Es un símbolo viviente de la lucha por los derechos humanos y de los indígenas en un país que sufrió una devastadora guerra civil entre 1960 y 1996. Esta ex empleada doméstica de 48 años que jamás fue a la escuela recibió el Premio Nobel de la Paz en 1992 y es conocida y admirada por la mayoría de sus compatriotas y en el extranjero.
Sin embargo, Rigoberta Menchú sufrió un descalabro de proporciones en su proyecto de convertirse en la primera mujer en presidir Guatemala, al quedar relegada a la sexta posición en la primera vuelta de los comicios del domingo. La candidata del partido Encuentro por Guatemala (EG, centroizquierda) logró apenas el 3,05% de los votos
Menchú dijo que su baja votación fue producto del racismo, pero algunos analistas opinan que se equivocó al considerar que los indígenas votarían en forma gremial y lanzarse al ruedo sin el apoyo de un partido o movimiento social fuerte. "El hecho de que el 95% de la población la conozca y tenga buena opinión de ella no quiere decir que voten por ella para la presidencia... lograr eso requiere trabajo", dijo el analista y académico indígena Estuardo Zapeta.
Su rechazo a establecer alianzas con otros partidos de izquierda con peso político en el movimiento social, sindical, campesino y popular, así como con el fuerte y bien estructurado liderazgo indígena, le han pasado factura, opina el politólogo mexicano Francisco García.
Menchú ha explicado los magros resultados desde la perspectiva del racismo que divide a los guatemaltecos en indígenas y ladinos, como se conoce a los blancos y mestizos en este país, donde el 42% de los 13 millones de habitantes pertenece a una etnia maya.
José Zedillo, un vendedor ambulante de un poblado cercano a aquel de donde es originaria Menchú, dijo que "cuando se firmó la paz (en 1996) ella prometió que nos iba a ayudar y la única vez que la vimos por Nebaj fue cuando llegó a pedir el voto este año''.
Menchú tuvo mucha relevancia durante los años anteriores y posteriores a la firma de los acuerdos de paz que en 1996 pusieron fin a 36 años de guerra civil que dejaron unos 200.000 muertos en Guatemala, la mayoría de ellos indígenas. En el 2004 aceptó ser la embajadora de buena voluntad para los acuerdos de paz, un cargo creado "ad hoc" por el gobierno de Oscar Berger para incluirla en el gabinete.
"Rigoberta no tiene tras de sí una organización de masas, un movimiento social, como lo tenía y lo tiene en Bolivia Evo Morales. No tiene una estructura partidaria que cubra las muchas regiones indígenas del país", dijo el sacerdote jesuita Ricardo Falla, afín a la teología de la liberación y autor del primer documento sobre las masacres cometidas por el ejército del general Efraín Ríos Montt.
Menchú, que obtuvo menos votos que los diputados por Encuentro por Guatemala, el partido que la postuló y que en Uspantán, su pueblo natal, recibió poco más de 200 votos, ha dicho que el empresariado le vedó el financiamiento a su candidatura.
Sin embargo, el analista y académico indígena Alvaro Pop asegura que hay logros que rescatar. "Sólo el anuncio de su candidatura hizo que otros partidos se aprestaran a nominar candidatos indígenas a alcaldías y diputaciones", dijo.
Además, explicó, queda el movimiento de líderes indígenas Winaq, que servirá de germen para un partido político integrado por mayas que, en futuras elecciones, podría postularla con más éxito. (AP/AFP)