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Domingo 23 de Septiembre de 2007
 
 
 
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  ENTREVISTA: SAUL FRIEDLÄNDER
  “Tengo sentimientos encontrados sobre el homenaje en Alemania”
El historiador más tenaz sobre el Holocausto volverá a suelo alemán, donde fueron asesinados sus padres, para recibir un premio por su obra. Cree que aún resta investigar el rol de las poblaciones locales en las masacres de judíos por los nazis y rechaza la instrumentalización del tema.
 
 

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En su opinión, ¿los alemanes analizaron adecuadamente la época nazi?
–En general me cuesta decirlo, porque he estado muy poco en Alemania. Pero los alemanes con los que me voy encontrando, sobre todo investigadores, estudiantes y oyentes en mis charlas, son aquellos que manejan el tema de la forma más sensible. Lógicamente, leí que ahora circula esa tesis según la cual los alemanes en realidad también fueron víctimas de la guerra. Dicho de otra manera: se ponen a la misma altura Auschwitz y Dresde. Esos debates se produjeron una y otra vez, por ejemplo, a finales de los años ’50 o también durante el debate de los historiadores a mediados de los ’80, es decir, cuando se trataba de la singularidad del Holocausto. Al parecer, ahora vuelve a revivir.
–¿Existen ámbitos de la investigación del Holocausto en los que considera que falta indagar o en los que le gustaría que hubiera otra perspectiva?
–Tenemos dos orientaciones en la investigación. Bastantes historiadores, sobre todo en Alemania pero también en otros países, ven la aniquilación de judíos como una especie de producto lateral de la policía nacionalsocialista; por ejemplo, la tesis del historiador alemán Götz Aly según la cual Hitler robó sus bienes a los judíos para así mantener tranquila a la “comunidad popular”. En mi opinión, sin embargo, la política respecto de los judíos fue una meta en sí. La “solución del tema judío”, como se la llamó, era central para la política nacionalsocialista en general y, sobre todo, para la postura política e ideológica de Hitler. Era un objetivo central y no algo que ocurrió casualmente o como efecto colateral.

Las nuevas fuentes

–La investigación del nazismo se concentró durante mucho tiempo en asuntos sistemáticos. ¿Cree que está suficientemente cercana a la gente, a las fuentes?
–Cada vez recibimos fuentes nuevas; ahora, en general, de archivos en la ex Unión Soviética. Algunos colegas, sobre todo en Estados Unidos pero también en Alemania, se concentran en su trabajo en una pequeña ciudad, un pueblo; por ejemplo, una ciudad en lo que entonces era Galicia, en la actual Ucrania. Allí vivían ucranianos, polacos y judíos. Y entonces llegaron los alemanes y los judíos fueron asesinados. ¿Qué tanta participación tuvieron los ucranianos y los polacos en ello? ¿Qué pasó después de la guerra? ¿Qué pasa ahora? Esta microhistoria es algo extraordinario, y me gustaría que hubiera más, porque así podemos entender mejor las relaciones entre los grupos locales y los alemanes.
–El monumento a las víctimas del Holocausto en Berlín fue controvertido durante mucho tiempo. ¿En su opinión se convirtió en un homenaje apropiado o más bien en una atracción turística?
–Considero más importante el centro de documentación que un monumento abstracto como ése. Hoy, lógicamente, cualquiera sabe lo que significan los pilares de concreto, pero no sé si nuestros hijos seguirán sabiéndolo. No se puede obligar a una sociedad a recordar algo; lo recuerda o se olvida. Tomemos el ejemplo de Francia: allí en cada pequeño pueblo hay un monumento a los caídos en la Primera Guerra Mundial y más adelante fueron añadidos los nombres de los caídos en la Segunda Guerra Mundial. Antes era un lugar de recuerdo, un lugar sagrado; la gente llegaba hasta allí, recordaba, dejaba flores. Hoy en día ya nadie lo hace. Quizá sería diferente si en el monumento a las víctimas del Holocausto hubiera nombres como en el que hay para las víctimas de Vietnam en Arlington. Hasta allí se acercan visitantes, que no son turistas sino estadounidenses, que recuerdan.
–Martin Walser, ganador del Premio de la Paz en 1998, advirtió en su discurso de agradecimiento que no se debía utilizar el Holocausto como una constante “porra moral”. Aquello generó intensas discusiones. ¿Se referirá usted al tema?
–No, no lo tengo previsto. Poco después del discurso de Walser recibí el Premio Hermanos Scholl, y en mi discurso intenté responder a aquello. Pero ahora no tengo la intención de retomarlo.
–Walser habló de una “instrumentalización de Auschwitz”. ¿Ve también ese peligro?
–Puede ser que el tema sea utilizado a veces de una manera superficial con fines políticos, y en ese sentido habría que tener cuidado. Pero la cuestión es si se habla seriamente del tema. Y entonces no hay porras morales sino preguntas que se pueden y deben plantear y que son relevantes también para la actualidad. No diré qué tema elegí para mi discurso de agradecimiento; primero trabajaré un poquito en ello.
–Sus padres fueron asesinados en Auschwitz. ¿Qué siente al ser distinguido en Alemania con un premio alemán?
–Estoy agradecido por el gran honor que supone este premio. Creo que es la primera vez que un historiador que se ocupa directamente del Holocausto recibe el Premio de la Paz. Entiendo perfectamente, y creo que debe ser así, que el tema en sí fue parte de la decisión, por eso lo entiendo como un gran honor y una responsabilidad, porque siento que represento a través de este premio a aquellos que no están. Pero también tengo sentimientos encontrados. Lógicamente no puedo olvidar que estaré en Alemania, aun cuando hayan pasado tantos años. Siempre pienso en qué dirían mis padres al respecto. No se puede olvidar aquello, y sería raro si eso no pasara. Por eso hablo de sentimientos encontrados.
–Tras dar clases en Tel Aviv y Ginebra, ahora vive en Los Angeles. ¿Se quedará allí o tiene previsto regresar a Israel?
–En Ginebra y Tel Aviv fui jubilado pero aquí, en Estados Unidos, no hay límite de edad. Me gusta dar clases y por eso estoy aquí. Quiero hacerlo aún uno o dos años, mientras tenga la sensación de que puedo enseñar algo a los estudiantes. Después veremos.
–¿Cómo percibe el ambiente en Estados Unidos en relación con los alemanes? ¿Hay dudas respecto de si los alemanes lograron superar su historia?
–No tengo la impresión de que exista algún tipo de reflejo antialemán. Al contrario: tengo la sensación de que en Alemania hay un sentimiento antiamericano muy fuerte, y no sólo contra el presidente (George W.) Bush. Seguramente la política en Irak contribuyó, pero es algo con raíces más profundas. Y no sólo afecta a la generación mayor, sino también a la gente joven. Eso de alguna manera es preocupante.
–Tras el mundial de fútbol se alabó el nacionalismo relajado que mostró Alemania. ¿Se pueden permitir esas cosas los alemanes, con la historia que tienen?
–Lógicamente. Cuando se organiza un Mundial de fútbol, es un sentimiento totalmente normal que uno se alegre y que todo sea celebrado. Para mí sólo demuestra lo que ya tenía claro desde hace años: que Alemania es otra vez una sociedad normal y que así debe ser.

EL ELEGIDO

Casi nadie describió el genocidio contra los judíos en la época nazi de forma tan implacable e insistente como Saul Friedländer.
El historiador israelí de 74 años no sólo analiza la política de aniquilación de los nazis sino también –y sobre todo– el destino de las víctimas. Entre sus obras más importantes figura “El Tercer Reich y los judíos”.
Este año, el investigador residente en Los Angeles será distinguido con el Premio de la Paz de los Libreros Alemanes durante la Feria del Libro de Francfort. “Saul Friedländer otorgó denuncia y grito a las personas reducidas a cenizas, les regaló memoria e identidad –señaló el jurado en su justificación–. Devolvió a los asesinados la dignidad que les había sido robada, cuyo reconocimiento es la base de la paz entre los hombres.
El año que viene se cumplen 70 años de la llamada “Noche de los cristales rotos”, el paso previo a la persecución sistemática de los judíos por parte de los nacionalsocialistas.

 

   
NADA WEIGELT
DPA
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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