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Domingo 23 de Septiembre de 2007
 
 
 
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  JEREMY MOORE, GENERAL INGLES
  Final para un guerrero
Murió este martes, a los 79 años, el militar que comandó las tropas británicas de tierra que combatieron en la Guerra de Malvinas.
 
 

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En la primera semana de aquel frío y sangriento junio del ’82 que tenía a Malvinas en la primera plana de todos los diarios del mundo él supo que debía apurar el paso. No era necesario que desde los 13.000 kilómetros de distancia se lo advirtiera Londres. Se lo decían sus reflejos de militar de un imperio con mucha guerra a cuestas. Incluso por aquellos días lo había reflexionado con “Sandy” Woodward, máximo mando de la fuerza británica llegada al Atlántico Sur para recuperar las islas.
–Estamos ya en el límite de nuestras posibilidades –le señaló Woodward a bordo del portaaviones “Hermes”, más de 100 millas al Este del archipiélago.
Fue en una tarde gris. Lluviosa. En medio de una flota neuróticamente zarandeada por vientos gélidos de legendario silbido. Flota alerta. Tensa. Con el dedo en el gatillo: no eran buenos los recuerdos que tras dos meses de lucha esa armada tenía de la aviación argentina.
Y “Sandy” le acotó algo más:
–Mira, espero que los argentinos no se animen a nada más de lo que ya hicieron. (*)
Entonces él, el general Jeremy Moore, decidió lo que en buen criollo se define como tirar toda la carne al asador. Avanzar hacia Puerto Argentino. Presionarlo. Rendirlo cuanto antes.
A la fuerza terrestre inglesa comenzaban a escasearle las municiones. Más de 4.000 hombres tenían ganas de nuevos borceguíes y carpas, entre otras necesidades. El hundimiento del “Atlantic Conveyor” resultaba fatal en materia de reposición de material.
En la noche de aquel día gris, en medio de brumas, Jeremy Moore retornó a Malvinas.
–Es ahora o no sabemos si podrá ser –les dijo a sus mandos.
Al día siguiente descargó la ofensiva final sobre Puerto Argentino. Le llevaría varios días.
Muerte y valor por ambos lados. Metro a metro. Cuerpo a cuerpo.
En la tarde del 12 de junio, o quizá en la mañana del 13, los reflejos de Jeremy Moore reaccionaron acertadamente. Alcanzó a tirarse en una zanja con el brigadier Julian Thompson y un periodista inglés. Las explosiones –recordaría años más tarde– lo despegaban del suelo y lo tiraban sobre él, “un resorte”, diría. Cuando levantó la mirada su puesto de comando ya no existía. En un último ataque, la aviación argentina estuvo a punto de mandarlo al otro mundo.
–Todavía no entiendo cómo escapé –le dijo muchos años después en Londres al argentino y artillero Martín Balza, que combatió en aquella guerra con el grado de teniente coronel.
El 13 se ratificó en una convicción: había que evitar la lucha final por Puerto Argentino. Sería una masacre estéril en una guerra que ya tenía dueño. Palpó el ánimo del general que mandaba las tropas argentinas: Mario Benjamín Menéndez. “¡Vamos general, saque la gente de los pozos, llévela adelante, contraataque!”, le había ordenado a éste otro general de neuronas disparatadas: Leopoldo Galtieri.
Menéndez, sensato, hizo lo que tenía que hacer: saludar a Jeremy Moore y rendirse. Ahora, a los 79 años, Jeremy Moore se rindió ante una batalla imposible: la muerte. 


(*) En relación con este tema resultan descarnadamente sinceras las memorias del almirante Woodward: “Los cien días”, Edt. Sudamericana.

 

   
CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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