Quién gana la Casa Rosada?
Cristina, sin dudas. Sin segunda vuelta. Hace tiempo que estoy convencido de que el resultado de esta elección está sellado.
Pero piruetas suele tener la historia...
¡Por supuesto! Y nosotros mismos, como consultores, nos hemos equivocado. Pero tendrían que suceder cosas "locas", por así llamarlas, para que se modificara el panorama electoral en lo sustancial. Por otra parte si, porque piruetas tiene la historia, se fuese a una segunda vuelta, bueno, vuelve a ganar Cristina.
Ante esa eventualidad, ¿es posible la construcción de un sólido bloque opositor destinado a respaldar a quien salga segundo?
Es muy difícil determinarlo. Si me valgo de cómo está hoy la oposición, yo diría que es casi imposible una convergencia de esa naturaleza. Hasta el gobierno está asombrado del fracaso que, como opción seductora, de poder, es el conjunto de oposición. Es un estamento que, más allá de éste o aquel caso puntual o de éste o aquel aspirante a la presidencia, no sugiere nada, un fenómeno que responde a muchas causas, entre ellas, la disolución de los partidos, su fragmentación, el vacío al que se ha deslizado la imagen de la representación democrática, bueno... todo ese cóctel determina que la oposición no titularice un verdadero contrapeso al gobierno, función que siempre fue inherente a un sistema político.
¿Qué es la oposición hoy?
Una revista ("Debate") acaba de dar una buena definición: ni siquiera el espanto. Yo agrego que es un espacio de desplantes, de imperio de personalismos.
Concierto de vanidades...
Concierto de limitaciones autoimpuestas, diría yo. Jamás en la Argentina hubo tanto déficit de vigor en la oposición. Cada grupo opositor tiene su versión acerca de por qué los demás no advierten sus eventuales fortalezas, lo equivocadas o falsas que son las encuestas y la superioridad de sus verdades.
¿Cómo cree que es hoy la relación entre el votante y las ideas del candidato?
En general la gente no vota por ideas o por sistemas de ideas muy definidos: vota desde demandas muy concretas, puntuales, circunstancias de coyuntura.
¿El consumo, por caso?
Efectivamente. En materia electoral no impera, siempre hablando de grandes conjuntos sociales, el razonamiento deductivo, analítico, que vincula a la gente con lo que muchas generaciones de argentinos conocimos como el gran relato de la política, los esquemas de ideas...
¿El adiós al voto de sustento ideológico?
Por lo menos, la aceptación de que la ideología tiene menor gravitación en la decisión del elector y, ante esto, los dirigentes, los candidatos, deben estar muy atentos.
¿El pragmatismo como instrumento decisivo para seducir al elector?
Sigue teniendo vigencia lo que escribí tras las elecciones presidenciales de Francia. Decía que allí el veterano socialista Michel Rocard acreditó el fracaso del socialismo en las elecciones al exceso de ideología con que había desplegado su propuesta... o sea, el mantenerse aferrado a ciertas ideas que vienen del ideario más profundo del par
tido, en este caso socialista, operó en contra de los intereses del partido. Vuelvo a lo anterior: la gente vota por cuestiones muy puntuales, hechos concretos que le modifican la vida para bien o para mal en un momento dado.
Si el voto pierde consistencia ideológica, se dirime por encima de intereses de clase. En un libro suyo de hace no menos de 15 años ("Ensayo y error"), usted señaló que, para pensar la Argentina, la noción de clase comenzaba a perder gravitación...
Sí, dije que la nueva estructura social que se iba conformando distaba de ser homogénea pero, a su vez, sus líneas divisorias no eran tan claras y estables como en el pasado.
¿Mantiene esa opinión?
Sí, desde un encuadramiento general. En aquel momento (año 1991) sostuve que donde se hablaba de clases o estratos ahora se hablaba de "segmentos", lo cual para mí implicaba una clasificación que ocultaba lo que denominé "una doble realidad" que tenía algo de paradójico en tanto que se parecían más y, a la vez, desde lo individual, cada persona era un segmento, un vector de preferencias, de acción, de motivaciones. Para ese momento no era posible entender cómo estaba conformada la sociedad argentina si se la pensaba solamente en términos de sectores transversales. Bueno, creo que si bien habrá que revisar estas reflexiones en función de la dinámica que ha tenido la vida del país en estos 16 años, muchas de esas conclusiones siguen siendo válidas.
¿Qué mantiene aún hoy la política argentina como datos negativos y a modo de arrastre del pasado?
Sería largo de enumerar, pero entre los vicios más elocuentes y perniciosos están el personalismo y el espíritu faccioso. Desde Caseros, nuestra historia se define, en lo que hace a poder concreto, en un puñado de hombres. Un caso elocuente de personalismo es que la UCR, con más de un siglo de existencia, ha sido manejada por muy pocos dirigentes. El personalismo, en distintos grados, siempre afectó la movilidad interna del partido, lo cual condicionó expresiones, trabó el espíritu crítico, desmoralizó a mucha militancia, impidió la renovación de ideas...
La famosa "transpiración" de la que habla Alain Touraine en términos de vitalidad interna de la política...
Claro... entre otras por esas razones, los partidos políticos se fueron aniquilando lentamente. En investigaciones nuestras al inicio de la transición, '83 concretamente, los partidos políticos cosechaban la mayor confianza que tenía la sociedad en una institución: el 60% de los argentinos se identificaba con un partido...
¿Y hoy?
No creo que sea mucho más del 25%.
Manuel Mora y Araujo es licenciado en Derecho y Sociología y máster en Sociología (Flacso). Hizo un posgrado en el Ecole Pratique des Hautes Etudes (Sorbonne, París) y es director de Ipsos-Mora y Araujo Socmer SA
CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com