
Del otro lado de la línea no hay nada.
Ni Elisa Carrió ni Roberto Lavagna parecieron interpretar las experiencias del nuevo tiempo, que sostienen que "nadie es dueño de los votos".
Lo sabe Mauricio Macri, que en junio pasado obtuvo un 45% de aprobación y cuyos candidatos Federico Pinedo y Carlos Melconian rondaron el domingo pasado los 13 puntos.
Sin embargo, Carrió se proclamó la segunda fuerza, cuando internamente el socialismo y el ARI debaten si continuar dentro de la Coalición Cívica o transitar su propio camino.
En tanto, el principal sostén del lavagnismo, la Unión Cívica Radical (UCR), mejoró respecto del 2% del 2003 aunque perdió un importante número de bancas y es acosado por los radicales K que pretenden la conducción partidaria.
Mientras, el espacio PRO dio un paso atrás, por dos motivos. En primer lugar, el macrismo perdió unas nueve bancas en la Cámara de Diputados, lo que significa un duro golpe para una fuerza que intenta consolidarse como oposición. En segundo término, la sociedad de Macri con Ricardo López Murphy pende de un hilo. Tal vez el electorado porteño se haya percatado de la debilidad del "Bulldog" y de la endeble sintonía con Macri y optó así por manifestar su antikirchnerismo a través de Carrió.
No obstante, desde la debilidad, tanto Macri como Carrió han manifestado públicamente lo que en plena campaña rechazaron de plano: que estarían dispuestos a dialogar. Tal vez allí emerja un haz de luz en la oposición, pero todo se circunscribe al terreno teórico, el de la hipótesis.
La única certeza reside en que nada será como antes del 28 de octubre para las fuerzas políticas nacionales.
WALTER SCHMIDT
DyN